La corteza del queso, ¿se come o no se come?

La corteza del queso es uno de los aspectos que más dudas generan, porque no está muy claro si debe o no comerse

Ruta gastronómica por Santander
Fotografía: Turismo de Cantabria

El queso es uno de los alimentos más consumidos de nuestra gastronomía, y no hay una buena mesa que se precie que no tenga un buen plato de este manjar. Ya sea fresco, curado, cremoso o de cualquier tipo, su sabor y su versatilidad lo convierten en un ‘must’. Pero claro, también hay dudas sobre él. Por ejemplo, para muchos amantes del queso, surge una duda frecuente justo antes de disfrutarlo: ¿la corteza se come o no? Aunque a veces la respuesta parece obvia, en muchos casos no está tan claro. Entender qué tipos de corteza existen y cómo se elaboran es clave para saber si conviene degustarla o dejarla.

¿Qué es la corteza del queso? Tipos y diferencias

La corteza no es un simple adorno. Actúa como una barrera natural que protege al queso de contaminaciones externas, regula la humedad y facilita una correcta maduración. Además, en algunos casos, contribuye a reforzar el sabor y la textura del producto final. En España, la normativa permite distintos métodos para recubrir los quesos, desde técnicas tradicionales hasta otras más industriales. Así, podemos clasificar las cortezas en dos grandes grupos:

Cortezas naturales

Son aquellas que surgen de manera espontánea durante la maduración o que se crean a partir de ingredientes naturales como aceites, especias, plantas aromáticas o incluso humo. Algunos ejemplos son:

  • Quesos de moho blanco, como el brie o el camembert: su corteza aterciopelada y blanquecina no solo es comestible, sino que aporta un sabor característico.

  • Quesos azules, como el roquefort o el cabrales: su moho natural también es parte integral de la experiencia de degustación.

  • Quesos de corteza seca, como el manchego o el idiazábal: aunque estas cortezas son naturales, su dureza puede hacerlas poco agradables al paladar, y muchas personas prefieren retirarlas.

  • Quesos bañados en vino o salmuera, como el San Simón da Costa: aunque su corteza es técnicamente comestible, su sabor fuerte o textura grasienta lleva a muchos a descartarla.

Las cortezas naturales son, en general, comestibles, aunque su consumo dependerá del gusto personal y de su textura.

Ruta gastronómica por Santander
Y muchos tipos de queso y con diferentes cortezas

Cortezas artificiales

Los quesos de producción más industrial suelen estar recubiertos con materiales como ceras, parafinas, plásticos o polímeros autorizados para uso alimentario. Aunque no son tóxicos, estas cortezas no deben comerse, ya que no aportan nada positivo a la experiencia gastronómica. Algunos indicios para reconocerlas son su color llamativo (rojo, negro brillante) y su textura plástica o excesivamente uniforme. También dependerá del tipo de queso. Y suele este señalizado cuando es natural o artificial.

¿Cómo saber si puedo comer la corteza?

  • Aspecto: las cortezas naturales tienden a tener colores más apagados y una textura menos perfecta.

  • Tipo de queso: si el queso tiene Denominación de Origen, es más probable que su corteza sea natural y segura para el consumo.

  • Gusto personal: incluso si una corteza es comestible, si su dureza o sabor no resulta agradable, no hay problema en retirarla.

En definitiva, sí puedes comer la corteza del queso si es natural y si su sabor y textura te resultan agradables. No debes comerla si es artificial, aunque no sea perjudicial para la salud. Cuando tenga un buen queso delante, observa su corteza, descubre de qué está hecha y decida si prefiere o no comerla, sabiendo que no tiene porque ser malo.