El objetivo de Suecia era adelantarse a su tiempo. Lo quería hacer con una ley que ampliaba al mundo digital la histórica prohibición de comprar sexo (no la venta): ningún pago por una interacción sexual, ya fuera en la calle o en la pantalla. El objetivo era acabar con la demanda. El resultado, paradójicamente, ha sido abrir un nuevo problema.
La reforma -pensada para limitar la venta de contenido sexual personalizado en plataformas como OnlyFans– ha tenido un efecto paradójico: muchas creadoras de contenido digital aseguran que están siendo expulsadas a la prostitución física. El intento por controlar lo virtual ha acelerado -y a pasos agigantados- la precariedad real.

OnlyFans, la plataforma que ha normalizado el comercio de contenido sexual, se ha convertido en el epicentro de una tormenta jurídica y social. Desde julio, los compradores suecos no pueden pagar por chats, videollamadas o cualquier servicio que implique interacción. Sólo los vídeos e imágenes previamente grabados siguen siendo legales. Lo demás – y lo que más rentable hace la plataforma- ha quedado prohibido.
El tiro por la culata
El Gobierno sueco lo defiende como una extensión natural de su modelo. Pero las creadoras de contenido denuncian que lo que buscaba protegerlas las ha dejado más vulnerables. “Vender sexo físico supone un riesgo muchísimo mayor para una persona que sentarse y trabajar desde casa. Quienes solo han trabajado online no tienen experiencia en eso. No saben cómo hacerlo de forma segura”, denuncia una creadora de contenido en The Times.
El problema es que, al cortar la comunicación directa con sus seguidores, muchas han visto desaparecer su sustento. “Nuestros clientes ya no pueden contactarnos de ninguna manera”, explica otra joven. El vacío es tan grande que, según denuncian, varias compañeras han terminado recurriendo a la prostitución física. Y ahí el riesgo ya no es virtual.
El espejo de OnlyFans
El caso sueco expone con crudeza lo necesario, pero lo complicado también, que es regular un fenómeno como OnlyFans, que combina la lógica del mercado digital con la vieja estructura de la prostitución. La plataforma vende cercanía, interacción y fantasía. Pero esa frontera, difusa y deliberadamente confusa, se convierte en un problema cuando la ley intenta delimitarla.

Suecia ha querido trasladar al mundo online su “modelo nórdico”, pionero en penalizar al comprador y no a la vendedora. Sobre el papel, el planteamiento tiene lógica: atacar la demanda para acabar con la explotación. Pero en la práctica, al aplicarlo a OnlyFans, ha expulsado a cientos de mujeres a la economía sumergida de la prostitución tradicional. El efecto contrario al deseado.
La lección política
El debate es más amplio que una plataforma. Lo que demuestra este caso es que el marco legal se está quedando corto frente a la velocidad de los nuevos mercados digitales. La prostitución ya no está en los clubs de carretera ni en las esquinas de las ciudades. Está en las aplicaciones, en los pisos privados, en los chats y en las redes sociales. Combatirlo, advierten las expertas, con las herramientas de ayer puede tener consecuencias inesperadas.
Suecia, que durante años fue modelo internacional, hoy se convierte en advertencia. Regular lo digital con categorías viejas no protege: empuja. ¿Cómo protegerlas sin exponerlas?