No es burnout, es “desgaste por goteo”: el concepto que explica tu agotamiento silencioso

El concepto de carga alostática invita a mirar el estrés de otra manera: no como un enemigo puntual, sino como una condición de vida que necesita gestión consciente

Una mujer aburrida en su trabajo
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En los últimos años, hemos aprendido a reconocer el burnout —el síndrome de estar quemado por el trabajo— como una realidad clínica y emocional. Sin embargo, cada vez más expertos apuntan a un fenómeno más difuso, menos visible y, precisamente por eso, más peligroso: el llamado “desgaste por goteo”, una forma de agotamiento progresivo y silencioso que no estalla de golpe, sino que erosiona poco a poco el bienestar físico y mental.

Este fenómeno tiene base científica: los psicólogos y neurocientíficos lo asocian a lo que se conoce como carga alostática, un término que describe el desgaste acumulado del cuerpo y la mente ante un estrés constante. No es un episodio de crisis, sino una respuesta prolongada que se instala en el día a día sin que apenas lo notemos.

El estrés que no da tregua

A diferencia del burnout, que suele asociarse a un entorno laboral intenso o a un punto de colapso, la carga alostática se construye por acumulación. Son los pequeños factores de estrés sostenido —la falta de descanso real, la preocupación constante, la sobreexposición digital, las tareas pendientes que nunca acaban— los que van dejando huella.

Cada vez que el cuerpo se activa para responder a una demanda —ya sea una reunión, una discusión o una sobrecarga de responsabilidades—, pone en marcha su sistema de respuesta al estrés, liberando hormonas como el cortisol o la adrenalina. En teoría, este mecanismo es útil: nos prepara para reaccionar. Pero cuando esa respuesta se mantiene activa durante semanas, meses o años, el cuerpo no recupera su equilibrio y empieza a resentirse.

“Podríamos decir que la carga alostática es el precio que paga el organismo por intentar mantener la estabilidad ante la adversidad”, explica la psicóloga clínica Marta Ruiz. “No es un solo golpe, sino una gota constante que, con el tiempo, perfora la piedra”.

Cansancio que no desaparece

El síntoma más reconocible del desgaste por goteo es un cansancio que no se alivia ni con el descanso. Aunque la persona duerma, desconecte o aparente calma, sigue sintiendo una fatiga difusa, mental y física.

A ello se suman otras señales: irritabilidad, dificultad para concentrarse, dolores musculares, problemas digestivos o pérdida de motivación. A menudo no hay un hecho traumático que explique el malestar, sino una suma de microestreses que terminan saturando los mecanismos de recuperación del cuerpo.

Los estudios en neurobiología muestran que la exposición prolongada a altos niveles de cortisol puede afectar la memoria, el sistema inmunitario y el metabolismo. De ahí que muchas personas con carga alostática sufran resfriados frecuentes, alteraciones del sueño o incluso aumento de peso sin explicación aparente.

El nuevo cansancio de la era multitarea

En la sociedad actual, marcada por la inmediatez, la productividad constante y la hiperconectividad, la carga alostática se ha convertido en una epidemia silenciosa. No proviene solo del trabajo: también del cuidado familiar, la incertidumbre económica, el ruido informativo o la falta de descanso mental real.

Vivimos —como señalan varios expertos— en un estado de “alerta de bajo nivel”: siempre disponibles, siempre atentos, siempre haciendo algo. El cuerpo se adapta, pero lo hace a costa de su equilibrio interno. Y cuando esa adaptación se prolonga demasiado, llega el agotamiento profundo.

Cómo reducir la carga alostática

A diferencia del burnout, que suele requerir una pausa radical o incluso ayuda médica, el desgaste por goteo puede revertirse con medidas sostenidas de autocuidado. Los especialistas recomiendan:

  • Dormir de forma reparadora, no solo acumular horas de sueño.
  • Establecer pausas conscientes durante la jornada para permitir que el cuerpo “baje la guardia”.
  • Limitar la exposición digital, especialmente en los momentos de descanso.
  • Cuidar las relaciones sociales, fuente clave de resiliencia.
  • Escuchar los signos del cuerpo, sin esperar al colapso.

“Desaprender la prisa y permitirnos no rendir al 100 % todo el tiempo es, paradójicamente, una forma de mantenernos fuertes”, señala la psicóloga Ruiz.

Recuperar el equilibrio

El concepto de carga alostática invita a mirar el estrés de otra manera: no como un enemigo puntual, sino como una condición de vida que necesita gestión consciente. En lugar de esperar al estallido, la clave está en detectar el goteo antes de que se convierta en inundación.

El verdadero desafío no es eliminar el estrés —inevitable en la vida moderna—, sino aprender a descargarlo antes de que nos desgaste. Porque, al final, no es burnout: es la erosión silenciosa del día a día, el cansancio que se filtra sin ruido… y que solo se cura volviendo a escuchar al cuerpo.

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