No habrá documento más honesto para hablar de la fuerza laboral femenina que los restos de dos mujeres que trabajaron en la minería hace 6.000 años. Los arqueólogos los encontraron en el interior de un antiguo pozo minero del bosque de Krumlov, en la actual Moravia del Sur (Chequia). Correspondían a dos hermanas enterradas junto a un recién nacido que vivieron a finales del Neolítico, según un estudio publicado en la revista Archaeological and Anthropological Sciences. Combinando genética y antropología, un equipo de investigadores ha realizado una reconstrucción facial hiperrealista en 3D de las dos.
El trabajo ha sido posible gracias a la buena conservación de los cráneos. Sobre moldes de silicona, se colocaron ojos protésicos, cabello y vestimenta inspirada en hallazgos textiles neolíticos. A una de ellas, bautizada por los científicos como mujer H1, se la ha representado con una blusa sencilla y un pañuelo de fibra vegetal. Su cabello aparece sujeto con una redecilla de aguja. La segunda, identificada como H2a, viste lino rudimentario y lleva tiras de tela trenzadas en el pelo.
Condiciones extremas
El resultado, expuesto en el Pabellón Anthropos del Museo Moravo de Brno, ha conseguido humanizar lo que, hasta hace poco, eran restos anónimos. El hallazgo revela, además, hallazgos significativos de la vida cotidiana en este campo minero de sílex, uno de los más importantes de la prehistoria europea. Uno de ellos es que la mujer minera ya existía. Cargó, cavó y resistió bajo condiciones extremas. El testimonio es suficiente para hacer inclinar la cabeza a quienes tantos estereotipos han volcado a lo largo de la historia. Y persisten.
A escala mundial, el porcentaje de mujeres en la minería oscila entre el 13% y el 22%. En España, apenas llega al 12%, según el Ministerio de Industria, aunque podría ser bastante más bajo. Es un trabajo conocido por su dureza física y sus condiciones exigentes y, en el caso de la mujer, se ha visto condicionado por la discriminación de género. Las mujeres mineras han demostrado ampliamente que pueden desempeñar sus tareas con la misma resistencia que los hombres, tanto en posiciones de mando como en faenas operativas. A pesar de esto, en países como Canadá, el 40% de las mineras declaran haber sufrido conductas sexistas, acoso físico y discriminación laboral.
El hallazgo de estas dos mineras pioneras, con sus lesiones, fracturas mal curadas, desgaste vertebral y marcas de esfuerzo, revela con brutal claridad y sin sesgos de ningún tipo su participación directa y activa en la extracción de sílex. Las mujeres desempeñaban trabajos duros, peligrosos y físicamente exigentes, lo que debería obligar a reconsiderar las rígidas divisiones de género en la prehistoria.
Los restos óseos se encontraban en la Sima n.º 4 del distrito VI del yacimiento, que se excavó en el pasado para extraer sílex jurásico. El primer esqueleto apareció a seis metros de profundidad, acompañado del cráneo de un perro. Un metro más abajo yacía la segunda mujer, con un recién nacido sobre el pecho. Junto a ellos, los restos óseos de otro perro.
Delgadas y de baja estatura
El análisis antropológico determinó que ambas eran mujeres adultas de entre 30 y 40 años, de complexión delgada, pero con evidentes signos de trabajo físico intenso en sus cuerpos. La mayor medía 148,4 cm y la menor 146,1 cm. El estudio genético confirmó su parentesco directo y desveló algunos detalles fenotípicos. La mujer H1 tenía los ojos verdes o color avellana y posiblemente el cabello oscuro. La que estaba enterrada más abajo, H2a, tenía probablemente los ojos azules y el cabello claro. El análisis isotópico del estroncio demostró que ambas eran de procedencia local, nacidas y criadas en la zona del bosque de Krumlov.
El estudio de los isótopos de carbono y nitrógeno indicó que la dieta de las dos mujeres se había basado, sobre todo, en plantas C3, como el trigo duro, pero con una proporción de proteína animal superior a la habitual en las comunidades neolíticas de Europa Central. Este patrón alimenticio, comparable al de las poblaciones neolíticas de Dinamarca, podría relacionarse con el aporte energético necesario para realizar un trabajo físicamente tan exigente como la minería, unido al fácil acceso a la carne de caza en un entorno boscoso como el de Krumlov.
No tuvieron una vida fácil
El estado de salud de las hembras, determinado mediante análisis paleopatológicos, reveló que no tuvieron una vida fácil. Ambas sufrieron repetidamente diversas enfermedades, aparentemente febriles, durante la infancia, que se manifestaron mediante signos inespecíficos de estrés en el esqueleto (hipoplasia del esmalte dental, líneas de Harris).
En la edad adulta, sobrecargaron desproporcionadamente sus columnas, especialmente la lumbar, al cargar cargas pesadas y probablemente al trabajar en posición inclinada hacia adelante. Esto se evidencia por la presencia de osteofitos y nódulos de Schmörl y espondilólisis, probablemente de origen traumático. La pseudoartrosis del cúbito en una de las hembras respalda la teoría de que las hembras tuvieron que trabajar físicamente duro en la mina durante su vida, incluso en caso de lesión.
El cuerpo H2a estaba acompañado por el esqueleto de un bebé, incompleto y mal conservado, que pertenecía a un recién nacido a término (38-40 semanas). El análisis genético determinó que no era hijo de ninguna de las mujeres. Pudo tratarse de un fallecimiento simultáneo, de un rito funerario o de un sacrificio.