El terror se ha vuelto a colar entre la multitud al ritmo de la música. Lo que debía ser una noche de celebración colectiva en Francia se convirtió en una pesadilla para decenas de jóvenes. Ciento cuarenta y cinco chicas denunciaron haber sido pinchadas el pasado 21 de junio con jeringuillas durante la conocida como Fête de la Musique, uno de los festivales más multitudinarios del país vecino.
Needle spiking
Este terror tiene nombre: Needle spiking. Sumisión química mediante pinchazo. En 2022 fue cuando por primera vez esta nueva forma de agresión machista sembró el pánico en Europa y, en consecuencia, en España. Ese verano se vivió una auténtica oleada de denuncias por pinchazos con jeringuillas en espacios de ocio nocturno. Al menos medio centenar de chicas jóvenes tuvieron que acudir a comisarías de policía y hospitales cercanos con crisis de ansiedad, mareos y temor por posibles intentos de sumisión química.

¿Qué lleva a los jóvenes a pinchar a las mujeres?
A pesar de ese pánico inicial, en la mayoría de los análisis toxicológicos que se realizaron no se detectó presencia de drogas. Entonces, ¿qué podría motivar a estos hombres a pinchar a mujeres en espacios públicos sin intención directa de agredir sexualmente, pero sí de generar miedo?
“Tiene una intención profundamente machista y violenta. Es una forma de ejercer poder y, por tanto, someter a quien se considera más débil. Es un mensaje que dice: ‘puedo invadir tu cuerpo sin tu consentimiento y tú no puedes hacer nada para evitarlo’. Hay una clara voluntad de dominación y un placer perverso asociado a ese imaginario de estar por encima”. Así lo explica Corina Vallinoto, psicóloga sanitaria especializada en violencia de género y sexual del centro Alcea Psicología.
“Son hijos sanos del patriarcado”
No existe un perfil o un patrón en los hombres que realizan estos actos. “Son hijos sanos del patriarcado”, indica Vallinoto. “No están ‘enfermos’ ni ‘locos’, actúan dentro de una lógica social aprendida y permitida por el sistema patriarcal”.
Esto se debe al sistema “que sostiene, valida y permite la violencia estructural y sistemática hacia las mujeres”, aclara la psicóloga.
El objetivo de estos comportamientos, teniendo en cuenta que no existen sustancias químicas en las jeringuillas, no es ni el contacto físico ni el sexual, sino el “impacto emocional de sentirse poderosos y superiores. Lo que buscan es marcar territorio, invadir espacios y generar miedo”. Es decir, someter a través del daño simbólico.
“Es un goce perverso”
Ese daño es la satisfacción psicológica de la que se alimentan. “Es un goce perverso, una gratificación ligada a la dominación y el poder. A veces ni siquiera necesitan ver la reacción: con solo saber que causaron miedo, malestar e inseguridad se sienten poderosos”, añade Vallinoto.
¿Están estas agresiones penadas legalmente?
Legalmente no existe una figura penal específica que tipifique este tipo de conductas. La abogada penalista, Irene Fernández Segura, lo detalla: “Si no hay sustancia, pero sí lesión física aparente, podría calificarse, según el caso, como un delito leve de lesiones, siempre que exista una mínima afectación corporal -dolor, enrojecimiento-, o como un delito leve de coacciones si se demuestra que la conducta tenía una finalidad de intimidación o control”.
Si el pinchazo se realiza con una jeringuilla vacía, que no tenga sustancia ni provoque una lesión grave, podría quedar fuera del ámbito penal español. Es decir, aunque esto se tratase de un acto absolutamente reprochable y generador de alarma social, no sería constitutivo de delito. Se podría quedar en una multa. “De hecho, la mayoría de las denuncias por estos hechos acaban archivadas por falta de tipicidad penal o insuficiencia probatoria”, añade Fernández.

Un parte médico de lesiones (signos físicos como enrojecimiento, picor, marca, hematoma), testigos presenciales del pinchazo o de la reacción de la víctima y grabaciones de cámaras de seguridad que permitan identificar al autor de la agresión son elementos clave para que una denuncia de estas características prospere.
¿Y si la jeringuilla tuviese sustancias?
Se podría calificar de una “tentativa de delito de agresión sexual mediante sumisión química”, pero para ello hay que analizar bien el contexto y que la intención quede demostrada.
“Si se acredita que el autor portaba una sustancia con efectos sedantes, psicotrópicos o incapacitantes, y que intentó inocularla sin llegar a producir efectos en la víctima, podría calificarse como una tentativa de delito de agresión sexual mediante sumisión química, en función del contexto y la intención demostrada”, puntualiza Fernández.
Incluso si se acredita la presencia de una sustancia peligrosa, la calificación penal “puede agravarse notablemente, en función del riesgo real generado y del resultado producido”. Podría concurrir en un delito contra la salud pública si la sustancia “es una droga tóxica, psicotrópica o anestésica sin autorización, y se destina a ser administrada a otro sin su consentimiento”, señala la abogada penalista.
El impacto en las víctimas
Confusión, miedo, bloqueo, parálisis, ansiedad o ataques de pánico son algunas de las consecuencias en las víctimas que la psicóloga Corina Vallinoto analiza. “Muchas chicas pueden sentir vergüenza y culpa y, de ahí, llegar a minimizar o incluso disociarse de lo ocurrido para poder seguir funcionando en su cotidianidad”.
A largo plazo, este tipo de situaciones puede quedar reflejado en inseguridad constante, hipervigilancia y actitud de alerta, trastornos del sueño, evitar lugares o personas, fobias o incluso síntomas de estrés postraumático como despersonalización.
Tan devastador como una agresión física
El efecto emocional en una víctima podría llegar a ser tan devastador como una agresión física. “El pánico a perder el control del propio cuerpo, la sensación de culpa por creer que podría haberse evitado e, incluso, haberlo provocado ella misma, la vergüenza y el miedo a contarlo por las represalias… Muchas veces, lo más traumático no es lo sucedido en sí, sino vivir con la duda de qué pasó”, afirma.
No hay una única forma de gestionar una agresión sexual o una tentativa. No existen las víctimas perfectas o imperfectas. “Es violencia machista, más o menos sutil pero igual de dañina. Cada vez que una mujer es agredida o intimidada en el espacio público, se vulneran no solo sus derechos, sino su libertad más básica, la de habitar el mundo sin miedo”, concluye la psicóloga.