Moda

Fast fashion: ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

El consumo de fast fashion sitúa a España entre los mayores consumidores del mundo. El FOMO, las redes sociales y la identidad individual están detrás de este hábito con enormes repercusiones medioambientales

En 2021, la actriz Emma Watson compartía en Instagram una fotografía del desierto de Atacama, en Chile, convertido en un vertedero global de ropa desechada. “Esto es lo que la industria del fast fashion no quiere que sepas en esta temporada navideña”, escribió. Como miembro del grupo Kering (conglomerado de marcas de lujo), quería poner de relevancia el desastre que las compras de moda rápida suponen para el planeta.

Cuatro años después, la advertencia cobra más sentido que nunca. De acuerdo con lla firma británica Kaiia – el informe no explica cómo ha sido elaborado y se puede encontrar publicado en su blog  sitúa a España como el país con mayor dependencia del fast fashion a nivel mundial.

Bajo el sugerente titulo “Which countries are most addicted to fast fashion?” la marca de ropa que también podría considerase como fast fashion, afirma que de los 30.000 millones de euros  que se gastan anualmente en moda en nuestro país, 27.400 millones corresponden a ropa rápida, lo que supone un 91,5 % del mercado total. 

El dato resulta todavía más revelador si recordamos que España es la cuna de Zara, la marca que impulsó el modelo global del sector y cuyo sistema se estudia y replica en cientos de escuelas de negocios. Aún así, el grupo Inditex ha visto cómo Shein le ha adelantado (ultra fast fashion) con un catálogo masivo, cientos de prendas nuevas cada día y unos precios muy bajos.

Europa, en la misma senda

La situación española no es una excepción. Según Kaiia, en el Reino Unido el fast fashion representa el 89 % del gasto en moda, seguido de Bélgica (86%),  Alemania, (85%) y Francia con un 84%.  ¿Cuál es la primera conclusión? Los consumidores europeos priorizan la inmediatez y el bajo coste frente a criterios de sostenibilidad, pese a los esfuerzos institucionales por promover hábitos más responsables.

Cómo compran los españoles

Otro estudio, esta vez realizado por Triodos Bank análisis, Conductas sostenibles de la población española 2024, confirmaba el pasado año el peso del fast fashion para el comprados español. Un 90 % de los entrevistados afirmada vestirse con ropa de marcas rápidas (67,2 %) o ultra rápidas (22 %).

La Generación Z destaca como el grupo más activo, con un 76,9 % que compra al menos una prenda al mes, a menudo arrastrado por el FOMO (fear of missing out) y por presupuestos ajustados. No obstante, un 57 % de estos jóvenes asegura que pagaría más por moda respetuosa con el medio ambiente, lo que revela una contradicción en sus hábitos.

Los expertos apuntan a varios motivos por lo que es la fast fashion ha enraizado tan rápidamente en la cultura: pecios asequibles, amplitud de tallas, estrategias efectivas en redes sociales y fenómenos culturales como el FOMO, son en parte, responsables del crecimiento de este hábito de consumo.

Regulación, ¿qué dice la ley?

La noticia de España como lider en la compra de fast fashion obliga a revisar los objetivos y aspiraciones que la Comisión Europea se impuso dentro del Pacto Verde Europeo. Para el 2030 se propone  “que toda prenda sea más duradera, reparable, reutilizable y reciclable, en un intento por reducir el impacto del fast fashion, la basura textil y la destrucción de excedentes”

En España desde este mismo año, entra en vigor  la Responsabilidad Ampliada del Productor (RAP) que obliga a los los ayuntamientos a recoger de manera separada los residuos textiles, y desde abril, son las empresas quienes asumen el coste de gestionarlos.

Para dar respuesta, compañías como Inditex, H&M, El Corte Inglés, Mango o Primark han creado una asociación que coordinará el cumplimiento de la normativa. La medida supone un paso importante hacia un modelo circular, aunque los retos persisten: menos del 1 % de la ropa desechada se recicla de forma efectiva.

Un debate necesario

La popularidad de Shein y de la moda rápida en general convive con críticas constantes. La multinacional china ha sido acusada de explotación laboral y de gordofobia en sus diseños, mientras que el sector en su conjunto afronta acusaciones de contaminación, especialmente a través de prendas como los vaqueros. 

Por eso resulta imprescindible abrir espacio a voces críticas que cuestionen el modelo actual. La periodista y ensayista Marta Riezu, en La moda justa, propone una relación más serena y consciente con la ropa, que devuelva valor a lo pequeño y lo duradero.

En la misma línea, la británica Tansy E. Hoskins desmonta la lógica del sector en Manual anticapitalista de la moda, un ensayo que conecta la producción textil con dinámicas de explotación y consumo acelerado.

 

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A ello se suma el documental The True Cost (2015), que expone de manera visual y contundente los impactos sociales y ambientales de la industria: desde las condiciones laborales en Bangladesh hasta los vertederos textiles en África y Latinoamérica. Una obra que sigue siendo de referencia para entender el precio real de las prendas baratas.