Como siempre por estas fechas el sanedrín gafapasta del cine, representado por su brazo armado, la revista Cahiers du Cinéma, ha cincelado las tablas con su lista de las 10 mejores películas del año. La revista fundada en 1951 por el moisés André Bazin y otros críticos devenidos en directores, ha funcionado durante todo este tiempo como la sagrada palabra audiovisual, sacando el látigo e infligiendo castigo teórico a quien osara alejarse de sus postulados cinematográficos, que, como toda gauche divine sabe, son los únicos que valen. A los listados el tiempo los contextualiza y los pone en su sitio y más este, que lleva publicándose ininterrumpidamente desde 1954, a excepción de la década de los 70 por una discutible decisión editorial. No vamos a destriparlos uno por uno, eso lo dejamos para el TFM de los dinosaurios de Garci, pero sí que podemos destacar algún dogma, el big data es lo que tiene, para tratar de entender el de este año, que tiene telita, para bien y para mal.
Por un lado, existe una indisimulada querencia a “premiar” el cine patrio, el suyo vamos, y, por otro, la invariable presencia de los “grandes nombres”, hagan-lo-que-hagan, en un ejercicio abiertamente lampedusiano -” Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”-, y ahí te vas a encontrar, llueva o truene, a los Godard (25), Eastwood (14), Bergman (13), Rohmer (12), Weerasethakul (8) o Lynch (9) en una postura tan discutible como arbitraria. Aunque, quizá, sea eso lo que le pedimos a una lista, y más tratándose de arte, ¿o no? De cualquier forma, ambas líneas editoriales entran dentro de lo normal, siendo esta como es una publicación academicista y francesa. Pero hay otra, una tercera, realmente extraña teniendo en cuenta el carácter de nuestros vecinos, esos tíos tan raros que al queso le llaman fromage, y que nos alude directamente: su evidente amor por el cine español, pero más bien “el otro cine español”. ¿Cómo te quedas? Vayamos por partes.
En la edición de este año, primer double check, ocho de las diez películas apuntadas como “mejores” de 2025 –a estas alturas no disimulan con apelativos tipo “favoritas” o “en mi opinión”- cuentan con producción francesa. Tan solo hay dos foráneas, Miroirs No. 3 (Alemania) y Una batalla tras otra (Estados Unidos). Como no podría ser de otra manera, el desastre de Paul Thomas Anderson, otro fijo (4 lleva), aparece como la segunda mejor y cumple a rajatabla con el otro mantra: goodfellas, la lealtad, ante todo. Del resto de la lista, poco te puedo decir, consideraciones personales aparte (una vez soñé que me enviaban una carta muy amable invitándome a participar en la votación y el sobre incluía una baguette, un jersey cuello de cisne y una pistola): varias de ellas aún no se han estrenado en España, O Agente Secreto (Kleber Mendonça Filho), O Riso e a Faca (Pedro Pinho), Nouvelle Vegue (Richard Linklater), o Laurent dans le vent (Anton Balekdjian, Léo Couture y Mattéo Eustachon).
Pero ¿qué hay de la primera, la mejor, la obra maestra del 2025, cincelada en las tablas con hilo dorado y que mira por encima del hombro a toda la producción cinematográfica all over the world? Pues que vuelve a cumplir con el tercer axioma: es española, se llama Tardes de soledad, y está dirigida por el cineasta español Albert Serra. Como ya la analicé por aquí con motivo de su estreno, no escribiré ahora sobre sus virtudes artísticas y esa inédita capacidad para convertirse en el manifiesto de taurinos y antitaurinos, mientras Serra se descojonaba de todos desde la barrera.
Espera, espera… ¿estás seguro de que Albert Serra es español? O, dicho de otra manera, ¿los de Cahiers du Cinéma toman al de Banyoles por francés? Incluso mejor, ¿se considera el propio Serra español o francés?, culturalmente hablando, claro. Mejor no preguntarle.
Me viene al caso y a la memoria una serie documental que vi hace muchos años en el canal Arte, ese fantástico experimento público, en la que repasaban los tópicos que se atribuyen a cada país europeo: en el caso de Francia, el chovinismo y la apropiación cultural. En un momento del programa, sacaron la cámara a las calles de París con una simple pregunta: “¿Dónde nació Picasso?” Mejor no te digo lo que respondieron.
Anécdotas y tópicos que se cumplen a rajatabla aparte, lo más significativo de todo esto es que desde Francia, desde su savoir faire cinematográfico, nos están diciendo aquello de “yo lo vi primero”, mientras tú lo recluías en el rincón oscuro de los cineclubs, ángulos muertos del cine. ¿Y sabes qué? Que es verdad. La cultura francesa y específicamente si hablamos de cine, constituye un avant garde con toneladas de jurisprudencia con la capacidad y el conocimiento para detectar y atraer al talento. Albert Serra es un cineasta completamente anatemizado en España, esto es así, del que solo los muy cafeteros hemos seguido su obra, tan autorreferencial como fuera de la norma. Últimamente ha sido algo reconocido a raíz de la valiente Concha de Oro a su documental Tardes de soledad. Y punto. Albert Serra no es que sea un creador esquinado y elitista, es que ha sido sistemáticamente, ya no digo minimizado, sino ignorado por la ¿industria? del cine español: pregunta a cualquier académico ovejil si conoce a Albert Serra; y sobre este 3% pregúntales si han visto tres o cuatro de sus películas. Te dará un porcentaje similar a los que conocen la obra de Víctor Erice, otro gigante, y cuya última película, la prodigiosa Cerrar los ojos, que nadie vio, fue para Cahiers du Cinéma la segunda mejor película de hace un par de años. Y sí, te puede gustar más o menos este Robespierre rockabilly, absolutamente empachado de sí mismo, que es capaz de decir cosas como “los únicos autores del cine español somos Buñuel y yo”, haciendo amigos en el sector, pero el contraste entre la percepción del cine “como arte” que se tiene en Francia respecto de nuestro celtiberia show es exoplanetaria. Saltando todas las imperfecciones del chovinismo francés, que ahí está, su idea del cine orbita a años luz de la nuestra. Que un cineasta como Albert Serra lidere en dos años alternos (también fue considerada la mejor película de 2022 su anterior filme, Pacifiction), un listado de este prestigio, habla mucho -para mal- de nuestro ecosistema cinematográfico. Y aquí meto a todo quisqui: productores, colegas, académicos, editores, críticos y teóricos.
P.D. Ahora nosotros nos haremos los indignados para reclamar nuestra parte de la herencia, que nos devuelvan al hijo pródigo, el mesías de su generación. Ojalá, pero ni eso: la próxima película de Serra, Out Of This World, será, cómo no, francesa. ¿Alguien duda de que estará en la lista de Cahiers?



