Los fiscales que conocen a Teresa Peramato coinciden en que la nueva fiscal general tiene una trayectoria sólida y una especialización reconocida. “Es ambiciosa e inteligente”, repiten. Pero muchos de ellos moderan sus expectativas tras la crisis provocada por la caída de Álvaro García Ortiz. Se preguntan, sobre todo en privado, si Peramato “tiene capacidad real” para levantar una institución “golpeada”.
“Hará lo que le pidan, pero sin la histérica torpeza de Dolores Delgado o la torpeza, a secas, de Álvaro García Ortiz”, asegura un destacado miembro del ministerio fiscal, en conversación con Artículo14, que se muestra muy escéptico ante el recambio. “En suma, mejor que ambos, de aquí a Lima. Pero desde luego, hará lo que le manden”, corrobora otro compañero. Todos coinciden en que es afable en el trato y que su currículum le avala.
Peramato llega cuando la institución atraviesa uno de los momentos más delicados de su historia reciente: una Fiscalía marcada por la división interna, por la condena de su antecesor por revelación de secretos y por una erosión pública que obliga a recomponer la autoridad del cargo desde cero.

Su nombramiento, confirmado este martes 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, ha querido subrayar un perfil: el de una fiscal con 35 años de carrera y una especialización que la sitúa entre las voces más sólidas en violencia de género y protección de víctimas.
Vinculada a Delgado y Ortiz
Peramato, nacida en Salamanca en 1962, ha construido su trayectoria con un pie en los despachos técnicos y otro en las áreas donde el Ministerio Fiscal tiene más impacto social. Desde 2005 asumió responsabilidades específicas en materia de violencia sobre la mujer, primero en Madrid y después a nivel estatal. Más tarde se convirtió en una de las grandes impulsoras de la especialización judicial en esta materia.

Su ascenso a fiscal de Sala -la máxima categoría profesional- fue respaldado por Dolores Delgado y, posteriormente, por Álvaro García Ortiz. Ambos la situaron en posiciones de confianza en la estructura central de la Fiscalía. Y ese vínculo es, precisamente, el motivo de las dudas internas, verbalizadas por varios fiscales consultados por este periódico.
Los retos de Peramato
En la Fiscalía saben que la primera prueba no será jurídica, sino interna: la capacidad para coser, para imponer una dirección reconocible y para evitar que la institución continúe atrapada en las turbulencias. Las voces de la institución consultadas coinciden en que tiene “suficiente solvencia técnica” para ese papel, pero la duda es otra: “si podrá hacerlo con autonomía real” ante las presiones que reciba del Ejecutivo. Un diagnóstico que también deslizan en los pasillos del Tribunal Supremo.

A esa fragilidad, se suma un riesgo menos visible pero igualmente comentado: “El acantilado de cristal”. Peramato llega al puesto más alto justo cuando la Fiscalía atraviesa su peor momento en décadas, una coyuntura en la que cualquier error pesa más y cualquier acierto tarda más en consolidarse. Su reto, admiten quienes la conocen, no será solo estabilizar la institución, sino “evitar convertirse en la figura que termina pagando la factura colectiva de una crisis que no provocó”.
Este miércoles, el Consejo General del Poder Judicial emitirá su informe preceptivo -aunque no vinculante- sobre su nombramiento, que previsiblemente será favorable. Después, llegará su comparecencia en la Comisión de Justicia del Congreso y, con esos trámites cerrados, la designación definitiva.
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