Violencia sexual

El chat de los ‘chicos normales’ que compartían vídeos sexuales de sus novias

Su novia, un ligue temporal y hasta ex. Grababan y difundían los vídeos en los que salía toda mujer con la que hubiesen tenido en encuentro sexual. Por supuesto, lo hacían sin su consentimiento. Hay 27 víctimas y 2 detenidos, pero caerán más

Registro de uno de los detenidos de los jóvenes que formaban parte del 'chat de los depravados'

La consigna estaba clara: “Si no mandas un vídeo al día, estás fuera del chat, automáticamente”. La norma se aplicaba de manera fulminante. “Así los mantenían enganchados 24 horas al día”, añade Miguel Ángel Sáez, portavoz de la Guardia Civil en La Rioja, desde donde operaban los detenidos y donde se acumula el mayor número de víctimas. ¿El motivo?, que recurrían a las más cercanas. El filón de todos los implicados estaba en su círculo más cercano: novias, ligues ocasionales y hasta ex de las que guardaran material gráfico. Fotos, pero a ser posibles vídeos. En ello les iba el éxito de un negocio ilegal que auguraban prometedor y para el que necesitaban, ante todo, de gente implicada en su causa: conseguir vídeos sexuales a mansalva y a toda costa. Debían nutrir a una audiencia voraz. A sabiendas de que nunca les faltaría un candidato deseoso de entrar en estos selectos grupos de Telegram y Whatsapp, para los siempre tenían un depravado disponible con el que reponer al saliente.

Los duros del porno

La Guardia Civil calcula que en los chats, con nombres tan explícitos como Lo que se quiere es sexo, Amor a mí misma o Los duros del porno, participaban entre 400 y 600 usuarios. Todos hombres, igual que la mayoría de sus víctimas son mujeres. Por ahora, 27; la mayoría jóvenes a las que ya han alertado los agentes. Aunque podrían ser más. Igual que los detenidos. Los investigadores lo dan por seguro, pues el material recopilado por el Equipo Edite de la Guardia Civil es ingente.

Chat de los depravados

“Son lobos con piel de cordero”, apunta Sáez. A veces, un cliché criminal es la mejor manera de entender por qué los delincuentes lograron su objetivo. Su fachada no se corresponde con la trastienda. En este caso, “chicos normales, estudiantes”; dos jóvenes de 23 años. Uno soriano, el otro de Logroño; cabecilla y aplicado compinche, que habían detectado ese filón en la intimidad que mantenían con sus parejas y relaciones ocasionales, a las que trataban como “objetos sexuales”, en palabras de la Guardia Civil. Por ello, están acusados de revelación de secretos y delitos vinculados a graves vulneraciones del honor, intimidad personal y acceso ilícito a sistemas informáticos. Llegaban a piratear los dispositivos móviles de sus víctimas, para acceder al contenido privado que tuviesen guardado. Aunque lo habitual es que optaran por colocarles cámaras ocultas en baños y dormitorios, ya fuera un piso de estudiantes o un hotel en el que estuvieran alojados unos días, como una pareja más disfrutando de una escapada.

Ellas confiaban, y ellos se aprovechaban. Sin más. Así de sencillo. Amparados por la manada y por el anonimato que ofrecen la creación de canales privados en estas plataformas de mensajería, por las que se movían impunemente, aleccionando a sus participantes con indicaciones destinadas a grabar sin ser pillados: “Si no te pones en la mesa, como si hicieras otra cosa, con el portátil o eso…”, como le explicaban a un novato. O que buscaban ampliar el radio de acción: “Luego en baños, con la cámara frontal, para que si miran el móvil vean que está la pantalla apagada y ni se planteen que puedas estar grabando”. Toda duda de sus agresores digitales era además respondida a cualquier hora, y siempre en abierto. Asesoraban incluso en situaciones de sexo virtual a través de videollamada. A tal efecto recomendaban el uso de aplicaciones que permiten grabar sin que quien está al otro lado sea consciente. Sus víctimas, al menos, no lo eran.

Los creadores de estos chat de depravados guardaban en sus propias casas todo un arsenal de dispositivos móviles, videocámaras y pendrives. Entre el material incautado, los agentes encontraron además 33 vídeos con alta violencia sexual, ejercida sobre menores de edad y grabados en el extranjero. Su procedencia, Asia, Sudamérica y Rusia. El rastro de esas imágenes se investiga ahora para saber por qué los detenidos las tenían en su poder y si también las difundieron o revendieron. Lo cierto es que en apenas cinco meses, desde el pasado marzo, la Unidad de Delitos Telemáticos ha acumulado todo tipo de pruebas contra ellos. Y avisan: “La Operación Vinteox no está cerrada”.

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