Este lunes cuatro periodistas han sido asesinados en un ataque israelí que tenía como objetivo el hospital Nasser, ubicado en el sur de la Franja de Gaza. Las víctimas son Hossam al-Masri (Reuters), Mohammed Salama (Al Jazeera), Mariam Abu Daqa (AP) y Moaz Abu Taha (NBC). En un primer momento, un dron explosivo impactó en el cuarto piso del complejo hospitalario, matando a Masri. Poco después, tuvo lugar la segunda embestida. Una bomba israelí cayó mientras rescatistas, periodistas y otras personas se acercaban a auxiliarlo. Justo antes del ataque, alzaron sus manos para protegerse, pero la explosión los mató a todos. En total, veinte personas han fallecido en ambos ataques. Cuatro de ellas cumplían la loable –aunque arriesgada– tarea de informar sobre lo que sucede en Gaza.

Tras los atentados de Hamás en octubre de 2023, la ofensiva militar israelí en Gaza se ha recrudecido brutalmente. El portavoz de Defensa Civil de Gaza, Mahmoud Basal, afirma que la estrategia de Israel consiste en arrasar cualquier resquicio de vida en el referido enclave. No hay descanso. Los máximos dirigentes israelíes atacan de forma constante edificios civiles, hospitales, escuelas y otros lugares esenciales. La población vive bajo el terror constante y, además, sin acceso seguro a servicios básicos ni tampoco a ayuda humanitaria. No hay cuartel por parte de Israel. En consecuencia, no hay lugar seguro para los palestinos donde cobijarse.

Ante esta letal coyuntura, los periodistas son los únicos que, con indudable osadía, documentan directamente una situación que desde hace tiempo ha sobrepasado todos los límites. Debidamente identificados y pertrechados con los instrumentos necesarios, nos van mostrando la cruda realidad, revelando un horror cada vez más difícil de asimilar. Todos ellos son profesionales locales. Israel no permite la entrada de prensa extranjera, buscando controlar la narrativa de lo que sucede en Gaza. El objetivo es evidente: silenciar y evitar que se difundan, en la medida de lo posible, las acciones que están siendo perpetradas por el país liderado por Benjamin Netanyahu. En todo caso, pese al confinamiento impuesto a todos los niveles, la información logra filtrarse. Las imágenes, vídeos y testimonios constituyen una clara evidencia de la atrocidad con la que Israel está operando sobre el terreno. Y aunque su contenido es demoledor, no debemos olvidar que quienes están al otro lado del objetivo son seres humanos que arriesgan su vida para que el mundo conozca la verdad. De hecho, hasta el momento, son 244 los periodistas muertos. Un precio altísimo que muestra la vulnerabilidad extrema de quienes, en medio del fuego y la devastación, informan desde Gaza.

Un crimen de guerra
A tenor de lo expuesto, cobra interés indicar que la normativa internacional brinda protección a estos profesionales. El artículo 4 del Cuarto Convenio de Ginebra abarca indirectamente a los periodistas al establecer que todas las personas que se encuentran bajo el control de una de las partes en conflicto o de una potencia ocupante (siempre que no sean sus propios nacionales) quedan amparadas por sus disposiciones legales. En consecuencia, los reporteros en zonas de conflicto que no formen parte de las fuerzas armadas quedan incluidos en la categoría de personas protegidas y, por tanto, deben ser respetados y no atacados. En todo caso, el Protocolo Adicional I sí se refiere expresamente a su estatus en la medida en que el artículo 79 dispone expresamente que “los periodistas que realicen misiones profesionales peligrosas en las zonas de conflicto armado serán considerados personas civiles”. Ello implica que cualquier ataque deliberado contra ellos constituye una grave violación del Derecho Internacional Humanitario y podría calificarse como crimen de guerra.
En este orden de ideas, debe traerse a colación la Resolución 2222 del año 2015. Este instrumento jurídicamente vinculante –adoptado por el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)– condena “todas las violaciones y abusos cometidos contra los periodistas, los profesionales de los medios de comunicación y el personal asociado en situaciones de conflicto armado”. Asimismo, insta a las partes beligerantes a cesar de inmediato estas prácticas y a garantizar la protección de quienes informan desde zonas de guerra. Este órgano se ha decantado por ofrecer la protección oportuna a favor de aquellos que cumplen una labor fundamental en la documentación de los conflictos, recordando que su seguridad es condición esencial para preservar el derecho de la humanidad a conocer la verdad.

A raíz de este apoyo que ofrecen los preceptos contenidos en acuerdos y otras herramientas jurídicas, vale la pena traer a colación las peticiones que ha articulado desde hace un tiempo Reporteros sin Fronteras ante la Corte Penal Internacional. La idea que subyace en las referidas solicitudes es que los periodistas palestinos sean emplazados ante la citada institución judicial en calidad de víctimas de crímenes de guerra. En el caso de que se les reconozca finalmente el citado estatus, se abriría la puerta a que se investiguen las violaciones cometidas contra ellos. Consecuentemente, podría exigirse responsabilidad a Israel ante la justicia internacional y sentarse, a su vez, un precedente crucial para la protección de periodistas en futuros conflictos. Sea como fuere, por el momento, la mencionada organización ha exigido este mismo lunes al Consejo de Seguridad de la ONU que se reúna para tomar las medidas adecuadas que pongan fin a la muerte de periodistas.
Debemos ser muy conscientes de que cada cámara que busca captar la verdad en Gaza se erige como un punto de luz en medio de la oscuridad; cada periodista que arriesga su vida para informar sostiene una especie de antorcha de esperanza y valentía que nos recuerda que la verdad no puede ni debe ser silenciada. Si estas luces se apagan, nos veremos abocados a un silencio que hará invisibles la injusticia y el sufrimiento, dejando al mundo ciego ante la brutalidad que acontece. Informar en Gaza es un acto heroico y de resistencia frente a la política de silencio, manipulación y agresión que Israel trata de imponer. Por todo ello, es preciso que la comunidad internacional actúe sin más dilación, garantizando la protección de quienes iluminan la verdad y sostienen la justicia con su labor periodística.