Extremadura marcará el camino el 21 de diciembre. Abre el ciclo electoral y nos ayudará a tomarle el pulso a la realidad demoscópica de nuestro país, nos alejará de las cartas a los Reyes Magos en forma de sondeos y nos traerá la cruda y cierta realidad. Todo apunta e indica que el mayor acierto de María Guardiola ha sido el haber sido la primera en colocar las urnas, puesto que es la mejor manera de canalizar ese cabreo palpable hacia Pedro Sánchez y los numerosos escándalos que rodean a su Gobierno. Son unas elecciones autonómicas, pero la indignación nacional es tal que va a influir de manera clave en estos comicios.
El inicio de la campaña no ha sorprendido a nadie, la tónica era la esperada. El Partido Socialista sale a perder en uno de esos sitios que antaño consideraba feudo, con un candidato camino del banquillo de los acusados, aforado por la vía de la desvergüenza y totalmente desacreditado frente a su electorado. Pero lejos de esconderlo, de intentar que haga el menos daño posible a una marca que hasta hace poco iba sola, lo tienen por ahí, ahondando en el desangramiento. Van sin frenos en su desesperación, y se prevé un guantazo estratosférico que no solo dejará más patente el sentimiento de orfandad que ha dejado Guillermo Fernández-Vara, sino que supondrá también el pistoletazo de la hecatombe sanchista.

Porque, si como todo apunta, la caída es tan terrible como parece que va a ser, empezarán los nervios en los cuadros autonómicos, y ese caminito al matadero que han emprendido les empezará a parecer peor idea. Recuerden que Sánchez convocó elecciones justo la mañana después del incontestable batacazo territorial del 28 de mayo del 2023. Esa mañana, María Guardiola se postulaba ya para ser la primera mujer presidenta de Extremadura.
Cómo será el cisma en el PSOE que no está ni en las quinielas y ni siquiera ocupa el foco mediático. Nadie baraja una victoria. Las primeras horas de la campaña han estado copadas, como si se empezara un libro por el final o una película por los créditos, por el cruce de ataques entre el PP y Vox. Los verdes, crecidos por los buenos augurios se han lanzado a reeditar la demonización de Guardiola, siguiendo con la línea de las últimas semanas, en la que la atacaban con advertencias tan toscas y gruesas como esa en la que le anunciaban que «iba a tener que pasar por el aro». Muy afortunado, sí señor. Para luego, en su fenomenal acrobacia, exigir respeto a los populares.
En estos primeros compases, Abascal ha vuelto a cargar las tintas contra la extremeña llegando a decir que igual el PP, si no le dan los números para gobernar, debe cambiar de candidata. Pese al viento favorable que traen, estas pretenciosas declaraciones traen un tufillo familiar a aquellas otras de la paracaidista Olona en las elecciones andaluzas cuando, en entrevista para ABC, le propuso a Juanma Moreno ser su vicepresidente. Me cuidaría muy mucho de este tipo de sobradas, porque rara vez salen bien. Y más en una tierra, que, aunque muchos se empeñen en negar y repicar lo del cambio de paradigma, sigue siendo profundamente de izquierdas.

La respuesta del PP fue rápida y contundente. Guardiola acusó a Abascal de machistorro y Feijóo, esta vez afinando el tiro, sentenció sarcástico que no sabe quién es el candidato de Vox en Extremadura, pero que los de su formación no son marionetas de quita y pon, y que el PP aspira a gobernar Extremadura desde Extremadura y no desde Madrid. Más que en la salida del machismo, el verdadero filón está ahí, en el nulo conocimiento de Vox sobre Extremadura y de los extremeños sobre el candidato de Vox.
Se equivocaría la presidenta si entra a hacerle el juego a los de Abascal y no se centra en Almaraz, en vender la estabilidad y el avance y en meter el dedo en la llaga con patas que es Gallardo. Hay un votante socialista que no va a salir a votar a Gallardo y que está dispuesto a prestar su confianza a una lista que alcance la mayoría absoluta sin la necesidad de apoyarse en los de los golpes en el pecho. Pero para ello hay que proyectar lo que ni socialistas ni voxeros tienen: proyecto más allá de las necesidades capitalinas que los han hecho desembarcar en Extremadura. Todo lo que le va a robar Irene de Miguel, la competente candidata de Podemos, a Gallardo, sumado a lo que consiga aglutinar la líder del PP bajo su figura de serenidad, puede inclinar la balanza.
Ya dijimos por aquí que fue un error, el primero no forzado, declinar ir al debate de TVE. Máxime cuando es el escenario perfecto para terminar de ponerle el broche al hundimiento del socialismo. Tiene una oportunidad de oro Guardiola si esta vez, de verdad, no se mueve de su carril y se atreve a cumplir su palabra. Veremos…



