¿Por qué la ‘L’ encabeza las siglas LGTBI+? El significado y la historia detrás del orden de las letras

La “L” que abre las siglas LGTBI+ no está allí por azar. Es el reflejo de una historia tejida con valentía, resistencia y cuidado

Un cartel de una manifestación con las siglas del colectivo LGTBIQ+.

Cada letra de las siglas LGTBI+ representa una identidad o vivencia dentro del colectivo: Lesbianas, Gais, Trans, Bisexuales, Intersexuales, y el “+” incluye todas las demás expresiones y orientaciones que no figuran de forma explícita.

Pero, ¿por qué la “L” de lesbianas ocupa el primer lugar? La respuesta no es casual ni aleatoria: se trata de un gesto histórico de reconocimiento, justicia y memoria.

Un cambio que nace del activismo

En los primeros años del activismo por los derechos de las personas LGTBI+, especialmente tras las revuelas de Stonewall en 1969, la letra dominante era la G de gais. El movimiento estaba liderado en gran medida por hombres homosexuales, y las demandas del colectivo solían centrarse en sus problemáticas específicas, dejando muchas veces en segundo plano a otros grupos, especialmente a las mujeres lesbianas y a las personas trans.

En ese contexto, la visibilidad lésbica era casi inexistente. Las lesbianas quedaban marginadas tanto en el movimiento feminista —que en muchas ocasiones las rechazaba bajo acusaciones de “amenaza lavanda”— como dentro del propio colectivo LGTBI+, donde sus necesidades eran vistas como secundarias o incluso incómodas.

Lesbianas al frente de la solidaridad

El punto de inflexión llegó con la pandemia del VIH/SIDA en los años 80. Mientras muchos gobiernos y sectores de la sociedad abandonaban a quienes enfermaban, y algunos profesionales de la salud se negaban a atender a los pacientes, fueron muchas mujeres lesbianas las que dieron un paso al frente para cuidar, acompañar y luchar por los derechos de sus compañeros.

Surgieron iniciativas como la de las Blood Sisters (Hermanas de Sangre), un grupo de mujeres que organizó jornadas de donación de sangre para suplir la carencia provocada por las restricciones impuestas a los hombres gais. Su entrega y solidaridad marcaron una diferencia cuando el miedo paralizaba a muchos. Ese acto de generosidad y valentía quedó grabado en la memoria del colectivo.

El porqué del orden: visibilidad y reparación

Fue precisamente esa ola de solidaridad lésbica durante la crisis del SIDA la que impulsó, a finales de los 80 y principios de los 90, una reestructuración del orden de las siglas. El hasta entonces habitual “GLTB” fue sustituido por “LGTB”, ubicando a las lesbianas en primer lugar. No fue una simple cuestión de nomenclatura: fue un acto político y simbólico.

El nuevo orden buscaba:

  • Reconocer el rol activo y fundamental que jugaron las lesbianas en momentos críticos.
  • Visibilizar a un grupo doblemente invisibilizado: por ser mujeres y por su orientación sexual.
  • Reforzar el compromiso con una lucha inclusiva, que reflejara la diversidad real del colectivo.

De ahí que, hoy en día, esa “L” al principio de las siglas no solo represente a las lesbianas, sino también un recordatorio constante del esfuerzo compartido, del cuidado mutuo y del valor de todas las identidades dentro del movimiento.

LGTBIQ+: Diversidad sexual, género e inclusión.
LGTBIQ+: Diversidad sexual, género e inclusión.

Un símbolo que sigue evolucionando

Las siglas han seguido ampliándose para incluir a otros colectivos históricamente marginados, como las personas intersexuales, asexuales o no binarias, dando lugar a formas como LGTBIQA+. Pero el hecho de que la “L” siga encabezando el acrónimo principal es una muestra de coherencia histórica y sensibilidad política.

La lucha por la igualdad no solo se construye con demandas, también con gestos y símbolos. El orden de las letras no es una cuestión menor: es un mapa de memoria, un gesto de gratitud y una apuesta por la visibilidad real.

La “L” que abre las siglas LGTBI+ no está allí por azar. Es el reflejo de una historia tejida con valentía, resistencia y cuidado. Es un homenaje a quienes, pese a la marginación, decidieron no dar un paso atrás. Recordarlo no solo es justo, sino también necesario para seguir construyendo un movimiento donde todas las voces —diversas, valientes y libres— tengan el espacio que merecen.

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