Maternidad y poder

Las ministras tienen más hijos que la media

La tasa de fecundidad en el Gobierno es de 1,45 hijos por mujer frente al 1,2 del resto de las españolas. La maternidad y el poder son compatibles pero, ¿por qué el debate sigue siendo necesario?

En verano de 1984, Margaret Thatcher apareció en un programa de entretenimiento en la televisión británica. No era lo usual, pero tampoco fue casual. Con una encarnizada huelga de mineros como fondo y las cargas sobre la primera ministra, a la que acusaban de insensible y dictatorial, los asesores pensaron que sería beneficioso destacar su lado humano como esposa y madre. “¿Descansa usted alguna vez?”, le preguntaron. “Las mujeres tienen una capacidad especial para poder con todo”, respondió. Citó casa, trabajo, crianza y cualquier cosa inesperada. “Yo no soy distinta”, sentenció intuyendo que estaba ante una de las herramientas de persuasión más poderosas: televisión y maternidad.

Lo cierto es que la Dama de Hierro, sabia en el manejo de la política, era incapaz de desenvolverse con sus gemelos Mark y Carol, según desveló Charles Moore en Margaret Thatcher, la biografía autorizada. Nunca supo armonizar su ambición personal con la responsabilidad familiar. Más de cuatro décadas después, sigue siendo oportuno hablar de poder y maternidad. ¿Es necesario elegir? ¿Implica un desafío mayor? Las 11 ministras del Gobierno de Sánchez suman 16 hijos. Su tasa de fecundidad, 1,45 por mujer, supera ligeramente a la media en España (1,12 hijos), pero está lejos de esos 2,1 hijos por mujer que garantizaría el reemplazo generacional.

Tanto ellas como sus antecesoras han ido redefiniendo en los últimos años lo que significa ser política y madre. “La imagen que representan es poderosa”, opina Julio Daniel Márquez, consultor político y autor de El Arte de la Mujer en la Política. Pero reconoce que la complejidad es doble. “No es solo una cuestión de equilibrio entre la vida laboral y familiar, también un desafío intrincado de percepciones, expectativas y responsabilidades que a menudo se entrelazan de manera compleja. Las madres en política se encuentran en una encrucijada de roles y son juzgadas no solo por su eficacia política, sino también por su capacidad para cumplir con las expectativas tradicionales”.

Mónica García (Madrid, 1974), la maternidad como eje de la política

En 2021, la ministra de Sanidad articuló su candidatura a la presidencia de la Comunidad de Madrid por Más Madrid en torno a la triple M: madre, médica y madre. “La idea de la familia no es patrimonio exclusivo de la derecha”, justificó Pablo Gómez Perpinyà, su jefe de campaña, cuando los ciudadanos cuestionaron qué valor aportaba el hecho de ser madre. “Teníamos que presentar a nuestra candidata y su forma de ver la vida y la política están atravesadas por lo que es”, añadió.

El argumento emocional por la vía de la maternidad no convenció, especialmente en los entornos más feministas. “Menuda trampa convertir la maternidad en un supuesto valor en política”, publicó la politóloga Saray Espejo en sus redes. En 2015, García decidió llevar a su hija recién nacida, Rosa, a las Asambleas. Una década después, insiste en reforzar su imagen ministerial sirviéndose de sus tres “chimuelos”.

Yolanda Díaz (Ferrol, 1971), crianza en solitario

En política, igual que fuera de ella, las madres desarrollan estrategias para manejar sus tiempos y buscar redes de apoyo. En esa tesitura se encuentra Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, más después de su separación en febrero de 2024 de Juan Andrés Meizoso, padre de su única hija, Carmela. Apela a su carácter gallego para explicar cómo se las maravilla en su rutina: “Soy una madre galega, tenemos ciertas peculiaridades. Hago múltiples esfuerzos para no dejar ni perderme a mi hija. No lo voy a permitir jamás”. La niña, ya adolescente, vive con ella en la vivienda del Ministerio y la acompaña a todas partes, como se observa en su paseo con Ada Colau.

También está separada María Jesús Montero (Sevilla, 1966), vicepresidenta primera y ministra de Hacienda. Su traslado a Madrid en 2018 implicó abandonar su ciudad natal, donde siguen viviendo sus dos hijas, ya veinteañeras, con las que se reunirá en su nuevo paso al frente. A pesar de su vivo carácter, es extremadamente reservada en lo que respecta a su maternidad. Solo en una ocasión contó que cuando su hija Julia tenía cinco años y le preguntaron qué sería de mayor, contestó que consejera no, porque “su madre trabajaba mucho”.

