Opinión

Un año

María Dabán
Actualizado: h
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Un año ha pasado desde que a cientos de familias se les partiera la vida con la muerte de sus familiares y la pérdida de sus casas o de sus negocios. Los medios nos volcamos estos días en el recuerdo de lo ocurrido, en el balance, y volvemos a ver fotos de cómo el agua y el barro se llevaron todo por delante ante la ineficacia y la desidia de la Generalitat, primero, y del Gobierno central, después.

En las imágenes de ahora vemos que las calles ya están limpias, que las plazas se van reconstruyendo, pero los afectados saben que, en el fondo, doce meses después sus vidas se parecen mucho a un decorado de película: una cosa es lo que se ve, y otra es la realidad de sus casas, de sus negocios. Sigue habiendo cantidades ingentes de barro en los garajes, decenas de edificios continúan sin ascensor, condenando a sus inquilinos de más edad a vivir encerrados; y la solidaridad de mucha gente que sigue ayudando, contrasta también con aquellos que han subido los precios porque la ley de la oferta y la demanda no entiende de danas. Aunque también son muchos los empresarios que calladamente están ayudando a los afectados a recuperar al menos una parte de sus vidas.

EFE/Manuel Bruque

Hay también gente que ha tenido que tapiar sus casas e irse a vivir con sus familiares más cercanos porque las ayudas no han llegado, afectados por un doble mal: primero fue la dana, luego, la burocracia. Hay demora en la tramitación de los expedientes, dicen, como si ayudar a una persona que lo ha perdido todo no fuera lo más urgente del mundo. La Generalitat y el Gobierno central fallaron a los valencianos y lo siguen haciendo con esos retrasos incomprensibles y resulta inexplicable ver que Carlos Mazón, continúe al frente del Gobierno valenciano, un hombre que sigue cambiando de versión sobre su desaparición el día de los hechos, y sobre esa hora en la que no atendió llamadas y para la que no ha dado ninguna respuesta convincente. A no ser claro, que más que convincente lo que se oculte pueda ser vergonzante.

Las encuestas dicen que un 75 por ciento de los valencianos quieren que Mazón dimita. 6 de cada 10 votantes del PP son partidarios también de que renuncie, pero la intención del presidente es repetir como candidato, porque él se apoya en otros sondeos, los que apuntan que los populares podrían seguir gobernando con el apoyo de Vox en la próxima legislatura. El problema es que la continuidad de Mazón ya no es una cuestión de estadística, sino un problema moral. Y eso es lo que debería tener en cuenta Alberto Núñez Feijóo cuando se plantee la candidatura de Valencia.

La impudicia de Mazón no resta responsabilidad a un Gobierno central caracterizado también durante todo este tiempo por su desidia y más preocupado por crear estados de opinión contrarios al PP, que por hacer que la tragedia se olvide. Pedro Sánchez no ha tenido la gallardía de visitar las zonas afectadas, ni la tendrá. No se arriesgará a que vuelva a haber una nueva foto suya huyendo de la ira de los vecinos.

Cuando pase esta semana, los focos se apagarán y quedará de nuevo la lucha cotidiana de cada habitante de los pueblos afectados, lucha que hará realidad la máxima de Miguel Delibes: “el tiempo no cura, acostumbra”.

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