Vestido de negro, en contraste con el sofá blanco en el que se acomoda para la entrevista, Miguel Ricart se restriega los ojos al escuchar la presentación que hacen de él: “No está aquí para abrir heridas ni por morbo, sino para arrojar luz”. Lo aclara el presentador del espacio ‘El Rincón del Disidente’; Manuel Giménez reconoce que en una anterior entrevista que hizo a Ricart este le negó tener más información sobre el caso. Pero que, al parecer, sí la tiene, a punto de cumplirse 33 años del triple crimen de las ‘niñas de Alcàsser’. Miriam, Toñi y Desirée tenían 14 y 15 años cuando fueron asesinadas el viernes 13 de noviembre de 1992.
“Yo pensaba que estábamos solos, pero me llevé una desagradable sorpresa”, relata el único condenado por los asesinatos. El otro señalado, Antonio Anglés, es todavía el fugitivo más buscado de nuestra historia criminal. De localizarle, le caerían los mismos delitos por los que fue condenado Ricart a 170 años de prisión: secuestro, violación y asesinato. Salvo porque este último asegura ahora, en un intento redentor, que los auténticos violadores y asesinos fueron otros. Todo lo que él hizo fue por obligación, insiste. O por miedo. Desde la violación -según él, encañonado y sin llegar a consumar por la presión- al silencio que ha guardado durante décadas.
Otros tres violadores implicados
“Había tres hombres más, de unos cincuenta y tantos años, mayores”. Lo revela ahora un Ricart que recientemente ha cumplido los 56. Hoy canoso, entonces lo apodaban El Rubio: “No sabía quiénes eran ni los conocía, pero con Antonio había relación porque la conversación era fluida”, asegura sin que su entrevistador le pregunte si creyó reconocerlos a posteriori o supo alguna vez de quién se trataba. Tampoco si aún hoy los reconocería. La mayor certeza es que, de ser cierta esta última confesión, sería complicado sino imposible seguir tal rastro. El silencio de Ricart les habría ayudado a salir impunes, mientras él cumplía 21 años preso.
Calló por miedo, asegura. Miedo a esos tres desconocidos y a la familia Anglés. A Mauricio, el más pequeño del clan, siempre lo implicó en los hechos. Entonces tenía 14 años y quedó exonerado, aunque durante estas décadas se haya encargado por su propia cuenta de ampliar su historial delictivo, incluyendo el secuestro, la extorsión y la tortura. En el caso Alcàsser, según Ricart, Mauri se libró de ser acusado de asesinato. En concreto, de una de las niñas, sin aclarar cuál; como tampoco las dos que sigue atribuyéndole al ausente Antonio. Él, Ricart, no reconoce ninguna.
El cuarto desconocido
Se exculpa de los crímenes y de las violaciones. Insiste en que todo lo hizo obligado o llevado por el miedo, que ahora dice haber perdido gracias al paso del tiempo: “O son octogenarios o ya han muerto. Si fueran más jóvenes sí que es probable que aún tuviera miedo”, mantiene sobre esos tres misteriosos violadores. Los ocultó, de acuerdo con esta versión, pese a que habría tenido un contexto favorable para desarrollarlo. Él mismo pidió la atención de Fernando García, el padre de Desirée, uno de los grandes exponentes de la teoría de la conspiración que alimentaron programas de televisión y periodistas como Ignacio Blanco. Su trama terminó en los juzgados, pero esos tres hombres “de unos cincuenta años” de los que habla Ricart bien podrían haber encajado en ese llamado “Clan de la Moraleja” supuestamente formado por empresarios y políticos del que tanto hablaron los conspiradores. Entonces contaba que habrían grabado las torturas y violaciones de las tres adolescentes de Alcàsser a modo de snuff movie.
“Nadie grabó nada”, recalca Ricart. A su vez añade que el lugar del crimen no fue la caseta de La Romana sino un almacén de pólvora que conocía Antonio Anglés. Y que primero las enterraron en otra zona de tierra blanda, para luego mover sus cuerpos hasta el barranco. “Fue el día de Reyes”, detalla. Al igual que recuerda la figura de un cuarto hombre sin identificar aún hoy: El Nano, un amigo de Antonio Anglés al que mencionó por primera vez en la quinta versión que dio de los hechos. Porque Ricart ha llegado a dar siete. Sólo el asesino de Marta del Castillo ha conseguido igualarlo después. Hasta que sumó esta octava.
Su perdón y su descanso
“Esto ha sido muy muy duro para mí. Pero he decidido dar este paso, ahora que tengo las ideas más claras”, explica un cabizbajo Ricart a un entrevistador que lo define como “un cabeza de turco” mientras destaca la relevancia “histórica” de sus palabras, de esta supuesta confesión. A saber si habrá alguna más. Mientras tanto, la Sección de Fugitivos de la Policía Nacional y Guardia Civil siguen buscando a Antonio Anglés, de manera incansable. De su paradero no habla; sí de sus víctimas: “Que descansen en paz estas muchachas”, les desea Ricart en un mensaje final en el que pide perdón a las familias. Y remata: “Y si yo también puedo descansar en paz…”.
Si algo de lo que has leído te ha removido o sospechas que alguien de tu entorno puede estar en una relación de violencia puedes llamar al 016, el teléfono que atiende a las víctimas de todas las violencias machistas. Es gratuito, accesible para personas con discapacidad auditiva o de habla y atiende en 53 idiomas. No deja rastro en la factura, pero debes borrar la llamada del terminal telefónico. También puedes ponerte en contacto a través del correo o por WhatsApp en el número 600 000 016. No estás sola.