Realmente como diría el líder del Partido Popular Alberto Núñez Feijoo, Paco Salazar es un guarro a tenor de lo que han contando las víctimas: “Se subía la bragueta en tu cara, escenificaba felaciones y nos pedía vernos el escote”. La noticia la publicó eldiario.es y así descubrimos todos a un tal Paco Salazar desconocido por la mayoría de los mortales ajenos al circulo socialista pero perfectamente conocido dentro del PSOE. Este personaje llegó a compartir piso con Ábalos y Santos Cerdán en la época del Peugeot, cuando Pedro Sánchez protagonizaba la batalla por las primarias recorriendo España con dos corruptos y un acosador sexual siempre claro presuntamente. Después tuvo despacho en la Moncloa como asesor directo del presidente y una estrecha relación con altos cargos del Gobierno y del partido.
Por eso resulta sorprendente y un tanto sospechosa la pésima respuesta que los socialistas han dado a las denuncias por acoso sexual de dos empleadas de la formación contra este personaje al que todos conocían y con el que todos se reían. Unas denuncias que se conocieron horas antes del Comité Federal en el que Salazar iba a ser nombrado parte de la Secretaría de Organización coral destinada a reemplazar a Santos Cerdán. Cinco meses y una semana después el partido socialista no ha llevado el caso a la Fiscalía y se ha librado de tener que suspenderle de militancia porque lo hizo él a principios de este mes. Las dos empleadas que dejaron su denuncia contra Salazar ni siquiera recibieron una llamada durante estos cinco meses. Visto lo visto han acertado acudiendo a los medios de comunicación en vez de al partido.

Un mes antes del Comité Federal de julio donde el PSOE quería pasar página de las dos anteriores secretarías de Organización, la de Ábalos y Cerdán imputados por corrupción, los socialistas recibieron una denuncia de un edil de Torremolinos (Málaga) contra el secretario general del partido en la ciudad. Se llama Antonio Navarro y la semana pasada seis meses después por fin el partido le abrió un expediente disciplinario y le suspendió de militancia. El PSOE movió ficha porque la Fiscalía de Violencia contra la Mujer de Málaga abrió diligencias y al partido no le quedó más remedio que actuar. Precisamente ha sido la inacción del partido la que llevó a la víctima del líder malagueño a acudir a la vía judicial que ha sido al final quien ha abierto diligencias contra otro “guarro” como diría Feijoo.

La última bomba viene de Galicia. El programa “Código 10” de Cuatro ha destapado que el socialista José Tomé, presidente hasta el pasado miércoles de la Diputación de Lugo, ha sido denunciado en un canal interno por presuntamente acosar sexualmente a compañeras de su partido. Estamos hablando de seis mujeres que denuncian supuestos casos de acoso por parte de Tomé que ha negado todas las acusaciones. El ha dimitido a medias porque retiene todavía la Alcaldía de Monforte de Lemos y el acta como diputado provincial no adscrito.
De un partido que se declara feminista se espera que promueva avances en los derechos de las mujeres. Pero sobre todo que actué con la máxima firmeza ante cualquier sospecha de acoso sexual y abuso de poder entre sus dirigentes. Y este punto es muy importante porque en ambos casos son dirigentes de alto rango quienes abusan de trabajadoras que ocupan cargos inferiores. No basta con tener órganos que velen por la igualdad y el respeto si al final se boicotea y no se actúa de una manera clara y sobre todo rápida. Las mujeres nos merecemos un compromiso mucho más serio y no un partido que considerándose feminista arrastre los pies ante estos casos tan graves de machismo. El PSOE debe investigar los casos detectados en sus filas y aclarar las causas de la pasividad con la que respondió a las denuncias.
No basta con pedir perdón porque para mí lo más grave del asunto más sonado, el caso Salazar, es que controlaba una red de poder que le ha permitido blindarse ante las acusaciones de las mujeres que habían trabajado con él. A pesar de dejar el cargo ha mantenido intacta su influencia en el partido: ha llegado a asesorar a Salvador Illa en calidad de líder del PSC, ha tenido encuentros recientes con la portavoz del Gobierno, Pilar Alegría como desveló en exclusiva este diario e incluso según fuentes socialistas participó en el diseño de la nueva estructura orgánica del partido con la entrada de Santos Cerdán en prisión. Esto es lo grave y por eso la sospecha que sobrevuela este caso es que nadie quiere llevar el caso a la Fiscalía porque Salazar sabe absolutamente todo del partido y de sus principales dirigentes. Por eso el caso no hay por donde cogerlo: se neutralizaron las denuncias, se bloqueó el proceso y no se prestó atención a las denunciantes. Moncloa protegió al acosador y se ignoró en todo momento a las víctimas.

Y todo esto mientras el PSOE seguía vendiendo su propaganda de compromiso feminista en la política. Lo mismo pasó con el ex ministro José Luis Ábalos cuando lanzaba aquellos mensajes de “soy feminista” y pagaba a mujeres por acompañarle a los viajes oficiales, lo mismo le pasó a Podemos con Juan Carlos Monedero cuando una alumna de la Universidad Complutense interpusó una denuncia contra el exdirigente de Podemos o a Sumar con Iñigo Errejón y su fatal historia judicial con la actriz Elisa Moulia. Ambas formaciones también conocían las denuncias y no hicieron nada más que ocultarlo. Los protocolos internos contra el acoso han fallado y de momento nadie los ha revisado, nadie les ha dado la vuelta como un calcetín y eso que todos saben que esto provoca fuga de votos hacía otras formaciones a quienes se ha acusado de velar menos por los derechos de la mujer.
El problema no es que existan “guarros” como diría Feijoo que no respetan a las mujeres. El problema es que disfrutan de impunidad por parte de los suyos cuando tienen poder.


