Lo que no se vio en la cumbre de Pedralbes

No todo fue tensión. Rueda y Díez se fundieron en un abrazo y Moreno despachó afable con Illa. Dentro, además de Ayuso, Page fue muy duro con Sánchez

Saltaron chispas, pero también hubo momento de distensión y de risas. Con cámaras grabando y ya sin ellas. La conferencia de Pedralbes se salda con una protagonista indiscutible, Isabel Díaz Ayuso, y con una palabra en boca de casi todos: “Fracaso”.

La jornada empezó bien temprano para los protagonistas de la cita. El primero en llegar, el anfitrión, el socialista Salvador Illa. Normalidad institucional. Poco a poco fueron llegando los presidentes autonómicos y el tropel de ministros que acompañaron a Pedro Sánchez.

Ocurrió entonces uno de los momentos de máxima tensión. La ministra de Sanidad, Mónica García, se acerca a Ayuso y, delante de centenares de periodistas, se produce el encontronazo. “¿Seguro que quieres saludar a una asesina?”, le preguntó la baronesa a la ministra. Sus equipos rápidamente trasladaron fuentes sobre lo ocurrido para intentar ganar el relato.

En paralelo, la otra realidad de la política. El andaluz Juanma Moreno quiso dejar claro que más allá de la batalla política está el trato humano. A todos saludaba con un apretón de manos y con una sonrisa. Risas se escucharon con Illa. No fue el único. Los gallegos Alfonso Rueda y Yolanda Díaz se fundieron en un abrazo que provocó comentarios entre los que estaban a su alrededor.

Todo esto fue fuera, en los jardines. De nuevo, las miradas se posaron en Ayuso. Ella dio apretones de mano, nada de besos. El saludo con Sánchez fue gélido y fugaz. Casi ni se miraron. La presidenta de la Comunidad de Madrid no mostró simpatía alguna con ningún miembro del Ejecutivo central.

Entre socialistas también estuvo el ambiente caldeado. El apretón de manos de Sánchez y Emiliano García-Page ya hacía prever lo que iba a ocurrir dentro, en la reunión. Los testigos hablan de tensión total. En sus diez minutos de intervención, el castellano-manchego se despachó a gusto y eso no sentó nada bien al presidente.

Page se quejó de la financiación autonómica y se quejó del “puzzle roto” que a su juicio es hoy España. Sánchez no dudó en interrumpirle en dos ocasiones. La batalla, por la financiación y la política migratoria. “Pensaba que en esta conferencia no sería interrumpido”, dijo después el barón socialista a los periodistas.

Si bien, también de puertas para adentro también, Ayuso fue la protagonista. Avisó de que lo haría, y finalmente lo hizo. Fue escuchar euskera y la presidenta madrileña se marchó de la sala donde se producía la conferencia de presidentes. ¿A dónde se fue? A una sala aledaña junto a parte de su equipo. Cuando volvió a escuchar español, regresó. Imanol Pradales no disimuló su enfado mientras el Gobierno central parecía encantado con la polémica.

Ayuso no se achantó y, ya en su turno de intervención, reivindicó su posición su revuelta contra los pinganillos. Ya para entonces estaban sirviendo la comida, típica catalana. Canelón, su quet y vinos del Priorat. “Estaba bueno pero un poco frío”. El ruido hizo que algunos presidentes no escuchara bien a la madrileña. “¿Pero ha pedido el adelanto electoral o no?”, se preguntaron dos asistentes.

Al final, sugiere un presidente, sobró tiempo. “La reunión fue un fracaso desde el principio”. Así que todos los presidentes fueron desfilando para comparecer en rueda de prensa. Todos salvo Sánchez, que sigue sin responder las preguntas de los periodistas. Tal y como avanzó este periódico, lo único que protagonizó fue una declaración institucional con Illa.

¿Y el Rey? El jefe del Estado estuvo, pero se fue el primero. Y no tuvo que aguantar la gresca política, aunque tampoco se observó gran sintonía del monarca con Sánchez. Tras los saludos protocolarios, todas las autoridades invitadas se hicieron una foto de familia, sonriente, frente a este edificio declarado Bien de Interés Cultural, que fue un regalo de la familia Güell a la Corona y que llegó incluso a convertirse en residencia real.

Ya de camino a los coches oficiales, los teléfonos de los protagonistas echaban humo. “Sí hubo tensión pero no creo que se hayan perdido las formas o que no se haya respetado la institucionalidad”, en palabras de uno de los asistentes. La sensación de puentes rotos fue evidente, más allá de las formas amables de la mayoría.