Una niña con un velo azul recorre la pista de aterrizaje del aeropuerto, acompañada de un agente de la UCO que no oculta la sonrisa cada vez que la mira. Él es José Miguel Hidalgo, entonces capitán y hoy comandante de la Guardia Civil. Ella, Nada Itrab. Tenía nueve años cuando la rescataron en la selva boliviana, a la que había llegado siete meses atrás de la mano de un vecino que resultó ser un depredador sexual. Un engatusador que contó con el beneplácito inicial de unos padres que terminaron condenados por abandono.
El antes y el después de ese episodio desgarrador en la vida de Nada son parte de un libro en ciernes, escrito por la periodista Neus Sala, y de una futura serie documental. Hay quien diría que la historia de Nada es de película.

Los infiernos de Nada
De origen marroquí, llevaba cinco años en España cuando Grover Morales apareció en su vida, y casi acabar con ella. Pero no lo logró. El propio Hidalgo está convencido que Nada está hecha de una pasta especial. Sala lo ha comprobado en los tres años en los que se ha convertido en la familia que nunca tuvo, y en su segunda rescatadora. “Eres mi Ms. Clooney”, le dice la joven en referencia a Amal Clooney, la abogada que representó a la activista pro derechos humanos Nadia Murad. Como la superviviente del genocidio perpetrado por el Estado Islámico contra los yazidíes, a sus 21 años Nada ha sobrevivido a varios infiernos, uno detrás de otro.
El primero, el de una infancia marcada por la pobreza. “Vivíamos en un garaje, entre ratas”. Ese fue su primer hogar en España; el segundo, una casa ocupada en L’Hospitalet de Llobregat, sin luz ni agua. Allí apareció a los nueve años Grover Morales Ortuño, un boliviano de 36 años que oculta su más reciente pasado, el del violador condenado en su país por abusar de sus dos hermanas, de 11 y 13 años. A España llega con identidad falsa, haciéndose pasar por el vecino perfecto hasta que un día se desmarca con una propuesta: “Mis padres me contaron que por mis buenas notas Grover me iba a regalar el poder acompañarle a su país, donde era muy rico y me regalaría ropa y joyas”, recuerda Nada. Pero el supuesto cuento de princesas mutó en pesadilla en el érase una vez.
El monstruo de la selva
Nada más partir, en septiembre de 2012, Nada se dio cuenta de que algo fallaba. Grover se había quedado con todos sus documentos. Oficialmente, estaba secuestrada. secta. “A veces pensaba en cuántas otras niñas estarían viviendo la misma realidad que yo”, confiesa, a sabiendas de que su depredador la había llevado a lo más profundo de la selva boliviana. Allí no solo podía actuar impunemente, sino que además hablaban quechua. En ese entorno, la hizo su esposa bajo una ceremonia de la secta AEMINPU. “Por eso iba con velo”, apunta Nada.

Los recuerdos de entonces aún los está recomponiendo. “Me violó unas 200 veces, menos los sábados, que eran los días que no me violaba”; “el día de mi cumpleaños en la selva vino y me dijo: ‘Es tu cumpleaños’, y me golpeó con un machete”; “me lo clavó en el pie y me hundió la cabeza en el agua… Yo pensaba que me iba a morir”. Sobrevivió a base de frutas y peces del río, caminando descalza entre serpientes y con picaduras por todo el cuerpo. En España la daban por ilocalizada y temieron perder su pista para siempre. El rescate de la UCO fue un operativo en dos fases, que casi le cuesta la vida a uno de los agentes. Pero lo lograron. El 8 de marzo de 2013, tres días después de su cumpleaños, Nada escuchó su nombre: “Fue el mejor momento de mi vida”.

Del secuestro al desamparo
El secuestro de Aina es el podcast en el que Neus Sala recuperó en 2020 la exitosa operación de rescate en la selva boliviana. Para entonces, el secuestrador, violador y torturador de Nada cumplía la condena de 17 años impuesta por la justicia boliviana. Pero, ¿qué había sido de aquella niña? La pregunta que se hizo la periodista cambió la vida de ambas. De entrada, porque descubre que aquella niña se había convertido en una joven con notas brillantes, pero abandonada por el sistema: “Desde que salió de la selva hasta que yo contacto con ella nadie le había vuelto a hablar del secuestro. Tenía encapsulado ese episodio de su vida”.

Durante más de una década, no se había desahogado con nadie. “Nunca hablé de ello porque mi madre me dijo que debía sentir vergüenza de lo que había pasado”, le confesó Nada a Neus. El espanto que sintió al escuchar esas palabras a día de hoy va camino de convertirse en una querella contra la Generalitat: “¿Cómo puede ser que la devolviesen a unos padres que habían sido condenados por desamparo?”. El periplo de Nada tras ser rescatada merece un libro aparte. En un primer momento, se quedó en un centro de menores bajo la tutela de la Dirección General de Atención a la Infancia y la Adolescencia (DGAIA), pero a los 14 años de forma unilateral se decidió que volviera con su familia, pese a desaconsejarlo los investigadores que llevaron su caso y las propias educadoras.

Víctima de Trata, abandonada
Nada volvió a vivir en un piso ocupado, sin agua ni luz, bajo la protección de unos padres que diez años antes habían sido acusados de abandonarla. Desamparada de nuevo, siguió con sus estudios. Sin ninguna ayuda extra. La Generalitat ni siquiera había solicitado que fuera dada de alta como víctima de Trata. La irrupción de Sala en su vida lo cambió todo. De entrada, salió de casa de sus padres y ahora vive en un piso de protección para mujeres de La Ciba, donde continúa sus estudios de Derecho; las prácticas las hará con el litigio de su causa contra DGAIA. Pero, además, está contando su historia con un objetivo: que más niñas no pasen nunca por lo mismo que ella. “Quiere ser la Malala de la Trata”, revela con cariño Neus Sala. La periodista convertida en protectora confía en que esta vez sí todo salga mejor para Nada.
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