El primer bebé nacido mediante fecundación in vitro en España, una mujer, cumplirá en julio del año que viene 41 años. Victoria Anna (así se llama) es, pues, de la misma generación que nuestras dos protagonistas. A sus 42 años, la experiencia de Trini y Eva con las clínicas de reproducción asistida nada tiene que ver con el hito que supuso el nacimiento de Victoria.
Empecemos por el principio. Cuando una mujer congela sus óvulos puede tener mil motivos para hacerlo. Mil y uno. El trabajo, una enfermedad, la falta de pareja, de estabilidad económica, la carrera profesional, el miedo a la pérdida de fertilidad… En el caso de nuestras dos amigas, decidieron vitrificar sus óvulos hace casi una década. Lo hicieron porque podían, porque les hacía sentir libres elegir el momento exacto de su maternidad en caso de que quisieran que esta llegara. Les daba tranquilidad y opciones. “Yo me sentía super orgullosa y privilegiada por poder permitirme este proceso. Me parece una decisión muy empoderadora para nosotras, para las mujeres, porque decides sobre tu cuerpo, sobre tu maternidad, sobre tus tiempos”. La primera en hablar es Trini López, quien nos recalca que lo vivió todo como algo “muy bonito” y nos confiesa que llegó a hacer apología de ello. Su foto es la que acompaña este reportaje. Junto a ella está sentada su amiga, Eva. Nos dice que prefiere que no publiquemos su imagen, aunque sí quiere compartir su opinión: “Hace diez años lo veía como un ejercicio de mi libertad”. Es así de rotunda, y continúa: “Ahora lo veo como una condena. Estoy condenada a pagar por algo que no quiero hasta los cincuenta años . He tenido un cambio de perspectiva”.
Un cambio de perspectiva que se produce cuando, ya en la cuarentena, ambas deciden que no van a ser madres y acuden a la clínica para pedir la destrucción de sus óvulos. Y (‘sorpresa!) la clínica les dice que no. “La clínica nos dice que si queremos destruir esos óvulos no lo podemos hacer por decisión propia. Necesitamos dos informes de dos médicos diferentes que desaconsejen el embarazo”.
Se pueden imaginar la sensación de perplejidad. Es algo que no estaba en ninguno de los papeles que firmaron en 2015. Es algo que no sabían porque nadie se lo había contado. Porque sí. Aunque hayas tenido uno, dos o más hijos, tienes que seguir manteniendo a los óvulos que fueron congelados pero no fecundados.
Desiguales por ley desde antes de ser concebidos
Entonces, ¿qué hago si quiero destruir mis óvulos congelados? La respuesta no es sencilla. Mantener esos óvulos congelados cuesta entre 200 y 500 euros al año y hay quien piensa, por ejemplo, que si dejas de pagar, dejan de mantenerse y se destruyen. Pero no. Si no puedes pagar y no respondes por el motivo que sea a los requerimientos de pago de la clínica “ se entiende que no te quieres hacer cargo de ellos y pueden hacer lo que quieran con tus óvulos”, nos explica Trini. Para evitar esto, una mujer que quiera deshacerse de sus óvulos congelados tiene 3 opciones según la Ley 14/2006, de 26 de mayo, sobre técnicas de reproducción humana asistida.
- Opción 1: Donárselos a la ciencia. Eva se lo planteó. “Lo que me dijeron es que en ese momento no había ninguna investigación en marcha”, nos cuenta. Vamos, que esa opción, para ella no fue una opción.
- Opción 2: Donárselos a la clínica. Una clínica que muy posiblemente se los va a cobrar a una mujer que quiera ser madre y no disponga de sus propios óvulos. “Imagínate- nos cuenta Trini-. Es como que te digan: dónanoslo, que nosotros vamos a especular con ellos con familias que necesiten un donante”
- Opción 3: Conseguir dos informes médicos que desaconsejen su maternidad. “Lo que necesitan las mujeres para destruir sus ovocitos es demostrar que ya no están en condiciones clínicas para quedarse embarazadas. Para probarlo, la paciente necesita al menos dos informes de especialistas independientes al centro de fertilidad”, nos explica el asesor jurídico de la Sociedad Española de Fertilidad, Fernando Abellán. Esto implica que si en un futuro la mujer decide cambiar de opinión e intentar someterse a un nuevo procedimiento de extracción y fecundación, no podría. Para Trini, esta opción acaba con el derecho a cambiar de opinión: “Si pagas por este tipo de informes, te los hacen. Y si los mandas a la clínica de los óvulos, los óvulos tienen que destruirse. Pero si yo en un futuro decido ser madre y tengo alguna complicación y quiero recurrir a la inseminación artificial, pues evidentemente ya tengo dos informes por los que he pagado y no podría entrar en ningún proceso para ser madre”.
Existe una cuarta opción que la ley no recoge: cerrar los ojos, no decidir abiertamente y dejar de pagar. “Si no puedes pagar y no respondes a los requerimientos de pago de la clínica lo que entienden es que no te quieres hacer cargo de ellos y que pueden hacer lo que quieran con tus óvulos. Pero tú, como persona donante y como responsable de tus óvulos y de tu genética no puedes decidir destrozarlos. Si dejas de pagar porque decides dejar de pagar o porque no puedes hacerte cargo de ellos, la clínica se encarga de usarlos según les convenga”.
Si finalmente la mujer decide seguir pagando, sus gametos se mantendrán obligatoriamente solo hasta que cumpla 50 años. Porque en ese momento se entiende que deja de ser fértil y sus óvulos pueden destruirse.
Un problema solo de mujeres
A ellos esto (como tantas otras cosas) no les pasa. Para empezar, congelan menos ya que dejan de ser fértiles más tarde y de una manera más progresiva. Ni la sociedad ni la biología les empujan. Y para seguir, porque ellos pueden hacer con su semen congelado lo que quieran cuando quieran. ¿Que quieren destruirlo? Lo destruyen. ¿Que quieren mantenerlo hasta que cumplan 100 años? Lo mantienen. “En el caso del varón no es necesario demostrar ni presentar nada”, nos cuenta el abogado Fernando Abellán. Basta con firmar un consentimiento informado.
“De nuevo yo siento una vez más que los temas que tienen que ver con las mujeres, con la maternidad, se minimizan, se invisibilizan”, nos dice Eva. “El hecho de que los señores que donan espermatozoides puedan decidir destruirlos cuando puedan y que nosotras no podamos evidencia de nuevo, una vez más, la desigualdad de género, la desigualdad de elegir sobre nuestra vida, nuestro cuerpo y nuestra maternidad”, añade Trini. “He pasado de sentirme empoderada a sentirme ninguneada y me da mucha rabia”.
Le preguntamos a la Sociedad Española de Fertilidad y nos aseguran que no solo es una situación que conocen, sino que además es algo que han trasladado varias veces: “La Sociedad Española de Fertilidad ya ha comunicado varias veces a la administración que esta situación no debería ser así”, recalca Fernando Abellán.
De momento, ni Eva ni Trini saben qué van a hacer con sus óvulos. Mientras lo piensan, pagan y aguantan que la gente les diga que esperen, por si cambian de idea. Algo que, si fueran hombres, no les pasaría.