Anna Guiró Diéguez, la enfermera que rompió el techo de cristal y hoy lidera dos hospitales en Cataluña

De enfermera a directora gerente de un hospital. Anna Guiró está al frente del Hospital Vitas Barcelona y del Centro Médico Vitas Garraf

Anna Guiró directora gerente Hospital Vithas Barcelona en el centro junto a su comité de dirección

Anna Guiró Diéguez es hoy directora gerente del Hospital Vitas Barcelona y del Centro Médico Vitas Garraf, pero su historia profesional no empieza en un despacho ni en un comité de dirección. Empieza junto a los pacientes, al lado de una cama de hospital, con el uniforme de enfermera, turnos exigentes y una vocación que no surgió de inmediato, sino que se descubrió casi por casualidad. “De niña quería ser maestra”, confiesa.

Hace apenas una década, solo tres mujeres dirigían hospitales en España. Y de ellas, Anna era la única procedente del mundo de la enfermería. “Al acceder a los comités de dirección, el panorama era abrumadoramente masculino. En algunos foros, yo era una de las dos únicas mujeres, además de la más joven… y la única enfermera”, explica.

La sanidad llegó a su vida de forma progresiva, influida por el entorno familiar y por una curiosidad creciente hacia la biología y la medicina. Su objetivo fue estudiar Medicina, pero la nota no fue suficiente. “Lejos de vivirlo como un fracaso, decidí empezar enfermería con la idea, entonces provisional, de dar el salto más adelante“, explica. Nunca lo hizo. No porque no pudiera, sino porque se enamoró de la profesión. “Empecé la carrera y a los quince días ya estaba haciendo prácticas en un hospital. Y me enamoré de la enfermería”, recuerda.

Estudió en la Escuela de Enfermería Gimbernat, entonces adscrita a la Universidad Autónoma de Barcelona, en un momento en el que el centro apostaba por un modelo formativo pionero: contacto con el paciente desde el primer día, alto nivel clínico y una visión muy transversal del trabajo sanitario. Esa combinación marcó su manera de entender la profesión -y más adelante, la gestión-.

Anna se formó con una idea muy clara: en un hospital nada funciona de manera individual. “El paciente no es solo del médico o de la enfermera. Es de todos: celadores, administrativos, técnicos. Somos un equipo”, afirma.

Sus primeras prácticas la llevaron por la Clínica Platón, en el ámbito privado, y por el Parc Taulí de Sabadell, en la sanidad pública. Fue allí, en una planta de patología compleja con pacientes crónicos, donde confirmó que había encontrado su lugar.

Tras acabar la carrera, se especializó en paciente crítico y atención urgente. Se formó en atención prehospitalaria, trabajó en el SEM, pasó por unidades de intensivos y durante años compaginó la adrenalina de las urgencias con la atención domiciliaria en Lleida. “Trabajábamos en varios sitios a la vez. Hoy hay déficit de enfermeras, pero entonces éramos muchas y costaba encontrar estabilidad”, recuerda.

El salto a la gestión no fue planificado. Llegó, como tantas cosas en su trayectoria, de manera orgánica. En el hospital que hoy es Vitas Lleida, entonces recién adquirido por el grupo Adeslas, se planteó la creación de una unidad de semicríticos. Anna estaba allí, conocía a fondo la atención a pacientes críticos y aceptó colaborar. Lo que comenzó como un proyecto asistencial se convirtió en una oportunidad inesperada. “El hospital carecía de una estructura de dirección moderna y, cuando la enfermera inicialmente propuesta para la dirección de Enfermería no pudo asumir el cargo, alguien pensó en mí”.

La propuesta llegó en una cafetería. La respuesta, esa misma noche, en casa. “Le dije a mi madre que no tenía ni idea de gestión. Ella me contestó: ‘Tú siempre tiras para adelante. Para atrás, solo para coger impulso’”. Al día siguiente, Anna dijo que sí.

Así empezó una carrera directiva construida sobre el sentido común, el orden y la profesionalización. Reorganizó equipos, actualizó protocolos, impulsó la formación y transformó una enfermería vocacional en una estructura moderna y profesional. “Ordené el hospital”, cuenta entre risas.

Poco después, en pleno nacimiento del grupo Vitas, llegó otra llamada. Otra cafetería. Otra decisión sin vuelta atrás: le ofrecieron la gerencia del hospital.

En 2010, apenas tres mujeres dirigían hospitales en toda España. Hoy siguen siendo pocas, aunque más que entonces. Anna identifica las causas: “Es una profesión históricamente feminizada pero infravalorada, con una formación universitaria centrada exclusivamente en la asistencia, y una cultura que asumía que solo los médicos tenían la base para gestionar un hospital”. Con los años, esto ha cambiado: la medicina también se ha feminizado, la gestión se ha profesionalizado y el liderazgo ha empezado a diversificarse.

“Trabajo con personas y para personas”, repite Ana, que hoy lidera un comité directivo formado íntegramente por mujeres, algo que no fue buscado ni planificado. “Se ha dado. Yo siempre he creído que tienen que estar los mejores, sin cuotas ni etiquetas”.

Cuando levanta la cabeza y mira atrás, su trayectoria parece lógica. Pero no lo es. Fue intuitiva, valiente y profundamente vocacional. La de una enfermera que nunca dejó de serlo, ni siquiera al llegar a la cima de la gestión hospitalaria.

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