¿Acabará Spotify Mix con los DJ?

La recién lanzada herramienta de Spotify anima a la gente a ser DJ o, al menos, a intentar convertirse en unos improvisados pinchadiscos

Imagen de una DJ creada con inteligencia artificial.
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Con su capacidad de reinventarse, la música atraviesa los siglos adaptándose a nuevas tendencias, instrumentos y bailes. Es tan emocionalmente poderosa que forma parte de nuestros ritos y ADN. Sin darnos cuenta, nos ponemos a mover el cuerpo al oír sus primeros acordes y percusiones.

En las últimas décadas plataformas como Apple, Deezer, Spotify o YouTube han hecho la experiencia aún más cómoda, más fácil de almacenar, transportar, disfrutar y hasta de crear. La Inteligencia Artificial aquí también ha dado mucho qué hablar al ver nacer decenas de grupos sintéticos y virtuales que nunca veremos actuar.

La figura del DJ, durante años asociada al estereotipo de un hombre pinchando en garitos, también se ha vuelto imprescindible en lounges de hoteles de lujo, en todo tipo de desfiles, cientos de eventos y presentaciones. Contar con un DJ en un altillo es sinónimo de buen gusto y de algo exclusivo. Su caché, aunque con disparidades, ha ido aumentando con el paso de los años.

Destaca particularmente el auge de DJ femeninas animadas por el éxito de referentes internacionales tales como Amelie Lens, Charlotte de Witte o las españolas Indira Paganotto o B Jones, que conquistan cabinas y festivales. El público ya vibra no solo al ritmo de sus producciones, sino que también sucumbe a su storytelling, su carisma y la interpretación de sus sesiones.

En este contexto aparentemente lleno de oportunidades hay, no obstante, muchas sombras y desigualdades. Los DJ suelen enfrentarse a cambios tecnológicos que impactan de lleno en su oficio. La recién lanzada herramienta Mix de Spotify es la última novedad en ese sentido. Anima a la gente a ser DJ o, al menos, a intentar convertirse en unos improvisados pinchadiscos.

Esta nueva utilidad de la plataforma de streaming líder en el planeta, gracias al uso de la IA, permite mezclar nuestros temas favoritos de forma ágil y resultona. Como ya ocurrió con otras profesiones, es probable que algunos de estos avances democraticen (y banalicen) su arte y sus funciones. Pero ¿podrán los algoritmos reemplazar el talento de estos artistas musicales?

Spotify se atreve a pinchar

Mix de Spotify se anunció a mediados de agosto y, aunque ha causado mucho ruido, aún no está disponible en todos los teléfonos. Irá implementándose paulatinamente por países y únicamente para clientes de pago. Esta nueva función aparece directamente en las herramientas de tus listas (siempre que las hayas creado) y te ofrece un buen número de opciones para realizar sorprendentes transiciones. Aunque funciona con cualquier tipo de música, parece tener más recorrido con estilos cercanos a la tecno, el house y, en general, la electrónica.

Enlaza automáticamente temas de manera fluida y con efectos y transiciones llamativas, sin requerir platos ni intervención humana. Su algoritmo detecta el tempo, la energía y el tono de cualquier pista para que el oyente experimente algo similar a la escucha de una DJ estrella. Se supone también que cualquier usuario puede improvisar su propia sesión, y desde el sofá de su casa, como si estuviera en Ibiza.

Para los DJ que vieron ya desaparecer los vinilos, los casetes y los CD, este salto no es menos ya que podría suponer un antes y un después en sus labores. Abre la puerta a que algunos establecimientos tales como gimnasios, bares o hoteles puedan plantearse prescindir del profesional como antes. Animar a las masas a moverse exige, sin embargo, un conocimiento y un toque artístico que ni los algoritmos, ni los aficionados tienen.

Imagen de una DJ creada con inteligencia artificial.
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Un ‘déjà vu’ tecnológico

La historia se repite y los profesionales están ya acostumbrados a esta era de cambios incesantes. Cierto es que esta novedad puede animar a miles de personas a hacer sus pinitos en este mundo de la música, pero ya han visto aparecer muchas funciones que han ido sumando más que restando.

Apple ya ofrece una función Automix con la que los temas pueden encadenarse con un sencillo efecto de fading entre canciones. Baja el volumen de la que acaba y sube el de la siguiente, pero no enlazan los ritmos adecuadamente. Algunas apps móviles como Djay o Mixxx han permitido también a cualquier usuario mezclar sus distintas bibliotecas, sin necesidad de aprender ninguna técnica. Estos saltos cualitativos ya se habían adelantado en programas profesionales tales como Rekordbox, Serato o Traktor, los más usados por los DJ. Las maletas llenas de discos también se vieron sustituidas por unos ordenadores y unas USB llamadas pinchos.

Cada avance digital suele traer recelos y polémica. La democratización de ciertas profesiones puede acarrear un cierto desprestigio a algunas tareas. En este caso parece que el arte de hacer bailar a la gente podría dejar de ser reservado a quienes podían costearse horas de aprendizaje y una buena controladora. Con un smartphone, buen gusto y algo de curiosidad, Spotify permite soñar con ser David Guetta, aunque con ello diluya algo de su magia.

El DJ irremplazable

Aunque el debate en torno a la IA (y a los millones de puestos que podría llevarse por delante) sea de actualidad rabiosa, dudo de que ciertas profesiones sean realmente reemplazables. Una de ellas será probablemente la de maestro de ceremonia y otra la del DJ. La historia más reciente demuestra que los algoritmos no consiguen (aún) reproducir lo más emocional y esencial que ofrece la presencia humana. Es poco probable que hagan desaparecer su ritual y las emociones que eso supone.

Algunos se han convertido en estrellas similares a futbolistas o actores de cine: agotan, en unas horas, miles de entradas para sus conciertos y festivales. Para ellos, mezclar no es solamente encadenar canciones. Es saber leer cómo evoluciona una masa, notar cuando se viene abajo y necesita algo más de marcha. Sus miradas detrás de unas gafas oscuras, sus looks extravagantes, y sus manos alzadas exaltan a un público entregado a darlo todo en la pista. Algo que la IA, probablemente, nunca reproduzca ni entienda.

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