Rocío (nombre ficticio) sabe lo que es vivir con miedo. Un terror real que desembocó en una orden de alejamiento y la instalación de un dispositivo conectado a Cometa. No es tan común como se puede pensar. Ella estaba pletórica, tranquila y se sentía protegida.
Una orden de alejamiento no es más que un papel
Al final, una orden de alejamiento por sí misma no es más que un papel y depende de la voluntad del agresor si la cumple o no. Nadie le vigila. En cambio, cuando a esa medida de protección se le suma un dispositivo telemático de control, las posibilidades de que quebrante los metros estipulados se reducen porque el sistema conoce en cada instante dónde está el maltratador. Hay tiempo de reacción, se avisa a la víctima, la policía acude en su busca, es un seguro de vida. Por eso Rocío pensó que podía respirar tras tantos años de violencia. Se equivocaba.
¿Cuál era el problema? El dispositivo que las mujeres portan es una especie de teléfono móvil y en el caso de Rocío pitaba de forma insistente. Una situación que le producía, en primer lugar, mucho estrés y le hacía sentir en alerta continua. Por ello, ha tenido diferentes problemas con el dispositivo conectado a Cometa y varios están judicializados, incluso a día de hoy.
La llamada de Cometa no quedó registrada
Pero un incidente que Rocío no puede borrar de su mente y que la destrozó es cuando donde llegó a cruzar la mirada con su maltratador. “Podía estar viendo a mi agresor. Recibía la llamada de que mi expareja estaba cerca, pero no quedaba registrado en el terminal”, explica.
¿Qué ocurría? A la hora de denunciar ese quebrantamiento de condena en el juzgado, no lo podía demostrar porque no había quedado rastro de esa ilegalidad en el dispositivo. El resultado: el quedó absuelto.
“Humillada, bloqueada y desprotegida”
“Nadie se puede imaginar lo que es eso. Me he sentido muy humillada, bloqueada, derrumbada. Dolida por la justicia, por la policía, por el sistema y por la sociedad. Si el sistema no funciona cien por cien, ¿por qué nos lo imponen? No lo entiendo. Me he sentido muy desprotegida, muy sola”, confiesa.
Los fallos de las pulseras a Cometa son frecuentes. Es difícil, según los expertos en la materia, determinar muchas veces el origen del error y esa falta de certeza juega a las víctimas malas pasadas en los juzgados. A veces, es una rendija que permite a los agresores salir impunes.
Si un dispositivo falla la defensa del maltratador puede alegar que no ha quebrantado la orden, si no que se trata de un fallo del sistema, por ejemplo.

En el caso de Rocío, tras tantos errores y alertas, los propios policías de la UFAM (Unidad de Atención a la Familia y Mujer), los agentes encargados de luchar contra la violencia de género, se lo comunicaron sin tapujos. “Estos dispositivos dan muchos fallos”, cuenta que le dijeron para explicar por qué pitaba y fallaba tanto el dispositivo.
Miedo continuo
Hay que ponerse en la piel de una madre con una hija pequeña, en un nivel de riesgo alto de volver a ser atacada, para entender lo que supone vivir sin el convencimiento de que su dispositivo pite porque el agresor está cerca o por un fallo técnico sin importancia.
Al final, las autoridades decidieron retirarle la pulsera a su maltratador. “Recibí una llamada telefónica, vinieron los técnicos a mi casa y se llevaron el terminal”, recuerda.
Casi fue peor. “Me sentí muy desprotegida, con mi niña pequeña y sin saber ya dónde estaba él o si vendría”. Porque la pulsera puede fallar, pero no tener pulsera es peor. Así que ahora el maltratador no está ubicado, se encuentra en libertad y Rocío continúa viviendo con terror”.
Si algo de lo que has leído te ha removido o sospechas que alguien de tu entorno puede estar en una relación de violencia puedes llamar al 016, el teléfono que atiende a las víctimas de todas las violencias machistas. Es gratuito, accesible para personas con discapacidad auditiva o de habla y atiende en 53 idiomas. No deja rastro en la factura, pero debes borrar la llamada del terminal telefónico. También puedes ponerte en contacto a través del correo 016-online@igualdad.gob.es o por WhatsApp en el número 600 000 016. No estás sola.