Esta semana saltó la noticia de un potencial fichaje “galáctico”, pero que, por una vez no tenía que ver con los habituales campos de juego. Daniel Francis, ex ingeniero de informática y fundador de Abel, una empresa de Inteligencia artificial californiana, apuntaba en sus redes que Meta (Facebook) había ofrecido cerca de 1.250 millones de dólares a un ingeniero especializado en IA para hacerse con sus servicios. El “módico” sueldo se repartiría en cuatro años. Pero la noticia no fue tanto la suma de tan suculenta oferta, sino el “no” rotundo emitido por el técnico de la cantera.
La cifra, jamás confirmada oficialmente (pero tampoco desmentida) ha abierto un gran debate sobre el goloso mercado que representa el talento tecnológico en un momento en el que las compañías más valiosas no viven ya de manufacturar productos sino de almacenar, trasladar, organizar y monetizar nuestros datos.
Ingenieros de IA: la nueva liga millonaria
El mercado de perfiles especializados en tecnología, y en particular el de la Inteligencia Artificial, se ha disparado. No es la primera vez que dicha industria desata un gran revuelo con movimientos de dorsales y banquillos. Ya ocurrió durante la burbuja de las “punto com” con Apple, Google y Amazon. Pero lo que estamos viendo ahora con la IA recuerda más a cifras del fútbol moderno que a cualquier otra economía.
La estrategia de Meta, en este caso, responde a una necesidad acuciante de no perder ventaja sobre su competencia. No busca solo talentos, sino que quiere hacerlo antes que nadie se los quite. Como cuando un club de fútbol rastrea las distintas canteras para quedarse con las más jóvenes y talentosas promesas.
Con unos beneficios de cerca de 48.000 millones de dólares al cierre de este segundo trimestre, Mark Zuckerberg puede sentirse más que satisfecho de su trabajo. Esta buena salud financiera le permite enfrentar con cierta tranquilidad los más de 70.000 millones que la empresa pretende invertir en IA. Su voluntad de colocar su Superintelligence Labs entre los mejores laboratorios incluye unos paquetes remunerativos para empleados de hasta 100 millones de dólares el primer año y, en algunos casos, sumando otros cientos de millones a medio plazo.
En un país tan futbolero como el nuestro, es tentador compararlo con las abultadas retribuciones de Messis y Cristianos. Salvo que en este nuevo mercado no se compran habilidades físicas, sino capacidades intelectuales y visionarias.
¿Cómo decir que no a tanto dinero?
Sin lugar a duda y al margen de la astronómica propuesta, la negativa del desconocido ingeniero a aceptar el puesto de trabajo es la que ha despertado el interés de muchos medios. Y parece que no es un caso aislado ya que según la prestigiosa revista Wired, más de una docena de investigadores de otra empresa llamada Thinking Machines, declinaron propuestas similares.
Las razones expuestas no fueron los incentivos económicos, sino ciertos desajustes con los valores de las empresas contratantes, el escepticismo sobre los objetivos concretos de los proyectos, y la falta de confianza en algunos estilos de liderazgo. En definitiva, una disonancia con el propósito de vida y la situación profesional y emocional de los potenciales candidatos.
Mark Zuckerberg (Meta) defendía recientemente en el diario The Guardian que su empresa no podía quedarse atrás. Captar los mejores talentos es la piedra angular de sus futuros ingresos y valor en bolsa. Aun así, no todos los profesionales se sienten cómodos con esas propuestas laborales de vértigo. Muchos investigadores consideran que el futuro de la IA no puede estar subordinado a resultados trimestrales y mucho menos al monopolio de una de las mayores redes sociales.

Business Insider, otra revista del sector empresarial americano, recogía las opiniones de Mustafa Suleyman, Ceo de Microsoft AI y cofundador de DeepMind. Según Suleyman, Meta está desesperada por conseguir cierta credibilidad en un área que no controla y no le queda otra que sacar la billetera. Lo paradójico es que cuando más altos sueldos ofrecen, menos atraen. A esos niveles, los ingenieros suelen buscar una visión más holística, un compromiso a largo plazo, un verdadero propósito en su vida. Esas ofertas desorbitadas hacen que los potenciales candidatos sean más precavidos.
Un mercado laboral en plena reprogramación
Si comparamos con las grandes figuras futbolísticas, los salarios de estos ingenieros dan una idea de este nuevo panorama. Si Neymar sigue siendo el fichaje más caro de la historia (222 millones tuvo que desembolsar el PSG en su día) o Messi y Ronaldo giran en torno a sueldos de más de 20 millones anuales, aquí estamos hablando de 300 millones anuales, sin merchandising ni ingresos por imagen de un rostro desconocido. Aun así, la magnitud de estos fichajes estelares se puede explicar por las repercusiones en el negocio y futuros valores bursátiles. La IA es un campo de alta importancia estratégica. No solamente a nivel económico sino también en los ámbitos sociales, financieros y geopolíticos.
Una oportunidad para millones de jóvenes
Mucha tinta ha corrido estos últimos meses sobre los riesgos y amenazas de estos avances computacionales. La IA dejará miles de procesos empresariales obsoletos y millones de puestos de trabajo sin sentido. No obstante, para las nuevas generaciones es una oportunidad de oro.
Y esto no va solo de élites. Los padres (y niños) de hoy deben pensar ya en su formación a corto y medio plazo. Al margen de ingenieros, informáticos y programadores, requerirán miles de nuevos perfiles como diseñadores, encargados de ética algorítmica, consultores en transformación digital.
Incluso para los que se vean impactados de lleno en plena carrera laboral, la IA no será un tema reservado al más intelectual. Se están ofreciendo decenas de programas de formación gratuitos para afrontar ese cambio tan radical como inédito. Muchos proyectos requerirán durante “un tiempo” de profesionales experimentados, pero luego será muy difícil escapar a un destino laboral desconocido.
No todos los profesionales podrán pretender ser los futuros Mbappé de la Inteligencia Artificial, pero desde luego, se abren muchas ventanas para crecer profesionalmente en esas áreas. Los “fichajes estrella” de mañana disfrutan probablemente aún de su tierna adolescencia, pero es el momento para encarrilar sus estudios hacia unas carreras más adaptadas a esta nueva etapa. Una era en la cual todos deberemos buscar nuestro camino, definir nuestros principios y propósitos, y estar dispuestos a cambiarlo todo.