Ser madre y ejercer el poder

“¿Descansa usted alguna vez?” La misma pregunta que le hicieron a Margaret Thatcher en 1984 se la formularon no hace mucho a la jueza estadounidense Amy Coney Barrett, madre de siete hijos. “Aunque soy jueza, en casa soy más conocida como madre de familia, chofer de trayectos compartidos y organizadora de fiestas de cumpleaños”, dijo. Ana Patricia Botín, presidenta del Banco Santander, tiene cuatro hijos, los mismos que Nadia Calviño, presidenta del Banco Europeo de Inversiones. ¿Es necesario preguntarles si poder y maternidad son compatibles?

Sira Abed Rego (Valencia, 1973), ministra de Juventud de Infancia, es madre de Omar, un adolescente que, como escribió en sus redes sociales el 7 de febrero, con motivo de su cumpleaños, está en la frontera de entrada a la edad adulta, “cuando aún tenemos un cuaderno en blanco donde pensar sin límites lo que queremos ser”.

Como política, en su biografía resulta más interesante su propia infancia y su posición actual con respecto a Hamas, muy criticada en redes. Hija de padre palestino, se crio en Anata, Jerusalén, donde sigue viviendo parte de su familia, sufriendo en primera línea el conflicto.

Sara Aagesen Muñoz (Madrid, 1976), ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, es madre de dos hijos (chico y chica), fruto de su relación con Diego Fernández-Polanco. Los define como “una fuente renovable de sonrisas y energía”. No usa redes sociales y, en lo personal, deja ver muy poco. Si tiene que estar visible, lo hace bajo el compromiso de ser un referente de mujeres en sectores tan clásicamente masculinizados.

Los hijos vertebran su vida, pero no su política

Para Pilar Alegría (Zaragoza, 1977), ministra de Educación, la maternidad es su roca, tanto como hija de Adoración como madre de Carlos, con quien vive en la residencia oficial del ministerio y por el que se desvive por “pasar tiempo con él, y un tiempo de calidad”. En redes se presenta “aragonesa, dialogante y socialista. Adicta a la sonrisa de mi hijo”. En octubre de 2022 rompió discretamente su habitual reserva para felicitarle por su noveno cumpleaños.

Su perfil como madre y política es similar al de Isabel Rodríguez García, (Ciudad Real, 1981), ministra de Vivienda, casada y con dos hijos. No suele ofrecer detalles de su vida privada, pero sí ha puesto el acento en el reto de equilibrar la esfera familiar con la política. Dice en sus redes que ser madre le hizo valorar más a la suya. Ha compartido también algún momento, como los juegos de su hijo Mario o la primera excursión con Isabel.

Elma Saiz Delgado (Pamplona, 1975), ministra de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, también está casada y tiene dos hijos. De su vida personal se conoce más su afición al running que su faceta maternal, aunque no pudo evitar expresar su amor con motivo de uno de los cumpleaños.

Ana Redondo (Valladolid, 1966), ministra de Igualdad, está casada y tiene dos hijas veinteañeras. Prescinde de redes sociales, lo que le facilita guardar la privacidad familiar. En febrero de 2024, la Asociación Yo No Renuncio le entregó mil cartas de madres que tienen que renunciar a sus carreras profesionales al tener hijos. ¿Ser madre le permitió recibir sus letras con especial sensibilidad?

La no maternidad en política

Margarita Robles (León,1956), ministra de Defensa, no tiene una cuenta personal en redes sociales y separa su vida personal de la política con asombrosa naturalidad. No es madre y ha sido una mujer precursora. Con 25 años era ya la cuarta jueza de España y se ha mantenido en el poder desde los gobiernos de Felipe González. Tampoco es madre Diana Morant (Gandía, 1980), ministra de Ciencia, Innovación y Universidades. Políticamente, no debería suscitar ningún comentario sobre si esta circunstancia ha sido o no ventajosa para ellas.

Los hijos no son una credencial en política, ni tampoco un atributo necesario para ejercer el poder con mayor calidez o empatía, pero, como resalta Julio Daniel Márquez, sus esfuerzos para equilibrar el éxito profesional con el cuidado de los hijos y su propio bienestar físico pueden tener un impacto positivo en la búsqueda de soluciones conciliadoras.