Aix-en-Provence. Théâtre de l’Archevêché. 13-VII-2025. Gustave Charpentier: Louise. Elsa Dreisig. Adam Smith. Sophie Koch. Nicolas Courjal. Grégoire Mour. Annick Massis. Chœur et Orchestre de l’Opéra de Lyon. Dirección musical: Giacomo Sagripanti. Dirección escénica: Christof Loy.
La actual edición del 77º Festival de Aix-en-Provence, que se inauguró el pasado 4 de julio con una polémica nueva producción del Don Giovanni de Mozart, se ha visto empañada por el fallecimiento inesperado, el pasado 3 de mayo, de su director general, el regista franco-libanés Pierre Audi (Beirut, 1957), que murió en un hotel de Pekín a causa de un infarto de miocardio, dos semanas antes de que comenzasen los ensayos de las cinco producciones escénicas que se pueden ver este verano. Audi nos ha dejado un importante legado como director de escena, unido a la gestión artística del Teatro Almeida de Londres, la Ópera Nacional Holandesa, el Festival de Holanda y el Festival de Aix, cuyo mandato de cinco años ha quedado truncado por la fatalidad, con un último programa que ideó artísticamente, pero que no ha podido disfrutar. In extremis el patronato de las instituciones que sostienen el festival llamaron a Bernard Foccroulle para que se hiciera cargo del día a día de la actual edición. El reputado compositor, organista y gestor belga fue intendente del festival durante diez años, hasta la llegada de Audi en septiembre de 2018,
Entre los títulos de ópera que se presentaban este verano, Louise de Gustave Charpentier (1860-1956) había despertado una cierta expectación. Se estrenó en la Opéra Comique el 2 de febrero de 1900, una fecha elegida deliberadamente por el nuevo intendente del teatro, Albert Carré, para convertirla en la primera ópera representada del siglo XX. A pesar del escándalo provocado en buena parte del público y la crítica por la audaz yuxtaposición del estatus tradicional de la ópera, como género burgués, con la temática feminista y la estética naturalista mezclada con los ideales socialistas del compositor, la nueva ópera fue acogida con un enorme éxito. La obra alcanzó su centésima representación al cabo de un año de su estreno y la milésima en 1956, mientas se representaba en la Opéra-Comique de París, justo el año que moría Charpentier. La producción se mantuvo en cartel hasta 1967, antes de caer en un relativo olvido.

Después, Louise apareció de forma intermitente en algunos escenarios franceses, especialmente en Nantes. En la década de 1970 se repuso dos veces en Nancy y en la Opéra National du Rhin. En 1976 Georges Prêtre reavivó su interés con la celebrada grabación junto a la Orquesta Philharmonia de Londres, Ileana Cotrubaș (Louise), Plácido Domingo (Julien) y Gabriel Bacquier (el Padre), editada por Sony. Más recientemente fue reestrenada en 2007 en la Ópera de París con una realista y aplaudida producción de André Engel con Mireille Delunsch en el papel principal y José van Dam como padre. La dirección musical fue de Sylvain Cambreling. En nuestro país, Louise solo se ha podido presenciar en el Gran Teatro del Liceu de Barcelona, donde se estrenó muy pronto: el 3 de abril de 1904.
La Louise de Aix
Anteanoche se representaba la tercera función, de los cuatro programadas, de un título infrecuente. Su estreno en el Festival de Aix suponía una apuesta audaz por parte de Pierre Audi, pues resulta muy difícil y costosa de llevarla a escena, debido a la gran cantidad de cantantes, que superan la treintena.
La familia de Louise es muy modesta. Pertenecen a la clase trabajadora, aunque no sabemos exactamente a qué se dedica su padre: no se sabe si trabaja en una fábrica o en una oficina de baja categoría. En cualquier caso, siempre vuelve agotado a casa, teniendo que luchar para sobrevivir y ganar dinero y alimentar a su familia. La trama principal narra el amor de Louise, una joven costurera, por Julien, un joven poeta del mundo bohemio que vive en su mismo edificio. Sus padres se oponen radicalmente a esta relación amorosa. Louise, dividida entre su deseo sentimental y la preocupación por no causarles dolor, termina huyendo del hogar familiar a París, la capital del amor y de los placeres mundanos.

Allí encuentra con su amante la ansiada felicidad, que celebra en el aria más popular de toda la ópera, la que da inicio el Acto III: «Desde el día en que me entregué» y la única que se ha mantenido en el repertorio de conciertos y grabaciones, a cargo de las sopranos más reputadas. Tras ser coronada en una tumultuosa fiesta, en el mismo acto, como Musa de Montmartre, Louise ve brutalmente interrumpido su sueño con la llegada de la madre, quien le cuenta que su padre está gravemente enfermo y que necesita verla. Louise acepta volver al seno familiar. De vuelta al hogar, el padre lleno de nostalgia le canta la conocida canción de cuna de su niñez y adolescencia, pero tras su incontrolada insistencia en retenerla, Louise persiste en la necesidad de mantener su libertad y la relación se vuelve imposible. Se enfrentan violentamente y el padre exasperado en un ataque de locura ahuyenta a Louise y cae el telón.
Si bien el director de escena Christof Loy es sensible al argumento que modernizó a Louise, en esta ocasión ha buscado un camino más subliminal ahondando en la relación familiar tóxica en la que Louise queda atrapada y la influencia que la posesividad del padre ejerce sobre su hija con la complicidad de su madre. El director alemán, que ya firmó una anterior producción en la Deutsche Oper am Rhein (Duisburgo) en 2008, opta por convertir a Louise en una paciente tratada por esta neurosis.
Como ya es habitual en sus recientes producciones, Loy prefiere situar la acción en un escenario único. Aquí no hay casa familiar, ni taller de costura, ni vemos el esplendor de las calles parisinas que hace vibrar el tercer acto. En este caso, nos topamos con la sala de espera de un hospital mental, La Pitié Salpetriére de París, famoso por sus avances en el tratamiento de la salud mental, que contaba con una sección dedicada a “reformar mujeres”, ingresadas por maridos y padres. Allí Louise fantasea con su amor por Julien (aunque no descubriremos hasta la última escena que él también era su médico) y una relación casi sexual desde niña con su propio padre, culminando en una escena final explícita que termina con el suicidio de la heroína (un suicidio también fantaseado, pues tras un breve oscuro de la escena, nos encontramos de vuelta al hospital, con una Louise feliz saliendo de la consulta del médico (sin curación posible).

