En el debate público sobre el acoso sexual, la atención suele centrarse en los partidos políticos, sus protocolos internos y las tensiones que emergen cuando estalla un caso. Pero lejos del foco mediático, en un plano que rara vez recibe titular, están las víctimas: mujeres que observan cómo su experiencia de violencia se convierte, en muchas ocasiones, en materia de discusión partidista. Para ellas, ver cómo se gestionan estas denuncias no es un asunto teórico; es un recordatorio doloroso de lo vulnerables que pueden ser sus voces dentro de estructuras donde pesan jerarquías, intereses y silencios.
El miedo a no ser creídas se ha convertido en una de las emociones más persistentes. No es un miedo abstracto, sino una respuesta directa a lo que ven: debates centrados en el impacto reputacional, en la estabilidad interna o en el coste electoral más que en su bienestar. Muchas mujeres concluyen que su relato puede resultar accesorio, utilizable o prescindible. El mensaje que perciben, de forma implícita, es inquietante: “tu palabra dependerá de a quién pueda beneficiar o perjudicar”.
Las dinámicas de poder
Este miedo, según especialistas, no se entiende únicamente en clave individual, sino dentro de una estructura social y cultural más amplia. Noemí Álvarez Boyero, psicóloga experta en trauma, recuerda que “el acoso sexual se engloba dentro de una cultura de discriminación, privilegios y poder a unos mientras relega a las mujeres a posiciones tradicionales de sumisión y de víctimas”. Para la experta, la raíz del problema es sistémica y se refuerza por dinámicas de desigualdad que encuentran terreno fértil en los espacios laborales y en las estructuras jerárquicas.
Álvarez Boyero añade que estos casos requieren “protocolos claros, rápidos y eficaces porque tienen su origen en la desigualdad en las relaciones de género” y alerta sobre un elemento clave para entender por qué tantas mujeres temen denunciar: las dinámicas de poder. “Cuando ocurre dentro de dinámicas de poder disminuye la posibilidad de denuncia por miedo a perder el trabajo, a que no las crean, por vergüenza, por no querer represalias o incluso porque, sabiendo de la situación, se mire hacia otro lado”. La psicóloga recuerda además que, según un informe europeo —España no cuenta con investigaciones similares— una de cada tres mujeres puede sufrir acoso sexual en el trabajo, lo que muestra la magnitud del problema.
Se utiliza como un arma arrojadiza
Ese “mirar hacia otro lado” adquiere una dimensión especialmente sensible cuando quienes lo hacen son los representantes de la ciudadanía. “Para las víctimas es especialmente grave que las personas elegidas para velar por los intereses y la seguridad de la sociedad puedan ignorar actos tan graves”, afirma Álvarez Boyero. En su opinión, cada caso mal gestionado por instituciones o partidos “aumenta estas creencias y nos aleja de la posibilidad de vivir en una sociedad más justa, igualitaria y que haga real el tan mencionado eslogan, hoy en horas bajas, de ‘tolerancia cero a cualquier tipo de violencia sexual’”.
A estos temores estructurales se suma el riesgo de instrumentalización. Muchas víctimas observan cómo casos ajenos se transforman en arma arrojadiza entre partidos o facciones, y temen que su historia pueda ser absorbida por dinámicas que no controlan. Para ellas, la idea de que su experiencia de violencia se convierta en argumento político o símbolo dentro de una batalla interna genera una sensación de desposesión: su testimonio deja de pertenecerles y pasa a ser un objeto estratégico.

“Hay sanciones que solo puede imponer un proceso penal“
Cristina Mateos, experta en peritajes sociales en violencia sexual y en diseño de protocolos para instituciones de toda España, confirma estos vacíos y límites institucionales. “Hay casos en los que las víctimas se han sentido reforzadas en los protocolos. Conozco procesos muy satisfactorios”, explica. Sin embargo, también ha visto cómo las expectativas de muchas mujeres chocan con lo que un protocolo puede hacer. “A veces esperan que el protocolo dé respuesta a cosas que no puede resolver. ‘Quiero que despidan al profesor’. Eso un protocolo no lo puede hacer”.
Mateos recuerda que los protocolos pueden abrir procesos disciplinarios, suspender temporalmente o dejar constancia en expedientes, pero hay sanciones que solo puede imponer un proceso penal. Y derivar un caso a Fiscalía no siempre es una opción segura: “Comunicarlo a Fiscalía muchas veces pone en riesgo a determinadas mujeres. Hay que comunicarlo cuando la mujer quiera y según sus necesidades, porque si no estamos abocando a mujeres a procesos penales sin que ellas lo hayan decidido”.
“Cuanta más estructura piramidal, más riesgo de acoso”
La experta explica que los partidos políticos, por su estructura jerárquica, representan un entorno especialmente difícil: “Cuanta más estructura piramidal, más riesgo de acoso. En estas organizaciones media muchísimo el miedo”. El temor a perder apoyos, a ser apartada o a quedar señalada como conflictiva añade capas de silencio y autocensura.
En este contexto, la gestión de casos de acoso en partidos políticos no solo afecta a las víctimas directas, sino que proyecta un mensaje que llega a miles de mujeres. “Los casos que saltan al espacio público son una referencia para otras mujeres que están sufriendo acoso”, explica Mateos. Si lo que ven son dudas interesadas, respuestas ambiguas o silencios estratégicos, ese mensaje es desalentador: denunciar sigue siendo un acto de riesgo.

Así, el miedo a no ser creídas se convierte en algo más que una emoción individual. Es un síntoma de un sistema que no siempre protege y que, en ocasiones, prioriza su estabilidad interna sobre la reparación del daño. Mientras los partidos discuten responsabilidades, repercusiones mediáticas o daños reputacionales, las víctimas observan desde un lugar incómodo, sintiendo que su experiencia se mueve en un carril paralelo al de quienes dicen representarlas.
En ese contraste emerge una pregunta inquietante: “¿puede una víctima sentir que su voz importa cuando la conversación gira alrededor de todo menos de ella?”



