Crianza

De niña a mujer: el complejo del bañador después de la primera regla

No es sencillo para una adolescente volver a la playa después de un año de cambios físicos. Necesita tomarse su tiempo para amar su cuerpo

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Una niña con bañador se divierte en la piscina
Shutterstock

Recuerdo ese último verano que se despidió dejando ya alguna pista de lo que estaba a punto de llegar, un auténtico torbellino hormonal, físico, emocional… Donde antes había una tabla, crecieron dos pechos, incómodos y a ratos hipersensibles; el vello púbico y de las axilas campó a sus anchas y las caderas se redondearon. No fue quedando ni sombra de la estructura absolutamente recta, milimetrada y sin alma que había sido hasta entonces mi cuerpo. Tenía doce años y me costó mirarme en un espejo. Por fin lo hice y necesité un buen rato para reconocerme. Fue un momento íntimo y desconcertante, pero revelador.

Si la prueba del espejo fue complicada, mucho más plantarme en bañador ante la mirada de esos amigos que aún tendrían que esperar un par de cursos para llegar a mi nivel. El cambio les debió de resultar tan abrupto que todas las miradas iban en una misma dirección. O eso creía yo. Hasta la pubertad, una niña apenas presta atención a su imagen, menos aún a su cuerpo. Al llegar esta transformación es cuando empieza a tomar conciencia y resulta confuso sentirse adolescente en un cuerpo repentinamente de mujer.

El cuerpo va tomando forma, pero no a la medida de nuestros caprichos. No se sabe si sentir orgullo o vergüenza. En la era de Instagram, no es fácil precisar si el parecido es mayor con la influencer de turno o con la silueta de cualquiera de las madres que pasean alegremente sus curvas por la orilla del mar. No es negativo, sino extraño. Una mezcla de pudor y fascinación. Todo suena a nuevo y ninguna prenda sentará ya igual. Menos aún el bañador. Cualquier risita alrededor, cualquier cuchicheo, parece tener el mismo foco de atención, aunque no sea así.

Los puntos de referencia

Ese último verano de niña a mujer es universal. También las emociones, las reacciones, el caminar con la toalla alrededor del pecho, el no desprenderse de la camiseta y el desear que los brazos abarquen la totalidad del torso para poderlo ocultar. Es un cuerpo que hay que aprender a habitar, una evolución que no será lineal y necesitará sus momentos. Solo el entorno, la alimentación saludable y la actividad física ayudarán a experimentar estos cambios de una forma positiva y a vivir este periodo como un paso bonito hacia una adolescencia que puede ser apasionante.

La transformación física coincide con una etapa nueva llena de experiencias y, por suerte, hemos dejado atrás esa época en la que cultural y socialmente la menstruación era un tema tabú, incómodo. Ahora la comunicación entre madre e hija es algo natural y valiosa para entender, aceptar y respetar tanto nuestra naturaleza cíclica como nuestro cuerpo cambiante. Conversando, desmontamos las falsas creencias y las actitudes negativas. Compartiendo ideas, preocupaciones dudas y vivencias, reforzamos también el vínculo materno filial.

Cada mujer es diferente y precisamente esa diferencia nos hace únicas, pero hay que aceptarla y amarla. El punto de referencia no puede ser Instagram ni ninguna otra red social donde la belleza se construye a base filtros y aplicaciones sugiriendo objetivos tan irreales como indeseables. El talento es belleza, la seguridad en una misma es belleza. Hay muchas cualidades que nos pueden hacer sentir muy bien. No estaría mal que los adultos predicásemos con el ejemplo amando nuestros cuerpos y evitando esos juicios que nos hacemos a nosotros mismos sobre la fealdad o la gordura delante de nuestros hijos.

La adolescencia es, además, una época magnífica para poner a su alcance literatura femenina y libros de mujeres inspiradoras, como Frida Kahlo, Marie Curie o Clara Campoamor. Sus historias transmiten el valor del talento y permiten alejarse de otras presiones y obsesiones.

Ideas para la autoestima

Child Mind Institute destaca la gran influencia de los padres en la autoestima de sus hijas en esta etapa tan crucial y propone algunas ideas:

  • Evitemos comentarios acerca de nuestra imagen corporal u obsesiones con la comida.
  • Ayudemos a desarrollar un sentido crítico frente a los contenidos de la televisión o las redes sociales.
  • Creemos ocasiones en las que se exprese y alce la voz, en lugar de educarla para complacer.
  • Facilitemos su acceso a actividades deportivas que le hagan ganar seguridad en sí misma.
  • Los elogios ayudan a construir su identidad, pero no cuando están basados en su apariencia física.
  • Apartemos las revistas que ofrecen una belleza estereotipada. Quince minutos son suficientes para generar frustración.
  • No necesita ser salvada, sino escuchada y amada. No es una damisela en apuros.
  • Validemos sus inquietudes y las preocupaciones que le generan su imagen corporal. Esto ayudará a elegir prendas que le hagan sentir bien.
  • Sigue siendo una menor, cuidemos los contenidos que consume.