Toda la obra se construye, por tanto, en torno al delirio de Louise. Para Christof Loy, Charpentier creó el papel del padre como el de un amante sórdido que lucha hasta el final por su amor a pesar de su desesperación. Después de diecisiete años, en este segundo acercamiento a la ópera de Charpentier, Loy afirma en una esclarecedora entrevista publicada en el excelente programa de mano (gratuito) que ellos dos son la verdadera pareja de la historia. Para Loy el padre no es solo un ser abusivo y manipulador, un auténtico monstruo, sino que necesita explorar la complejidad psíquica de una relación tóxica y absolutamente tabú, derivada del abuso sexual durante la infancia y adolescencia de su hija. ¿Y qué hay de Louise? Además del amor filial que aún siente por su padre, como muchas víctimas de incesto, experimenta también una gran confusión mental, combinando la enorme disociación emocional con el sentimiento de culpa y su dependencia afectiva.
El trabajo de Loy con cada uno de los veintiocho actores-cantantes es impecable. Algunos de ellos doblan papeles, pero todos están perfectamente individualizados. París, que es la otra gran protagonista de la ópera, aquí aparece como una visión fugaz, visible tan solo en el tercer acto, tras los amplios ventanales de la sala de espera del hospital. En fin, se podría hablar y no parar de la enorme cantidad de detalles y guiños que hay en la producción, pero la crónica se haría interminable.
Exigente mosaico vocal y musical
En el apartado musical, la soprano franco-danesa Elsa Dreisig fue la gran triunfadora de la noche. No en vano, Loy pensó en ella desde el inicio para montar la ópera. Y ella se plegó como un guante a sus deseos. El exigente trabajo actoral planteado por el director de escena tuvo una respuesta modélica, aunque vocalmente quedó un tanto por debajo de las exigencias vocales escritas para una soprano lirico-spinto que reclama el papel de Louise (Dreisig es una soprano más bien lírico-ligera). Pero es cierto que fraseó con encanto y musicalidad, además de lucir una estupenda dicción francesa, aunque curiosamente no terminó de redondear su esperada aria del tercer acto Depuis de jour, cantada sin demasiada fantasía vocal y con alguna inestabilidad en los agudos más exigentes.

El británico Adam Smith es un claro ejemplo del tenor moderno que triunfa y gusta en los teatros de ópera actuales. Es una voz interesante y posee un timbre atractivo, pero a veces emite agudos muy abiertos y destemplados. Escénicamente funcionó bien como Julien y seguramente fue seleccionado para el papel de joven enamorado por el director de escena, al igual que el bajo Nicolas Courjal de voz muy tosca con solidos graves y deficientes agudos. Como Padre mostraba un cierto parecido con el tenor, algo buscado por el propio Loy, como se reconoce en la citada entrevista del programa de mano, buscando así un mismo rango de edad con el poeta. La veterana mezzosoprano Sophie Koch, que incompresiblemente debutaba en el festival, encarnó una agresiva y frustrada madre. Su voz, aunque ha perdido parte del brillo de antaño, sigue conservando unas excelentes dotes dramáticas. Otra veterana, la soprano francesa Annick Massis, de importante carrera, sustituía a Roberta Alexander en el papel de la barrendera, y mostró que aún le quedan cosas por decir en un escenario. Muy bien Carol García como Gertrude, la única española del amplio reparto, al igual que la joven soprano francesa Marianne Croux (Irma), de buena línea y estupenda proyección vocal.
En el foso estaba un director en alza, el italiano Giacomo Sagripanti, que esa misma tarde fue condecorado como Caballero de la Orden y las Letras de la República Francesa. Se nota que Sagripanti es una batuta experta en el foso, prestando especial atención a las voces. Los conjuntos en sus manos estuvieron muy bien conjuntados en todo momento y pareció inclinarse por una versión cuidada y detallada de la partitura más que por una lectura más vehemente o arrebatadora. En todo caso sacó unas excelentes prestaciones tanto del coro como de la orquesta de la Ópera de Lyon (reforzada con la Orquesta Juvenil del Mediterráneo para la Banda interna). No obstante, la desigual acústica del Palacio Arzobispal no permite apreciar plenamente la opulencia de la orquestación.
La representación se saldó, tras casi tres horas de espectáculo con éxito para todos los intérpretes, en especial para la soprano Elsa Dreisig, el tenor Adam Smith y el Maestro.