El futuro de la legislatura

Sánchez cumple siete años en Moncloa “asediado” por los escándalos

Ábalos, que defendió la moción contra Rajoy, hoy está imputado en el caso Koldo. El presidente mantiene el apoyo de sus socios clave frente “a la campaña más sucia” pero es incapaz de controlar la agenda

Pedro Sánchez y José Luis Ábalos

“Los socialistas pensamos que desalojando a un Gobierno que ampara la corrupción de su partido ya habremos hecho un favor a nuestro país”; “Esta es una moción de censura para recuperar la dignidad de nuestra democracia”. “La decencia debe ser algo esencial, no algo accesorio”.  Hay intervenciones parlamentarias por las que, años después, parece que no ha pasado el tiempo. Otras que envejecen regular. Y otras que, leídas siete años después, evocan a un escenario que hoy no podría darse.

El discurso de José Luís Ábalos en defensa de la moción de censura que desalojó de La Moncloa a Mariano Rajoy supone un buen ejemplo del tercer tipo. Ábalos, entonces secretario de Organización del PSOE y diputado en la oposición, se convirtió en ministro de Fomento ocho días después. Se mantuvo hasta julio de 2021, cuando Pedro Sánchez decidió deshacerse de su hombre fuerte  en el Gobierno y en el partido sin explicar sus motivos. Cuatro años después, sigue sin hacerlo.

Eso no impidió que Ábalos repitiera en las listas al Congreso de los Diputados en las elecciones del 23-J de 2023, para ser apartado de su partido en febrero de 2024, tras el estallido del caso Koldo. El tribunal Supremo le imputó en noviembre de ese año; tres meses después se le retiró el pasaporte, y recientemente ha vuelto a la palestra por la publicación de sus whatsapps privados con el presidente del Gobierno.

Un año y tres meses después de su suspensión cautelar de militancia, no se ha resuelto su expediente sancionador. Y fuera de cámara, cuando se menta su nombre ante figuras del Ejecutivo, es habitual que nieguen maniobras del todavía diputado del grupo mixto contra Moncloa. También que midan al máximo la crítica.

Han pasado siete años desde el 1 de junio en el que triunfó la moción de censura. Sánchez decidió impulsarla tras la  sentencia de la Audiencia Nacional por la trama corrupta Gürtel, que condenó al PP como partícipe a título lucrativo. Desde entonces, el tablero político e institucional ha experimentado numerosas sacudidas.

Ya ha habido otros intentos fallidos de mociones de censura, y hoy el PP de Alberto Núñez Feijóo amaga con una nueva, aunque lo hace sin demasiado énfasis. Prefiere concentrar sus fuerzas en llamar a una movilización multitudinaria el 8 de junio contra Sánchez, porque sabe que hoy no tiene armas para romper los lazos que unen al Ejecutivo de coalición con sus socios. Menos, todavía, para atraerlos a su terreno.

Paradójicamente, en un momento en el que fuentes del Ejecutivo se describen “asediados” por los escándalos, los puentes con sus socios de investidura no presentan grietas que hagan temer una ruptura, ni en el corto ni en el medio plazo. El PNV, el partido que pasó de apoyar los Presupuestos de Rajoy a ejercer como llave de la moción que lo desalojó del poder escasos días después, ha visto al PP incendiar todas las vías de diálogo.

De momento, como la mayoría de socios, no ha querido meter el dedo en la llaga contra Sánchez, pese al alud de escándalos. La misma semana que el Partido Popular ha maniobrado contra el reconocimiento del vasco, el catalán y el gallego como lenguas oficiales en la UE, y en la que Gobiernos autonómicos del Partido Popular celebran acuerdos presupuestarios con Vox, el partido de Aitor Esteban no encuentra el menor aliciente para variar el rumbo.

Sólo la cuestión del catalán en la UE ya bastaría para sustentar el rechazo de Junts per Catalunya, que se ha tomado “a broma” la oferta de Feijóo. El partido de Carles Puigdemont es el que políticamente está más a la derecha de entre todas las formaciones que apoyaron la última investidura de Sánchez. No lo hizo con la anterior (2020) , pero sí avaló la moción de censura a Rajoy.

Por muy cercanos que se perciban en temas económicos, o en lo que toca a la energía nuclear, Junts tendría difícil explicar un acercamiento a quienes boicotearon la ley de amnistía o los indultos, a quienes aplicaron -con el apoyo del PSOE- el artículo 155 en Cataluña.

