Qué leer

Mary Beard y el Partenón como símbolo de dominio masculino

Una crítica literaria sobre un libro que reescribe la historia del monumento más célebre del mundo

Mary Beard y el Partenón como símbolo de dominio masculino
Mary Beard y el Partenón como símbolo de dominio masculino
Montaje: kiloycuarto

El Partenón ha sido, durante siglos, un altar laico para la cultura occidental: monumento de la democracia, cumbre del canon artístico, icono arquitectónico incontestable. Sin embargo, en su nuevo libro El Partenón (Crítica), Mary Beard hace lo que mejor sabe: desmontar lugares comunes, revisar mitos, abrir fisuras allí donde la tradición se había blindado. El resultado es una obra tan iluminadora como provocadora, escrita con la claridad y la desobediencia intelectual que caracterizan a la historiadora británica. Pero, sobre todo, es un libro que obliga a mirar el Partenón desde un ángulo inesperado: el de un edificio que, además de belleza y poder, encarna una forma estructural de dominación masculina.

Mary Beard parte de un gesto autobiográfico: la conmoción infantil de ver por primera vez las esculturas del Partenón en el Museo Británico. Aquella fascinación es el punto de partida para una reflexión más profunda sobre cómo miramos el mundo clásico y, sobre todo, sobre cómo esos monumentos han alimentado una narrativa cultural que, durante siglos, ha silenciado lo femenino. Para Beard, el Partenón no es solo un prodigio técnico; es “una celebración del dominio masculino” en un sistema que negaba a las mujeres cualquier agencia política y donde incluso la diosa que lo consagraba —Atenea— es descrita como un “híbrido extraño”, separado de lo femenino convencional para adecuarse al canon heroico de la polis.

Cariátides del Partenón - Internacional
Un fotografía de archivo de las famosas Cariátides del Partenón.
Pexels

Este tipo de afirmaciones podría parecer provocador si no estuvieran sustentadas por una lectura minuciosa de las fuentes, la arqueología y la historia política de Atenas. Mary Beard muestra con el rigor que la caracteriza que el edificio fue, sí, un símbolo del poder democrático, pero también del poder imperial que Atenas ejerció sobre sus aliados. Y, en ese contexto, la masculinidad se presentaba como un lenguaje de legitimación: el de los ciudadanos libres, guerreros, propietarios, gobernantes. Un mundo en el que la exclusión femenina —y también la esclavitud— no era un accidente moral sino una estructura fundacional.

Uno de los grandes logros del libro es que desborda la visión estática del Partenón: Mary Beard lo entiende como un organismo vivo, un edificio en permanente transformación, mucho más que una postal del siglo V a. C. Lo muestra como templo pagano, iglesia cristiana, mezquita otomana, polvorín veneciano, ruina romántica, trofeo imperial británico y, finalmente, símbolo nacional griego. Esa multiplicidad rompe con el cliché del Partenón como relicario puro de la Antigüedad e invita a pensar en la forma en que cada época ha proyectado en él sus propios valores, obsesiones y batallas culturales.

En este sentido, Mary Beard explora con especial lucidez el debate sobre los frisos conservados en el Museo Británico. Lejos de reducir la cuestión a un dilema moral simplificado —“devolver” o “conservar”— la autora invita a entender la historia compleja de los objetos, los múltiples sentidos de la palabra “patrimonio” y la tensión entre universalismo cultural y reparación histórica. Su análisis, alejado de dogmas, convierte el libro en una de las reflexiones más inteligentes publicadas en los últimos años sobre el destino de las colecciones europeas.

La escritora e historiadora Mary Beard
Mary Beard, catedrática de la Universidad de Cambridge y una de las clasicistas más importantes del mundo
Efe

Pero la fuerza del ensayo no reside únicamente en su mirada histórica, sino en su ambición política. Mary Beard no pierde de vista el aquí y el ahora: muestra cómo cada generación reescribe su diálogo con la Antigüedad, cómo el feminismo, el anticolonialismo o los debates contemporáneos sobre el poder reconfiguran nuestra percepción de los monumentos. Y, de manera especialmente contundente, analiza el papel de las mujeres en el estudio del mundo clásico, recordando que cuando ella comenzó a investigar, la presencia femenina en los relatos históricos era prácticamente inexistente. El libro, así, funciona también como un gesto de reequilibrio: un intento de abrir las puertas del Partenón a quienes nunca pudieron atravesarlas.

El estilo de Mary Beard, como siempre, combina erudición con un sentido del humor inteligente y una capacidad insólita para explicar conceptos densos con una ligereza engañosa. Cada capítulo se despliega como una conversación vibrante con el lector, en la que conviven anécdotas arqueológicas, análisis de mitos y reflexiones sobre la política democrática. En sus páginas, Pericles convive con Lord Elgin, la esclavitud con la ingeniería, las asambleas atenienses con las tensiones contemporáneas del Brexit, que Beard menciona como un ejemplo de cómo los mitos nacionales —entonces y ahora— configuran identidades colectivas.

El libro también es una defensa apasionada de la historia como una disciplina en tensión permanente entre comprensión y juicio moral. Mary Beard reconoce que el pasado debe ser leído en sus propios términos, pero insiste en que la mirada del presente no puede suspenderse del todo. Sobre Atenas —una ciudad que celebraba su libertad mientras sostenía un imperio brutal y excluía políticamente a más de la mitad de su población— la historiadora aplica una ética de doble filo: comprender sin exculpar, contextualizar sin justificar y mirar sin romantizar.

Partenón de Atenas - Internacional
Una fotografía de archivo del Partenón de Atenas.
Pexels

El Partenón, en manos de Mary Beard, deja de ser el monumento marmóreo que hemos heredado y se convierte en un espejo incómodo. Un espejo que refleja no solo la violencia y la grandeza del pasado, sino la forma en que nuestras culturas han mitificado la Antigüedad para contar sus propias historias. El resultado es un libro imprescindible, que se mueve entre la crítica cultural, la divulgación histórica y el ensayo político. Una obra que confirma a Mary Beard como una de las voces más influyentes en el debate sobre el mundo clásico contemporáneo, y que demuestra que seguir pensando el Partenón no solo es posible, sino necesario.

Lejos de concluir en una defensa del monumento o en su condena, El Partenón propone algo más útil: devolverlo a la conversación pública desde una perspectiva informada y menos complaciente. Mary Beard desmonta las simplificaciones que han convertido el edificio en un símbolo inamovible y recupera su complejidad histórica, política y cultural. El resultado es una lectura que amplía el marco habitual sobre el mundo clásico y que invita a reconsiderar cómo se construyen —y se utilizan— los relatos sobre la Antigüedad. Un libro riguroso y accesible que reafirma el lugar de Mary Beard como una de las historiadoras más lúcidas de nuestro tiempo.

TAGS DE ESTA NOTICIA