En la Asia Central del siglo XIII, una joven princesa desafió todos los estereotipos de su tiempo. Nieta del temido Genghis Kan e hija del poderoso caudillo mongol Kaidu, Khutulun no fue una noble más entre el linaje imperial. Fue una líder militar temida, una luchadora invencible y, siglos después, inspiración para una de las óperas más célebres de la historia: Turandot, de Giacomo Puccini.
Herencia imperial y rivalidad familiar
Tras la muerte de Genghis Kan en 1227, el poder supremo pasó a manos de su hijo Ögodei, quien amplió aún más el dominio mongol por Asia y Europa. Uno de sus nietos, Kaidu, tomó el control del sureste de lo que hoy es Kazajistán, heredando parte del antiguo kanato de Chagatai. Desde allí, Kaidu gobernaba vastas tierras que se extendían hasta el río Amu Darya y las montañas Altái.
Kaidu fue un líder ambicioso y rival directo de su primo, Kublai Kan, emperador de China y fundador de la dinastía Yuan. Las tensiones entre ambos se convirtieron en una guerra prolongada que marcaría el destino de sus descendientes, incluida su hija Khutulun.
Una infancia entre caballos, arcos y combates
Criada entre catorce hermanos varones, Khutulun creció entrenando como uno más. En la tradición nómada mongola, desde pequeños se aprendía a cabalgar, disparar con arco y cuidar del ganado. Las niñas, encargadas del rebaño, también debían saber defenderse de lobos y otros peligros. Así, no era raro que las mujeres adquirieran habilidades marciales comparables a las de los hombres.

Desde muy joven, Khutulun mostró un talento natural para la lucha. Su padre confió su formación a los guerreros más experimentados, y ella no tardó en destacar.
Campeona de lucha y general de diez mil jinetes
De adulta, Khutulun se convirtió en una figura temida. Participaba en combates cuerpo a cuerpo y vencía con frecuencia a hombres que la superaban en tamaño y fuerza. Su destreza le valió no solo prestigio, sino también una enorme fortuna en caballos, el bien más valioso para un nómada. Se dice que llegó a tener más de 10.000 en propiedad, ganados en duelo.
Su padre la llevó consigo a la guerra contra Kublai Kan y, con el tiempo, le confió el mando de un tümen, una unidad de caballería de diez mil hombres, un privilegio reservado a los líderes más capaces. Su reputación la convirtió en un modelo de liderazgo para los jóvenes guerreros de la estepa.
Alianzas, traiciones y leyenda
Según el historiador persa Rashid ad-Din, Khutulun se casó con uno de los generales más destacados de Kaidu, un hombre llamado Abatata. No obstante, su vida no fue ajena a las tensiones dinásticas. Tras la muerte de su padre en 1301, herido en combate, Khutulun se vio envuelta en disputas internas por el poder. Apoyó a su hermano Urus Kan frente a otro hermano, Chapar, y según algunas versiones, fue asesinada por orden de Duva Kan, quien buscaba consolidar su propio liderazgo.

De princesa mongola a heroína de la ópera europea
Durante siglos, su historia fue casi olvidada en Occidente. Pero en el siglo XVIII, el orientalista francés François Pétis de la Croix se inspiró en sus hazañas para crear un personaje de ficción: Turandot. El nombre fue suavizado para el gusto europeo, pero la esencia —una princesa fuerte, decidida y difícil de conquistar— permaneció.
Más tarde, el escritor italiano Carlo Gozzi adaptó su historia a una obra teatral, que sería traducida al alemán por Schiller y escenificada por Goethe. Finalmente, Giacomo Puccini inmortalizó a la princesa guerrera con su ópera Turandot, estrenada en 1926, dos años después de su muerte.
Khutulun: mito, mujer y poder
Lejana en el tiempo pero cercana en simbolismo, la figura de Khutulun representa una de las pocas mujeres de la historia que comandó ejércitos y desafió normas de género desde el corazón de uno de los imperios más temidos del planeta. Su legado, a medio camino entre la historia y la leyenda, sigue inspirando siglos después.