Jason Bateman tiene 56 años, pero lleva casi medio siglo trabajando en la industria. Comenzó a los 10, haciendo comerciales de las galletas Golden Grahams en televisión. Estrella de La Casa de la Pradera, Silver Spoons y The Hogan Family, el actor siempre ha sido un tipo simpático al que Hollywood no le ha regalado nada sin cobrar sus intereses. “He trabajado duro desde los 10 años, me he perdido de jugar con mis amigos en la infancia.”. Luego llegó la adolescencia y las fiestas de Los Ángeles. “Decidí aprovechar para ponerme al día”, recuerda. “Tenía algo de dinero. Tenía independencia, vivía en una casa divertida con otros actores de mi edad. Fue increíble”. La resaca le duró casi una década. En los noventa, Bateman pasó de ser ídolo adolescente a fantasma de la industria. “No me di cuenta que nadie es imprescindible y la industria no estaba guardándome mi lugar en la fila. Cuando terminé de pasármelo bien, descubrí que nadie me ofrecía un papel”. La transición, según reconoce, fue brutal. “Cada audición era un tormento. Sabía que estaba a un trabajo de quedarme sin carrera, o a un trabajo de ser la próxima gran estrella. Caminaba con esa ansiedad y las fiestas la multiplicaban”.

Jason Bateman describe esa década como “un periodo de ansiedad profunda, alimentada por la paranoia del exceso de juergas. Estuve muy, muy cerca de liquidar lo poco que tenía, meterlo en una bolsa, ir al aeropuerto de Los Ángeles, mirar la pantalla de destinos y simplemente desaparecer. Comprar una cafetería en cualquier ciudad y empezar de cero”.
No lo hizo. Una audición le salvó. Tuvo la suerte de conocer a Jimmy Burrows, el legendario director de ‘Cheers’. Bajo su tutela, dirigió episodios y se convirtió en uno de los miembros más jóvenes del Sindicato de Directores. “En vez de ver toda mi experiencia en comedias como un obstáculo, quise convertirla en ventaja y tratar de ser el próximo Jimmy Burrows”, explica. En 2001 se casó con Amanda Anka, hija del cantante Paul Anka. Ella le dio un ultimátum. “O te calmas, o me voy”. Bateman eligió calmarse. Poco después su carrera resucitó con ‘Arrested Development’.
“Esa serie cambió todo, le puso las paletas del desfibrilador a mi carrera y volvió a latir. La veían en Hollywood, y eso era vital para mí, porque se dieron cuenta de que no era mercancía dañada. Era el tipo que había hecho un montón de sitcoms justo cuando las sitcoms estaban de salida”. Ganó un Globo de Oro y se volvió ícono de la comedia inteligente. “Medio Estados Unidos no la entendió, pero en Kansas no estaban repartiendo trabajos. En Hollywood si”.

A partir de ahí, Bateman se permitió diversificar: ‘Juno’, ‘Extract’, ‘Horrible Bosses’, ‘Game Night’, ‘The Gift’, ‘Air’. Fue conejo en Zootopia y ejecutivo en Office Christmas Party. Actor de comedia, sí, pero también director de cine con ‘Bad Words’ y ‘The Family Fang’. El gran salto dramático llegó con ‘Ozark’ en Netflix. Como Marty Byrde, ganó un Emmy a mejor dirección y tres nominaciones como actor.
“Creo que todos nos sentimos atraídos por proyectos que son un poco más difíciles, que apuntan a un blanco más pequeño. Para lograrlo necesitas que cada departamento reme en la misma dirección”. Todo este viaje comenzó porque, en los ochenta, Jason y su hermana Justine eran los proveedores de la familia. “Yo estaba pagando la casa, la escuela, el coche nuevo. Te sientes adulto con una gran responsabilidad. Si no mantenía un promedio de aprobado en la escuela, perdía el permiso de trabajo, y con eso el empleo, y quizá no llegábamos al pago de la hipoteca. Así que estudiar para exámenes era más estresante que para otros niños”. Con la distancia, asegura que no cambiaría nada, pero tampoco se lo impondría a sus propios hijos. “Creo que me salió bien por suerte, pero no pondría a mis hijos en esa situación”.
En ‘Black Rabbit’, su nueva serie de Netflix junto a Jude Law, interpreta a Vince, un hombre oscuro y frágil en el Nueva York más sucio. Él mismo protagoniza, dirige y produce este proyecto que debutó como número uno en la plataforma y se ha convertido en una de las series más vistas del planeta.
Al despedirse en la conferencia de prensa, soltó la misma frase con la que ha respondido toda su vida en las entrevistas: “Nos vemos”.

