Itziar Castro, cuando el ensañamiento es inmortal

La violencia digital es una lacra que salpica a toda la sociedad con el auge de las redes sociales. Itziar Castro fue víctima de ella hasta después de su muerte

El caso de Itziar Castro - Cultura

Un montaje con Itziar Castro y las redes sociales de fondo (Artículo 14)

Vivimos en una era dominada por la inmediatez de la comunicación digital. En ella, la violencia digital se ha convertido en un fenómeno omnipresente que afecta a individuos en todas las esferas. Desde ciudadanos comunes hasta figuras públicas. Nadie parece estar a salvo del alcance de la hostilidad digital. Itziar Castro, actriz española que falleció el pasado 8 de diciembre de 2023, fue objeto de numerosos ataques virtuales que no solo cuestionaron su persona y su físico. También plantearon preguntas mucho más amplias sobre los límites de la libertad de expresión en la era digital.

Violencia digital. Suena a ciencia ficción, ¿verdad? Sin embargo, no lo es. Es un término que, a pesar de su frecuente uso durante los últimos años, requiere de una comprensión más profunda y de un análisis mucho más responsable y exhaustivo. ¿Hasta dónde pueden llegar las palabras sin cruzar la línea del respeto humano? ¿Qué responsabilidades tienen las plataformas sociales frente a los ataques dirigidos a individuos?

¿Qué es la violencia digital?

La violencia digital comprende cualquier acto de agresión, hostigamiento, difamación o amenaza que se realiza a través de plataformas digitales contra individuos o grupos. Estas acciones, lejos de ser meras palabras en el ciberespacio, tienen repercusiones tangibles y a menudo devastadoras en la vida real de las personas. La Organización Mundial de la Salud identifica la violencia digital como una forma emergente de violencia que puede causar tanto daño psicológico como físico indirectamente.

Los actos de violencia digital pueden variar desde comentarios abusivos y campañas de desprestigio hasta amenazas directas y doxing (divulgación de información privada sin consentimiento). Las redes sociales, los foros online y las plataformas de mensajería instantánea son los vehículos más comunes de esta violencia. Por ejemplo, una figura pública puede ser el blanco de campañas coordinadas que buscan dañar su reputación o coaccionarla emocionalmente. En el caso de Itziar Castro, ella era el blanco del odio de cientos de personas. ¿El motivo? Ser mujer y defender sus derechos. ¡Ah! Y estar gorda, claro.

Las mujeres, víctimas preferidas de este tipo de violencia

Aunque cualquier persona con presencia online puede ser víctima de violencia digital, las figuras públicas, especialmente aquellas que defienden causas sociales o políticas, son especialmente vulnerables. Las mujeres y las minorías también experimentan altas tasas de hostigamiento en línea. Lo que refleja y a menudo amplifica las desigualdades y discriminaciones existentes en la sociedad.

El impacto de la violencia digital es profundo. Las víctimas pueden experimentar ansiedad, depresión, miedo a la expresión pública y, en casos extremos, pueden sentirse obligadas a retirarse de espacios públicos online. Incluso fuera de las redes. Además, la reputación profesional puede sufrir daños irreparables, lo que afecta oportunidades de empleo y relaciones personales.

La legislación actual sobre violencia digital es un mosaico de regulaciones nacionales que a menudo fallan en ofrecer protección uniforme o efectiva. La necesidad de una legislación más estricta y de mecanismos de aplicación es evidente. El caso de Itziar Castro lo evidencia. La experiencia personal que tuvo que atravesar Itziar Casteo en vida ilustra vívidamente las deficiencias en la protección contra estos ataques.

El caso de Itziar Castro: todo vale si es a través de una pantalla

El caso de Itziar Castro y la violencia digital

Itziar Castro durante la alfombra roja de un evento (EFE)

Itziar Castro, actriz y activista española que falleció a finales del pasado año, fue objeto de ataques persistentes en redes sociales. Su experiencia es el testimonio de la crueldad de los comentarios y campañas en redes sociales, y de la falta de respuestas efectivas de las plataformas de medios sociales para detener el acoso. Nadie pareció mover un solo dedo. Todo valía a través de una pantalla. Cualquier comentario se amparaba en la libertad de expresión.

La difunta actriz utilizó su visibilidad y su alcance mediáticos para luchar por la diversidad y la inclusión. Especialmente, en la industria del entretenimiento. Sin embargo, su postura provocó reacciones violentas online. Muchos usuarios usaron su influencia para desencadenar campañas de odio. Estos ataques incluyen desde insultos y memes humillantes hasta amenazas directas. Su físico era el epicentro de la violencia digital.

El caso de Itziar Castro fue un claro ejemplo de cómo la violencia digital puede silenciar y marginar a las figuras públicas, socavando su capacidad para hablar y actuar libremente. Su lucha contra estos ataques sirvió también como llamada a la acción para mejorar las políticas de moderación en las plataformas digitales y para que la sociedad en general adopte una postura más firme contra la violencia digital. Su muerte a causa de paro cardiaco desató otra oleada de odio, burlas y vejaciones que puso de manifiesto todo lo que nos queda por hacer en los próximos años. Las redes no pueden servir para esto. No deben. Y alguien tiene que hacer algo para evitarlo.

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