Mucho antes de que J.K. Rowling escribiera la primera línea de Harry Potter y la piedra filosofal, existía ya una obra misteriosa que sentó las bases de lo que hoy entendemos como literatura mágica estructurada. Se trata de El Libro de Abramelín, un clásico del siglo XV que, aunque ha permanecido en la sombra de otros grimorios más conocidos, representa uno de los referentes más antiguos y complejos del aprendizaje mágico, la ética esotérica y la relación maestro-discípulo.
El impacto de El Libro de Abramelín ha sido tan profundo como silencioso. A lo largo de los siglos, ha influido en movimientos ocultistas, tradiciones mágicas y, sin saberlo, ha acabado inspirando indirectamente el universo de Harry Potter. Porque si algo definía este grimorio era su concepción del conocimiento mágico como un sistema moral, jerarquizado y pedagógico. Un verdadero Hogwarts de tinta y pergamino.
¿Qué es exactamente ‘El Libro de Abramelín’?
El Libro de Abramelín es un manuscrito atribuido a Abraham de Worms, un judío alemán que habría vivido en el siglo XV. El texto se estructura como una serie de cartas dirigidas a su hijo, Lamech, en las que relata su aprendizaje mágico con un misterioso hechicero llamado Abramelín en Egipto. Pero más allá del relato personal, este libro es, sobre todo, un manual detallado de magia ceremonial.
A diferencia de otros grimorios, El Libro de Abramelín no presenta la magia como un simple repertorio de trucos o encantamientos dispersos. Su valor reside en la organización rigurosa de los rituales, en la exigencia de una transformación espiritual del mago y en la búsqueda del “Ángel Santo Guardián”, una figura de sabiduría y protección que solo puede alcanzarse tras un complejo proceso de purificación.

Este enfoque estructurado y ético convierte a El Libro de Abramelín en un precedente fascinante del modelo de formación mágica que Rowling propondría siglos después. En ambas obras, la magia no es libre ni arbitraria, sino sujeta a normas, jerarquías y consecuencias.
El sistema mágico que anticipó a Rowling y Harry Potter
Uno de los aspectos más sorprendentes de El Libro de Abramelín es su sistematización del conocimiento oculto. Para alcanzar el poder mágico, el aspirante debía someterse a un proceso de seis meses (o incluso más) de aislamiento, oración, abstinencia y estudio. No muy diferente, en términos simbólicos, del calendario escolar que estructura la vida en Hogwarts. La diferencia es que aquí el examen final es invocar a tu ángel guardián. Y dominar a una legión de demonios, claro.
En cada etapa del proceso descrito en El Libro de Abramelín, se exige disciplina, introspección y una vigilancia moral constante. El mago no puede actuar por capricho, ni usar su poder sin consecuencias. Esta visión mágica tiene resonancias claras en el mundo de Harry Potter, donde los hechizos oscuros están prohibidos, los objetos mágicos tienen reglas. Y la formación mágica está pensada para proteger tanto al mago como a los demás.
El Libro de Abramelín no solo ofrece conjuros o cuadrículas mágicas (las célebres “palabras cuadradas”), sino que construye todo un marco ético y teológico alrededor del ejercicio del poder. En ese sentido, anticipa muchos de los dilemas que atraviesan la saga de Rowling, como el uso indebido de la magia, la tentación del poder absoluto o la necesidad de conocer y dominar el propio interior antes de enfrentarse al mundo exterior.