Los incendios en Galicia han vuelto a convertirse en una pesadilla recurrente. Las llamas se han extendido en las últimas jornadas por cuatro provincias. Especialmente, en A Coruña y Pontevedra, donde los fuegos forestales han alcanzado núcleos habitados, obligado a activar planes de emergencia y a desplegar a la Unidad Militar de Emergencias (UME) para evitar un desastre mayor.
En total, más de una decena de focos activos han puesto en jaque a brigadas, vecinos y autoridades locales. Se trata de uno de los veranos más complicados que se recuerdan en la comunidad.
La Costa da Morte y Pontevedra, en el epicentro de la emergencia
En la Costa da Morte, los incendios en Galicia han golpeado con fuerza los municipios de Ponteceso y Camariñas. Allí, las llamas se propagaron rápidamente por zonas forestales y pastos secos debido al calor extremo y los vientos cambiantes. Aunque la Situación 2 de emergencia fue desactivada en las últimas horas, el fuego ha dejado más de 110 hectáreas calcinadas y ha obligado a cortar caminos, evacuar preventivamente a los vecinos y mantener el despliegue de medios terrestres y aéreos.
Pero los incendios en Galicia han tenido su frente más peligroso en el sur de Pontevedra. En As Neves y Salceda de Caselas, el fuego alcanzó zonas cercanas a viviendas, forzando confinamientos, bloqueando carreteras secundarias y generando una gran tensión entre la población. La Xunta volvió a activar el nivel de alerta máxima, mientras los equipos de extinción trataban de contener los fuegos en medio de condiciones meteorológicas adversas, con temperaturas por encima de los 35 grados y rachas de viento que complicaban cada maniobra.
Más de 400 efectivos desplegados ante un riesgo que no cesa

La magnitud de los incendios en Galicia ha requerido la movilización de más de 400 efectivos entre bomberos, agentes forestales, militares de la UME, voluntarios de Protección Civil y medios aéreos. En varias localidades, los vecinos colaboraron directamente con cubas de agua, mangueras caseras o ayudando en las labores de vigilancia para evitar que las llamas llegaran a sus casas. Brantuas y A Graña, otros dos puntos críticos en A Coruña, se han llegado a quemar más de 270 hectáreas.
En Lugo, el fuego también ha hecho estragos. La zona de A Fonsagrada sigue registrando focos activos, aunque controlados parcialmente gracias a la rápida intervención de los equipos de emergencia. Los incendios en Galicia se han intensificado en este inicio del mes de agosto, coincidiendo con la ola de calor que afecta a toda la península y que ha elevado el riesgo extremo de fuego en prácticamente todo el territorio gallego.
Sospechas de intencionalidad y un sistema forestal desbordado
Las investigaciones abiertas apuntan a que al menos algunos de los incendios en Galicia podrían haber sido provocados de manera intencionada. Así lo han confirmado fuentes del operativo, que ya han recopilado indicios en varios focos simultáneos aparecidos en Ponteceso y Camariñas, donde las condiciones de propagación no justificarían por sí solas el origen múltiple de las llamas. La Fiscalía de Medio Ambiente ha abierto diligencias preliminares.
La dimensión del problema va más allá de los daños medioambientales. Los incendios en Galicia afectan al ecosistema forestal, al sector ganadero y turístico y, sobre todo, al modo de vida en las zonas rurales. La pérdida de superficie arbolada no solo representa una amenaza ecológica, sino también económica. Destruye cultivos, cierra caminos y deja atrás terrenos improductivos durante años. En muchos casos, los vecinos denuncian que las ayudas para la recuperación apenas llegan o lo hacen tarde.

Además, los incendios en Galicia reavivan el debate sobre la gestión forestal. Los expertos apuntan a la necesidad de una estrategia a largo plazo que combine la limpieza de montes, el fomento de actividades agroforestales sostenibles y un sistema de vigilancia más eficaz. Con sensores térmicos, drones y mayor dotación para los retenes durante los meses de verano.
Por ahora, el control de los incendios en Galicia sigue siendo una tarea compleja. Aunque algunos frentes han sido estabilizados o apagados en las últimas horas, la alerta permanece activa y la meteorología no acompaña. La Xunta ha pedido prudencia a la población, ha restringido el uso de maquinaria en zonas rurales y ha suspendido actividades en áreas forestales de riesgo. Mientras tanto, muchos vecinos siguen en vela, temiendo que el viento vuelva a cambiar y el fuego regrese sin aviso.