Más de 2.000 adolescentes están bajo protección por violencia de género

En menos de un año se ha producido un incremento de más del 13 por ciento de casos

Claudia tenía 16 años cuando empezó a sentir que algo no iba bien. Su novio, un chico un año mayor, empezó a enfadarse cada vez que ella no respondía al instante sus mensajes. Al principio, le pareció incluso halagador. “Es que me quiere”, pensaba. Pero con el tiempo, los mensajes se volvieron más insistentes, los reproches más hirientes y el control, cada vez más asfixiante.

“¿Dónde estás?”, “¿Con quién hablas?”, “¿Por qué subes esas fotos?”, “Bórralas”. “Dejé de publicar en Instagram, de quedar con mi mejor amiga porque a él no le gustaba y yo lo justificaba todo”, explica Claudia a Artículo 14.

Hasta que un día, tras una discusión, él golpeó la puerta a escasos centímetros de su cara. “No me tocó, pero desde entonces, dejé de dormir tranquila”, confiesa.

Su historia es una radiografía del momento que vivimos. Una realidad que hay que mirar de cara: la violencia de género entre adolescentes está creciendo con fuerza.

Una emergencia con rostro adolescente

A junio de 2025, 2.471 adolescentes figuran inscritas en el sistema VioGén, el algoritmo de la Policía Nacional que evalúa el nivel de riesgo de reincidencia en casos de violencia de género.

Tenemos un problema con los adolescentes y las violencias machistas
KiloyCuarto

La tendencia es clara. En octubre de 2024, el número de menores registradas era de 1.201. En apenas nueve meses, se han sumado más de 1.270 nuevas jóvenes. Un incremento de más del 13 % que refleja el aumento real de casos, pero también una mayor conciencia y disposición a denunciar.

Si ampliamos la mirada, el sistema protege actualmente a más de 103.700 mujeres en España. Los casos siguen creciendo. Y hay muchos más, todos los que no llegan a denunciarse, que no aparecen en las estadísticas, pero que también existen. Que también duelen.

Cuando el amor se disfraza de control

Claudia no pensaba que lo que vivía fuera maltrato. No había golpes ni amenazas directas. “Sólo” un control constante, una dependencia emocional asfixiante, una culpa que la invadía cada vez que él se enfadaba. Como ella, muchas adolescentes confunden el control con amor, los celos con atención, el aislamiento con intimidad.

Es lo que los expertos denominan violencia de control, y es la forma más común de maltrato en las relaciones adolescentes. “Suele empezar con una revisión del móvil, una crítica al vestuario o un comentario sobre con quién se sale. Y crece, casi sin que se note, hasta que la libertad de la víctima está totalmente anulada”, apunta la psicóloga Montserrat Coll.

Menores en alto riesgo

Según los datos del Ministerio del Interior, más de 12.500 menores han sido identificados en situación de vulnerabilidad por convivir con violencia machista, y más de 5.800 están catalogados en situación de riesgo directo. Sólo entre abril y junio, tres menores de edad han sido asesinados en crímenes machistas.

Desde 2019, los casos clasificados como de especial relevancia -aquellos que presentan un alto riesgo de violencia grave o letal- superan ya los 12.000. Muchos de ellos afectan directamente a adolescentes y a menores que crecen en entornos de violencia crónica y severa.

¿Por qué crece la violencia entre adolescentes?

Las causas son múltiples y complejas. “Las redes sociales y algunas plataformas digitales contribuyen a normalizar patrones de control y actitudes machistas, muchas veces disfrazadas de amor o preocupación. Además, la educación emocional sigue siendo una asignatura pendiente en los centros escolares y eso hace que muchos jóvenes no tengan herramientas para identificar o gestionar relaciones tóxicas”, apunta Coll.

A esto se suma la gran barrera del silencio. Según los últimos datos, sólo el 2 % de las llamadas al 016 -el teléfono de atención a víctimas- provienen del entorno de la víctima. Profesores, familiares, amistades… con frecuencia no saben cómo actuar o minimizan lo que están viendo.

Y luego está el verano. Julio y agosto concentran, históricamente, el mayor número de asesinatos machistas del año. El tiempo libre, los viajes, la convivencia más intensa y el aislamiento de algunas víctimas crean un entorno de alto riesgo. Por eso, este verano de 2025, el Gobierno ha vuelto a activar el Comité de Crisis y ha reforzado las medidas de protección en todo el país.

¿Cómo salimos de aquí?

“Primero, hablando”, apunta Coll. “Y enseñar a nuestras hijas, sobrinas, alumnas y amigas que el amor no duele. Que el respeto no se impone con miedo. Que los celos no son una prueba de cariño”. Porque el silencio no es protección, sólo aísla.

Segundo, añade Coll, escuchando. “Cuando una adolescente dice que su pareja la controla, la insulta o la aísla, no está exagerando. Está pidiendo ayuda. Y debemos estar ahí para dársela”.

Y tercero, exigiendo. A las instituciones, que protejan de verdad. A los colegios, que eduquen en igualdad desde la infancia. A las plataformas digitales, que no amplifiquen la apología de relaciones tóxicas.Y a nosotros mismos, que dejemos de mirar hacia otro lado.

Claudia tardó meses en contar lo que le pasaba. Al final lo hizo, entre lágrimas, con su profesora de Lengua, después de una clase sobre violencia verbal.

Como ella, hay cientos de chicas menores necesitan saber que no están solas. Que lo que viven no es amor. Que pueden pedir ayuda. Y que hay salida.

Pero para que eso ocurra, tenemos que estar ahí, presentes. Escuchando. Nombrando. Actuando.

Porque cada adolescente que consigue salir de una relación violenta es una historia que no termina en tragedia.