Junts, protagonista de la legislatura

Van tres Ejecutivos Sánchez distintos en estos siete años; el de la moción de censura (junio de 2018), que tiró la toalla a los pocos meses por la falta de apoyos (84 escaños); el de la primera coalición con Unidas Podemos (enero de 2020), tras dos convocatorias electorales;  y el tercero (octubre de 2023), ya con Yolanda Díaz al frente de la izquierda, y con Podemos desgajándose de sus filas.

Si el anterior Gobierno de coalición se vanagloriaba de haber aprobado más de 200 leyes en algo más de tres años y medio de andadura, el actual apenas sobrepasa la treintena en dos años. El grueso de los avances sociales y las leyes más ambiciosas se concentra en la anterior legislatura.

La mayoría parlamentaria es aún más precaria hoy que hace dos años, y se nota en cada votación. Las derrotas son mucho más comunes. y eso otorga una enorme capacidad a Junts y al resto de socios para negociar cada uno de sus votos.

Por eso los independentistas catalanes han logrado la delegación de competencias del Estado en materia de inmigración a la Generalitat Catalana (que gobierna el PSC); y por eso consiguieron la ley de amnistía a los involucrados en el procés catalán, que el Ejecutivo había prometido no impulsar.

De vez en cuando, Junts asesta algún varapalo parlamentario al PSOE. Pero el PNV, Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) o EH Bildu han logrado un estatus de socios destacados y habitualmente fieles. Obviando al partido de Puigdemont, Podemos es el aliado que les genera más dolores de cabeza.

Hoy están en el grupo mixto pero fue su entonces líder, Pablo Iglesias, quien durante años apostó por gobernar en coalición con el PSOE. Cuando Sánchez decía que “no dormiría tranquilo” con Podemos en el Gobierno, y años atrás.

Iglesias fue clave en la negociación de la moción de censura, pero también para lograr el primero y difícil pacto de coalición. Hoy está fuera de la política institucional y es Díaz, vicepresidenta segunda, quien heredó y mantiene el liderazgo en el espacio del socio minoritario de la coalición. Desde hace meses, centrada fundamentalmente en negociar los votos para aprobar la reducción de la jornada laboral, su medida estrella.

“Todo va demasiado bien, por eso están en la campaña política más sucia y desquiciante”

Siete años después, no se atisba otro candidato con opciones de aunar una mayoría. El Gobierno presume de los buenos datos macroeconómicos y Sánchez juega un rol destacado en la política europea e internacional. Y, sin embargo, el PSOE y el Ejecutivo se ven paralizados por una sucesión de crisis desde hace días. “Todo va demasiado bien , y por eso el PP está en la campaña política más sucia y más desquiciante que podamos recordar”, diagnostica una dirigente socialista.

En Moncloa se mantiene que quedarán en archivo o absolución los casos por los que está imputada la esposa del presidente, Begoña Gómez; el fiscal general, Álvaro García Ortiz, y la causa por la que se sentará en el banquillo el hermano del presidente, David Sánchez. Es la misma instrucción que ha llevado al líder del PSOE extremeño, Miguel Ángel Gallardo, a garantizarse un escaño en la Asamblea, como aforado.

Por si fuera poco, aún debe conocerse un informe en el que trabaja la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, que aludiría al secretario de Organización del partido, Santos Cerdán. Y el Ejecutivo reconocen su “preocupación” por el caso de Leire Díez, la militante socialista que participó en una reunión para recabar información contra la UCO. Además, avanza la investigación sobre el caso Koldo, que en el PSOE diferencian del resto de causas, para reconocerle verdadera gravedad. Siempre, cuidando sus palabras sobre Ábalos, otrora todopoderoso en el PSOE y en el Gobierno.

Siete años después de la moción de censura tras la sentencia judicial, el diputado que defendió al entonces candidato, hoy presidente del Gobierno, pelea para escapar de los delitos que se le imputan: tráfico de influencias, organización criminal, cohecho y malversación.

Resiste desde el grupo mixto, lejos de Sánchez, quien puso en pie y convenció a toda la bancada socialista en su discurso de algo más de 40 minutos contra la corrupción. “No podemos tolerar la indecencia y la corrupción como algo normal”; “Nosotros no tenemos ningún cargo público al que decirle que se vaya, porque ya lo ha hecho.” “Sabíamos que lo suyo no es convocar elecciones. Sabíamos perfectamente que lo suyo es aguantar, aguantar. Ya cederán los demás, ya caerán los demás; es incluso parte de una virtud suya esa capacidad para enfrentar esto”.