El odio, el controvertido libro en el que el escritor y periodista Luisgé Martín relata las confesiones de José Bretón, condenado por asesinar a sus hijos Ruth y José en 2011, verá la luz, “casi con toda seguridad, a finales de este año”. Así lo han confirmado fuentes cercanas al autor, que ya trabaja en una edición revisada que incluirá un ensayo añadido con perspectiva crítica y contextual.
La obra fue originalmente anunciada por la editorial Anagrama para marzo de 2025, pero su publicación fue paralizada tras la denuncia presentada por Ruth Ortiz, madre de los dos menores asesinados, quien expresó públicamente su rechazo a que el relato de Bretón se difundiera en formato literario. En un principio, la editorial defendió el derecho a publicar el libro y obtuvo respaldo judicial: la Audiencia de Barcelona desestimó la medida cautelar que solicitaba la paralización de la obra. Sin embargo, en abril, Anagrama rescindió finalmente su contrato con Luisgé Martín.
El autor calificó la decisión de la editorial como fruto de “la presión social” y confirmó poco después que recuperaba los derechos del libro y mantenía su intención de publicarlo. Por el momento no ha trascendido si lo hará a través de una nueva editorial o mediante autopublicación.

Polémica ética y respuesta institucional
La noticia de que el libro incluía entrevistas directas con José Bretón, realizadas por el propio autor en la prisión de Herrera de la Mancha, desató un amplio debate social sobre los límites de la libertad de expresión, el tratamiento mediático de los asesinos y el derecho de las víctimas a no ser revictimizadas. Diversas asociaciones feministas y organizaciones por los derechos de la infancia mostraron su rechazo, considerando que el testimonio de Bretón podía ser utilizado como una herramienta para perpetuar el daño sobre la madre y el entorno de los menores asesinados.
A raíz de esta polémica, el Ministerio de Igualdad anunció en abril que estudiaba una reforma del Código Penal para impedir que personas condenadas por violencia vicaria pudieran difundir declaraciones públicas con intenciones revictimizadoras. La violencia vicaria es aquella que se ejerce sobre seres queridos, especialmente hijos e hijas, con el fin de infligir dolor a la madre o pareja.
La delegada del Gobierno contra la Violencia de Género, Carmen Martínez, explicó entonces que se está trabajando en un anteproyecto de ley que permitiría a los jueces prohibir expresamente la publicación de obras o declaraciones cuando su finalidad sea atacar la dignidad de las víctimas. “Queremos que los órganos judiciales tengan a su disposición herramientas para actuar cuando se detecte un daño añadido, una voluntad clara de seguir haciendo daño”, afirmó.

Cambios legislativos en marcha
Además de restringir la difusión de contenidos procedentes de condenados por violencia vicaria, el anteproyecto contempla el reconocimiento formal de estas víctimas como parte del ámbito de la violencia de género, ampliando sus derechos de protección y reparación. La reforma también pretende garantizar que los menores afectados por estas violencias tengan derecho a ser escuchados en procesos judiciales o administrativos que incidan directamente en sus vidas.
Otra de las modificaciones que se estudia es la prohibición expresa del uso del falso síndrome de alienación parental (SAP) y de figuras similares, pese a que su utilización ya ha sido desaconsejada por organismos internacionales. Según Igualdad, este tipo de conceptos siguen presentes en informes periciales y decisiones judiciales que afectan a la custodia y los derechos de menores, en ocasiones con consecuencias graves.
“Se siguen dictando resoluciones judiciales amparadas en informes que utilizan, en contra de la ley, esta figura”, subrayó Martínez, quien advirtió del riesgo de validar prácticas que desprotegen a menores y revictimizan a madres supervivientes de violencia machista.
Luisgé Martín, reconocido por su obra literaria y por su trabajo como columnista y ensayista, ha defendido su decisión de publicar El odio como una forma de “explorar los mecanismos del mal y de entender cómo se construye el odio hasta el punto de convertirse en un arma criminal”. Según el autor, el proyecto no tiene voluntad de justificar a Bretón, sino de mostrar lo que él considera “la banalidad del monstruo”.