Mujer no objeto

Las castañuelas de la bailaora

Pequeñas, de madera y antiguas como el Mediterráneo, las castañuelas no solo acompañan la danza: la encienden. Su repiqueteo preciso ha pasado de las procesiones clásicas al flamenco y las jotas, convirtiéndose en un pulso que une cuerpo, música y tradición

castañuelas bailaora
Imagen de Kiloycuarto.

Llegan antes que el cuerpo, se anuncian antes que comience el espectáculo. Antes del primer giro, del quejido de la guitarra o del zapateado. Las castañuelas no acompañan la danza, sino que la provocan. Ese repiqueteo de madera, rápido y preciso, contiene una llamada. 

Las castañuelas —también llamadas palillos en algunas regiones— son uno de los instrumentos de percusión más antiguos del mundo. Se encuentran antecedentes en civilizaciones del Mediterráneo, como los krótala griegos o los crotalos romanos, pequeñas piezas que se golpeaban entre sí y que ya se usaban para acompañar danzas y procesiones. Sin embargo, fue en la Península Ibérica donde se transformaron en lo que hoy conocemos, en esas piezas curvas, talladas en maderas densas como granadillo, cocobolo o ébano, unidas por una cinta que las sujeta a los dedos.

Cada par de castañuelas se compone por dos piezas asimétricas: una se llama hembra, más aguda y brillante; la otra, macho, más grave. Intentemos no sacar conclusiones. El sonido que producen depende del material, la forma y, sobre todo, de las manos que las tocan. No basta con agitarlas. Se requiere una técnica precisa que coordine dedos, muñeca, antebrazo y oído. La bailaora marca el ritmo y lo esculpe.

Su uso más extendido se asocia al flamenco, aunque no es exclusivo de él. Las castañuelas forman parte de otras tradiciones musicales españolas, como la jota aragonesa, la seguidilla manchega o las danzas castellanas. Aún así fue el flamenco quien les dio una expresión individual, casi íntima. No todos los palos flamencos las admiten, ni todos los artistas las emplean, pero cuando lo hacen, cambian el tono. 

En escena las castañuelas exigen una postura precisa. La intérprete debe mantener los brazos elevados, las manos firmes y vivas, como si dibujara en el aire. Es un instrumento que no permite relajación: cualquier caída de tensión se nota, cualquier desequilibrio interrumpe el fraseo. Concentración, cabeza, emoción, carácter. A diferencia de otros instrumentos, no se puede dejar de tocar sin dejar de bailar. Son una danza dentro de la danza.

El repertorio clásico incluye carretillas, redobles, golpes secos, postices. Cada uno tiene su lugar, su intención y su color. Algunas bailaoras las han convertido en su marca personal. Carmen Amaya las tocaba con la misma fiereza que usaba en sus pies. Sara Baras las transforma en acento. Lucero Tena las llevó al repertorio sinfónico e interpretaba piezas con una orquesta. No hay un solo modo de tocarla, pero todas comparten algo: el pulso.

La iconografía turística las ha reducido muchas veces a souvenir, a cliché. Las ha pintado de colores, barnizado, modelado en plástico y vendido en aeropuertos; las ha presentado pequeñas y coloridas para que los niños jueguen, pero las verdaderas castañuelas no son juguetes. Tienen peso, tensión y memoria. Las castañuelas se enseñan en conservatorios y escuelas de danza como una disciplina más, inician el camino para que se toquen en conciertos y en grabaciones. Hay modelos electrónicos, amplificados, adaptados. Se han modernizado sin perder su raíz. Siguen exigiendo, eso sí, algo esencial: que la intérprete escuche antes, que mida el tiempo, que respete el compás como se respeta una confesión.

Las castañuelas no improvisan: responden y preguntan. Golpean y acarician. En las manos adecuadas narran algo más profundo que una coreografía; un diálogo entre el cuerpo y el espacio. Por eso, cuando suenan, la música se transforma en mensaje, como si el aplauso empezara desde dentro.

Espido Freire, autora de “La historia de la mujer en 100 objetos” ed.Esfera Libros, ha seleccionado 31 para una saga veraniega en Artículo14 donde hace un recorrido por algunos de los objetos que más han marcado a las mujeres a lo largo de su historia.

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