Cine

James Bond me representa hoy, pero solo si es de coña

Coincidiendo con el estreno el 5 de octubre de 1962 de Agente 007 contra el Dr. No, se conmemora, entre vítores y chanzas, el Día Mundial de James Bond. Un acontecimiento planetario, como los de Zapatero, nuestro agente secreto ibérico

Ya he contado en más de una ocasión, en ese pozo al que lanzamos las cosas que escribimos y que no sabemos a dónde van ni quién las lee, Mesagge in a Bottle, que los humanos tenemos un día conmemorativo para cualquier cosa. Incluso hay algunos que se solapan. Necesitaríamos algo más que el calendario gregoriano para celebrar todo lo que se nos ocurre, por muy bizarro que sea. Por tener, tenemos hasta el Día de la Madre, una de las cosas más absurdas que se pueden conmemorar; ¿qué pasa?, ¿que los otros 364 no son los días de la madre? Bueno está, señor.

Helen Mirren rechaza que una mujer sea James Bond: “Nace de un profundo sexismo” SONY-SUMMIT ENTERTAINMENT

Resulta que me he enterado, por un amigo muy muy friki del cine friki, que el 5 de octubre se celebra el Día Mundial de James Bond, ese funcionario vestido de mayordomo de Oxfordshire y con nombre de trastero. Nunca he sido muy fan de sus películas, veintitantas, ni tampoco las he odiado; qué cosa más rara la equidistancia ¿verdad? Es una indiferencia parecida a la que tengo, por ejemplo, con los toros o con el baloncesto: no me molestan, pero me dan bastante igual. Nunca me quedaré a ver una película del Agente 007 en la tele mientras zapeo –que alguien explique lo que es zapear-, nunca la seleccionaré entre la inmensa playlist de la caja de Pandora de los streaming, pero si estoy en un sitio y ponen la final del Mundobasket, pues me veo una de James Bond. Eso sí, y esto es muy importante que lo entiendas, solo las de Roger Moore y puede que alguna de Pierce Brosnan, pero únicamente por el vitriolo que desprende el propio intérprete irlandés. Desde luego, no me gustan nada las de Sean Connery, ni aquella de arte y ensayo protagonizada por el efímero top model George Lazenby, ni mucho menos las de Daniel Craig y uno que pasaba por ahí con cara de marco de foto llamado Timothy Dalton y del que ni te acuerdas, reconócelo.

¿Y por qué no me gustan las películas de James Bond?

Pues porque se toman en serio al personaje, el error más grave que se puede cometer en este género cinematográfico.

¿Y por qué me gustan las de Roger Moore?

Justo por lo contrario y porque, además, se nota. Y quieren que se note.

Atento al consejo. Y gratis. Son comedias todas las películas de personajes ficticios con superpoderes, sean estos propios, Superman y toda la corte de los milagros posterior, o adquiridos, como por ejemplo Batman y sus gadgets de milmillonario, o el caso que nos ocupa, un funci nivel Dios, o Grupo A1, como se dice en el argot público, cuyos juguetitos se los da un señor de cien años que lo mismo le construye un misil en un boli, transforma un coche en el submarino Kursk o le monta un iPhone con TikTok en la suela de los Crockett & Jones.

Joder con la trascendencia. ¿Quién dijo que lo circunspecto es mejor? Cuando este cine pretende sublimar su propia identidad y ocupar un espacio, digamos intelectual, que no es el suyo, fracasa. Wannabe. Más bien, se ridiculiza. Por eso nunca caí en la trampa de Nolan y su trilogía de Batman shakesperianos ni a todos los que han seguido su funesta estela, encima a peor, intentado oscurecer y martirizar a unos/as moxolos disfrazados de Halloween.

Sí. Soy la Cayetana Álvarez de Toledo del cine de superhéroes: “No te lo perdonaré jamás, Christopher Nolan. Jamás”.

Y por eso me gusta, y mucho, Tim Burton y sus otros dos Batman, plenamente conscientes de su propia naturaleza; y por eso me gustan, y mucho, los Superman de ‘Los Richard’, Donner, Lester y Pryor, pasadísimos de vueltas, con unos malos de palo, que se parecen más a Arévalo que a Javier Bardem y que no pretenden engañar a nadie. Son comedias revestidas de cine de acción, películas que se cuentan chistes entre ellas y, por tanto, son las más serias. Nada hay peor en el cine que caer en la autocomplacencia y en el ridículo: no puedes hacer una película de un tipo que se desliza por cables con un gorro sadomaso creyéndose un personaje de Bergman. Por eso los Bond de Roger Moore son, además de divertidos y fáciles, inteligentes, porque son los primeros que se ríen de sí mismos, eliminando cualquier rastro de autocomplacencia y caricaturizando a un personaje que se sabe fuera de tiempo, apuntalando de paso la suspensión de incredulidad y. por último, echando por tierra las soflamas descontextualizadas de machirulismo, tabaquismo, alcoholismo, machismo y demás “ismos”, tan ridículos en los Bond “serios y trascendentes”.

Desconozco qué caminos narrativos tomarán las siguientes pelis de la saga. He oído de todo, hasta una James Bond mujer y negra, pero con otro nombre. O no. Lo mismo se siente hombre a mitad de la película. Se habla mucho en la hoguera de las vanidades de los posibles sustitutos de Daniel Craig: Tom Holland o Jacob Elordi. Disrupción a tope, This is Hollywood. Si yo fuera rico, tan rico como El Turronero, produciría una con Charlie Sheen interpretando a un Bond crepuscular y alcoholizado y con Jonah Hill de villano que le pasa la mandanga.

P.D. No he nombrado ningún título de James Bond en todo el artículo. Tampoco es cuestión de ser pesado. Pues bueno, mi favorita es Panorama para matar, posiblemente la peor de toda la saga, para el sanedrín de los Sumos Sacerdotes Cerocerosietenses. De coña.

TAGS DE ESTA NOTICIA