La NASA ha lanzado una advertencia que ha despertado el interés de astrónomos y curiosos por igual. El cometa 3I/ATLAS, recién detectado en nuestro vecindario cósmico, no será el único visitante interestelar que nos cruce en los próximos años. Este cuerpo helado, procedente de otro sistema estelar, se ha convertido en el tercer objeto de su clase observado desde la Tierra, tras los ya famosos 1I/Oumuamua y 2I/Borisov. Su hallazgo abre un nuevo capítulo en la exploración del cosmos y en la comprensión de los mensajes que estos viajeros traen desde regiones remotas del universo.
El cometa 3I/ATLAS: un testigo del origen del universo
El cometa 3I/ATLAS se mueve a una velocidad tan descomunal que apenas permanecerá unas semanas al alcance de los telescopios antes de volver a perderse en el vacío interestelar. Los datos obtenidos por los observatorios espaciales Hubble y James Webb, junto con varias sondas que orbitan Marte, indican que su edad podría superar los 7.000 millones de años. Eso lo convertiría en un auténtico fósil del universo primitivo, anterior incluso a la formación del sistema solar.
Los astrónomos calculan que el núcleo helado del cometa 3I/ATLAS tiene un diámetro que oscila entre los 400 metros y los tres kilómetros. Su composición, rica en hielo y materiales orgánicos, podría ofrecer pistas cruciales sobre cómo se formaron los primeros planetas y cómo surgieron las moléculas que dieron origen a la vida. De ahí que cada paso de estos objetos sea observado con una mezcla de fascinación y urgencia científica.
Los límites de nuestra tecnología frente al cometa 3I/ATLAS

Sin embargo, detectar un visitante como el cometa 3I/ATLAS es solo el primer paso. Lograr interceptarlo o estudiarlo de cerca es un desafío monumental. Su velocidad, combinada con el escaso margen entre su descubrimiento y su paso cercano, hace casi imposible enviar una misión a tiempo.
Un ejemplo ilustrativo fue la propuesta de redirigir la sonda Juno, actualmente en órbita de Júpiter, para acercarse al cometa 3I/ATLAS. Aunque la idea entusiasmó a la comunidad científica, finalmente se descartó por la falta de combustible y por un fallo en uno de sus motores principales. El tiempo, una vez más, jugó en contra.
Ante estas limitaciones, las agencias espaciales buscan soluciones que permitan adelantarse a futuros hallazgos. La Agencia Espacial Europea (ESA) lidera el desarrollo de una misión llamada Comet Interceptor, cuyo objetivo será precisamente interceptar uno de estos cuerpos en pleno vuelo interestelar.
Comet Interceptor: la apuesta europea para estudiar nuevos visitantes
La misión Comet Interceptor será lanzada en los próximos años y esperará “pacientemente” en un punto estratégico del espacio, conocida como la órbita de Lagrange 2. Desde allí, permanecerá en una especie de vigilia cósmica hasta que se detecte el próximo visitante interestelar, ya sea un cometa de largo período o un objeto similar al cometa 3I/ATLAS.
Cuando llegue el momento, la sonda se desviará hacia su objetivo y lo estudiará de cerca, obteniendo datos que, según los científicos, podrían cambiar nuestra comprensión sobre el origen del sistema solar. Esta estrategia de anticipación busca resolver el mayor problema que plantea el cometa 3I/ATLAS y sus semejantes: el tiempo. Descubrirlos con más antelación permitiría planificar misiones reales de contacto y análisis directo.
Mientras tanto, la NASA y otras agencias siguen investigando tecnologías de propulsión ultrarrápida y maniobras asistidas por gravedad que permitan alcanzar velocidades suficientes para interceptar objetos como el cometa 3I/ATLASsin agotar el combustible disponible.
El futuro: más cometas interestelares en camino
La NASA advierte de que el cometa 3I/ATLAS no será un caso aislado. Gracias a los avances en detección óptica y a la inminente entrada en funcionamiento del Observatorio Vera Rubin en Chile, los astrónomos esperan identificar entre uno y dos objetos interestelares cada año. Este observatorio, que contará con uno de los telescopios más potentes del mundo, permitirá descubrir estos cuerpos con suficiente antelación como para planificar su observación en detalle.

Si las previsiones se cumplen, en la próxima década podríamos estudiar varios visitantes como el cometa 3I/ATLAS, abriendo una nueva era en la astronomía moderna. Cada uno de ellos puede revelar aspectos únicos sobre su sistema de origen: condiciones climáticas extremas, formaciones planetarias exóticas o incluso indicios de materiales precursores de la vida.
El paso del cometa 3I/ATLAS recuerda que nuestro sistema solar no está aislado, sino inmerso en una red galáctica en constante movimiento. Estos visitantes nos conectan con regiones tan lejanas que escapan a la imaginación humana. Cada cometa interestelar es, en el fondo, una carta enviada desde otro rincón de la galaxia, escrita con los fragmentos de su historia.