¿El público ha respondido muy bien a esta serie?
Es emocionante. Siempre lo es. Hacemos esto para el público, así que siempre es agradable ver cómo lo reciben. La primera presentación fue en Toronto, que tiene un público fantástico y realmente parecían disfrutarlo mucho. Luego hicimos el estreno en Nueva York y también aplaudieron. Por suerte, entendieron parte de la comedia que tratamos de esconder, lo cual equilibra bien con el peligro, la suciedad y la crudeza que atraviesan la serie.
¿Disfrutó rodando en ropa interior en plena autopista de Nueva York?
(Ríe) Sí, era como marcar una casilla pendiente para mí. Por suerte, no fue exactamente en el hombro de la autopista como estaba en el guion, sino un poco más apartado. Y era una noche cálida, así que fue bastante conveniente andar en ropa interior.
¿Cómo describirías la dinámica de hermanos entre Vince y Jake y tu trabajo con Jude Law?
Jason Bateman: A riesgo de avergonzar a Jude, él es del tipo de persona con la que puedes estar todo el día, sin importar en qué humor estés. Eso ayuda cuando tienes que rodar escenas gritándole de manera muy intensa. Si tienes medio corazón, te sientes raro gritándole a alguien así, pero con una buena conexión sabes que hay confianza, y puedes hacerlo sin sentirte mal. Es como una relación entre hermanos que pueden pelear todo lo que quieran, pero nunca van a dejar de ser hermanos. Y cuando nos toca interpretar escenas de empatía y conexión profunda, también es fácil, porque en la vida real hay un afecto natural entre nosotros.
¿Qué fue lo que más te ayudó a conectar a los dos hermanos, a pesar de sus diferencias?
Creo que lo difícil lo hicieron Zach y Kate en el guion, llenando la página en blanco y decidiendo esos puntos de conexión. Después, todo se reduce a lo mismo que cualquiera experimenta. Siempre hay momentos en los que miras a alguien frente a ti y existe o no existe una conexión. Con Jude fue inmediato. Y como además es tan generoso, tan hábil como persona y como actor, se convierte en una gran sociedad creativa.
¿Cómo fue trabajar con Troy Kotsur, quien interpreta al jefe Mancuso?
Jude mencionó un punto importante sobre la quietud. Troy y yo hablamos mucho al principio sobre cómo abordar a su personaje, teniendo en cuenta su circunstancia única como intérprete sin el uso de su voz. Le aseguré que no necesitaba compensar nada; que como director me encargaría de que la cámara captará la gravedad del personaje sin que él tuviera que forzar nada. Estaba entusiasmado con poder transmitir la relación con su hijo de la manera más natural posible, como en la vida real. Y creo que su interpretación es increíble.
Además de actuar, también eres productor ejecutivo. ¿Qué importancia tiene para ti involucrarte detrás de cámara?
Todos nosotros nos sentimos atraídos por proyectos que son un reto porque suelen tener mucho éxito. Para lograr ese objetivo más pequeño y complejo, necesitas que cada departamento haga un gran trabajo y que todos remen en la misma dirección. Cuando tienes la suerte de estar involucrado desde el inicio, puedes ayudar en el casting, en la elección del equipo, en cómo se comercializa después lo que filmaste. Todo eso importa si quieres acertar en ese blanco más difícil. Y tuvimos la suerte de rodearnos de gente increíble que contribuyó al proyecto.
¿Quién es el “Vince” en tu vida?
(Sonríe) Esto es lo que quieren, ¿no? Quieren la primicia.