Entre el 16 y el 30 de noviembre de 1991, China acogió un evento que marcaría el comienzo de una nueva era en el fútbol: la primera Copa Mundial Femenina de la FIFA. Aunque ya se habían celebrado competiciones no oficiales en años previos, este torneo fue el primero bajo la organización de la FIFA, reuniendo a doce selecciones de todo el mundo en una auténtica celebración del deporte femenino.
En la final, Estados Unidos se alzó con el título de campeonas, pero el verdadero giro lo dio Noruega, que sorprendió a todos al llegar a la final en su debut, mostrando la calidad y el potencial de Europa en el fútbol femenino.
Los primeros torneos no oficiales
Durante las décadas de 1970 y 1980 se celebraron varias competiciones no oficiales de fútbol femenino, las cuales sentaron las bases para la creación del primer Mundial.
Italia acogió en 1970 el primer torneo internacional de fútbol femenino, un evento no oficial que marcó el inicio de la creación de competiciones globales para mujeres. Al año siguiente, México organizó otro torneo no oficial, donde Dinamarca se coronó campeona al vencer a las anfitrionas. En la década de 1980, surgió el Mundialito, un torneo no oficial celebrado también en Italia. Estos eventos fueron fundamentales para dar visibilidad al fútbol femenino, aunque evidenciaron las dificultades de organizar competiciones internacionales en un deporte aún marginal.
A medida que avanzaba la década, varios países comenzaron a levantar las prohibiciones al fútbol femenino, lo que permitió la creación de nuevos equipos y selecciones en Europa y América del Norte. Este crecimiento impulsó la visibilidad del deporte.
El primer mundial
En 1991, la FIFA dio un paso histórico al organizar el primer Mundial Femenino Oficial en China, un evento que no solo celebró el fútbol femenino, sino que también marcó el inicio de una nueva era para este deporte. Con la participación de doce selecciones de todos los rincones del mundo, el torneo fue un rotundo éxito tanto en términos organizativos como en su capacidad para mostrar la creciente competitividad del fútbol femenino a nivel global.
Las selecciones que hicieron historia en esta primera edición fueron: China, Estados Unidos, Noruega, Suecia, Brasil, Alemania, Italia, Nigeria, Nueva Zelanda, Japón, Canadá y Costa Rica. Cada una de ellas contribuyó al espectáculo, dejando en claro que el fútbol femenino estaba evolucionando a pasos agigantados.
Estados Unidos y Noruega se destacaron por su juego sólido y bien estructurado, mientras que otras potencias como Brasil, Alemania y China demostraron que el deporte estaba viviendo una transformación profunda, marcando el inicio de un futuro prometedor para el fútbol femenino en todo el mundo.

Estados Unidos, una potencia en crecimiento
Desde el primer pitido del torneo, Estados Unidos dejó claro que su objetivo era el título. Dirigidas por Anson Dorrance, las estadounidenses mostraron una superioridad indiscutible con una defensa sólida y un ataque letal.
En la fase de grupos, comenzaron con una victoria ajustada por 3-2 contra Suecia, un rival que, aunque resistente, no pudo frenar el ímpetu norteamericano. Luego, Brasil sufrió una goleada 5-0, donde las estadounidenses mostraron todo su poderío ofensivo. En su último partido de grupos, Japón fue superado 3-0, asegurando a Estados Unidos como líder de su grupo.
El verdadero desafío llegó en cuartos de final, donde China fue arrasada por un contundente 7-0, llevando a las norteamericanas a semifinales con total confianza. Finalmente, en semifinales, Alemania fue derrotada 5-2, asegurando el pase histórico a la final.
Así, con un dominio absoluto en cada fase, Estados Unidos selló su lugar en la gran final, lista para hacer historia en el Mundial Femenino de 1991.
Noruega, la sorpresa europea
Noruega comenzó su aventura en el Mundial Femenino de 1991 con un tropiezo contundente ante las anfitrionas, China, cayendo 4-0 en un partido donde todo salió mal. Sin embargo, las noruegas no tardaron en recuperarse y, en su segundo encuentro contra Nueva Zelanda, se desquitaron con una victoria rotunda por 4-0, mostrando su verdadera fuerza. El tercer partido de la fase de grupos fue más reñido, pero Noruega logró imponerse 2-1 a Dinamarca, asegurando su pase a los cuartos de final como segunda del grupo, detrás de China.
En la siguiente ronda, Noruega se enfrentó a Italia, en un duelo que no estuvo exento de emoción. Las noruegas se llevaron la victoria por 3-2 en un ajustado partido que las catapultó a las semifinales. Y en esa instancia, demostraron su poderío al derrotar a Suecia por 4-1, sellando su billete a la gran final. Un recorrido imparable que las puso entre las mejores del mundo, dejando claro que su debut en el torneo sería para la historia.
La final: Estados Unidos – Noruega
El 30 de noviembre de 1991, el Estadio Tianhe de Guangzhou (China) se convirtió en el escenario de un momento histórico: la primera final de un Mundial femenino. Más de 60.000 espectadores, una de las asistencias más multitudinarias jamás vistas en el fútbol femenino, se dieron cita para presenciar el duelo entre Estados Unidos y Noruega, dos selecciones que llegaban igualadas en juego, pero con las estadounidenses como claras favoritas para alzar el trofeo.
La figura indiscutible fue Michelle Akers, una delantera incansable que firmó un doblete histórico. Abrió el marcador al minuto 20 con una definición contundente, pero las noruegas no se intimidaron: Linda Medalen respondió con un cabezazo certero que puso el 1-1. El duelo se mantuvo parejo y tenso durante la segunda mitad, hasta que Akers volvió a aparecer en el minuto 78 para sentenciar el 2-1 definitivo.
Ese gol no solo les dio el título. Fue el punto de partida de una era dorada para el fútbol femenino estadounidense. Con jugadoras como Carin Jennings, April Heinrichs, Kristine Lilly y la propia Akers, el equipo presentó una propuesta ambiciosa, física y ofensiva, que cambiaría el rumbo del fútbol femenino global. Lo que comenzó como una promesa, se transformó rápidamente en una dinastía.
Noruega, por su parte, encontró en aquella derrota una motivación. Cuatro años más tarde, en 1995, levantarían su primer título mundial. Pero todo comenzó aquella noche en Guangzhou, donde el fútbol femenino escribió el primer capítulo de su leyenda.

El impacto de este mundial
El mundial femenino de 1991 cambió para siempre el rumbo del fútbol femenino. Lo que hasta entonces había sido una lucha constante por la visibilidad y el reconocimiento, encontró por fin un escaparate global. Por primera vez, el mundo se detuvo a mirar un torneo que durante décadas había sido ignorado o minimizado.
Lejos de ser un simple campeonato, aquella edición inaugural en China fue el punto de partida de una transformación profunda. La FIFA no solo puso en marcha un torneo: puso en marcha una revolución silenciosa, que con el tiempo daría paso a estadios repletos, contratos récord, coberturas televisivas masivas y una generación de estrellas con proyección internacional.
El Mundial de 1991 rompió barreras, cambió percepciones y abrió camino. Fue el primer paso firme hacia lo que hoy es uno de los eventos más importantes y seguidos del deporte mundial.