En las calles de Sant Pere de Ribes, Barcelona, una niña insistía en jugar al fútbol. Corrían los últimos años de los noventa, cuando aún resultaba extraño ver a chicas persiguiendo un balón. Aquella niña, Aitana Bonmatí, convirtió la rareza en revolución. Hoy, con un Mundial, varias Champions, ligas y tres Balones de Oro, está coronada como la mejor futbolista del planeta. Pero lo suyo trasciende los trofeos, es una manera de entender la vida, hecha de ambición, constancia y autenticidad.
De pequeña jugaba en equipos de chicos porque no había otros espacios en los que pudiera demostrar su talento. En el Barça creció en silencio: primero en el filial y luego en un primer equipo que aún buscaba su lugar en la élite. Hoy, apenas unos años después, es el rostro de una revolución que ha transformado para siempre el fútbol femenino.
“Lo que más me llamó la atención de ella fue la determinación”, recuerda Cristian Martín, su agente y amigo. “En 2017, cuando nos sentamos por primera vez en un bar de la Barceloneta, tenía las ideas clarísimas. Había empezado a asomar en el primer equipo del Barça, pero quería más, se sentía preparada para más. Ese inconformismo lo sigue teniendo hoy”.
Su carrera refleja una era
La historia de Aitana Bonmatí es también la del propio fútbol femenino. Cuando debutó en 2016, las jugadoras todavía entrenaban en horarios marginales y con recursos limitados. “No es que de un día para otro se profesionalizara todo”, explica Martín. “Fue un proceso, y ella vivió esa transición. Ahora hablamos de estadios llenos, de contratos millonarios y de patrocinadores globales, pero en 2017 aún quedaba mucho camino por recorrer”.
De hecho, el primer patrocinio que firmó Aitana con Adidas se celebró como un triunfo histórico. “El acuerdo era muy modesto, apenas en producto y seis pares de botas”, recuerda Martín. “Y lo vivimos como si fuera un antes y un después. Hoy es una de las tres atletas más reconocidas de Adidas a nivel mundial. Mirar atrás y comparar te pone la piel de gallina”.
El auge de la liga española, los títulos europeos del Barça y la consolidación de la selección española han ido de la mano con la evolución de Bonmatí. En muchos sentidos ella se ha convertido en el rostro de esa transformación: pasó de disputar partidos ante unas pocas decenas de espectadores en la Ciudad Deportiva a brillar ante más de 90.000 personas en un Camp Nou histórico.

Talento y obsesión por mejorar
Bonmatí siempre ha destacado por su talento natural: visión de juego, capacidad para girarse en espacios reducidos y un dominio técnico impecable. Pero detrás de esa magia se esconde una mentalidad de hierro.
“Recuerdo una tarde en casa de un amigo”, relata Martín. “Cogimos un papel y empezamos a desglosar todos los aspectos de su juego, ofensivos y defensivos. Le pusimos notas, y al año siguiente volvimos a revisarlas para ver en qué había mejorado. Esa obsesión por el detalle la mantiene hasta hoy. Siempre quiere dar un paso más. Ahora, por ejemplo, está trabajando mucho en el tiro exterior”.
Esa autoexigencia la ha llevado a la cima. Bonmatí no se conforma con ganar: quiere dominar, dejar huella y seguir aprendiendo. “Ha superado mis expectativas, las suyas y las de cualquiera”, admite Martín. “Si me lo hubieras dicho hace siete años, ni me lo habría imaginado porque ni siquiera existía el Balón de Oro femenino. Pero si me preguntas si puede ganar tres más, no me sorprendería en absoluto”.
El reconocimiento mundial no ha cambiado su carácter. Aitana sigue siendo accesible, auténtica y agradecida. “Lo que ves es lo que es”, insiste Martín. “Con los fans es cercana porque lo siente de verdad. No lo vive como un peaje, sino como una manera de dar las gracias. Cuando alguien compra tu camiseta o te elige como referente, sientes la responsabilidad de estar a la altura. Y ella lo hace con naturalidad y alegría”.
Ese papel de referente no lo ejerce solo hacia las niñas que sueñan con ser futbolistas, sino también hacia los niños. “Aitana cree que el cambio social se logra impactando en ambos”, explica Martín. “Ella creció admirando a Xavi o Iniesta, y ahora muchos niños la admiran a ella. Ese espejo es fundamental para normalizar el fútbol femenino”.

Del anonimato a la élite mundial… y su ambición, intacta
La transformación de su entorno ha sido vertiginosa. “Me acuerdo de ir a partidos en los que éramos veinte personas en la grada”, recuerda Martín. “Y unos años después, estar con mis abuelos en el Camp Nou viendo a 90.000 personas animar al equipo. Esa comparación te hace valorar el camino recorrido”.
Hoy, Bonmatí se encuentra en la primera línea del deporte mundial: embajadora de marcas globales, icono mediático y líder de un Barça que ha conquistado Europa. Pero ni los contratos ni los focos la han apartado de lo esencial. “Es muy exigente”, admite su agente. “Pero también lo es consigo misma. Va al 100% en todo, y eso te obliga a dar lo mismo. Ahora parece una película de Disney, pero los inicios fueron duros; había que pelear por lo más básico. Esa exigencia compartida es lo que nos ha hecho crecer juntos”.

A sus 27 años, Aitana ya lo ha ganado todo. Y, aún así, no parece saciada. “El inconformismo es parte de ella”, resume Martín. “Cada título lo celebra, por supuesto, pero enseguida piensa en el siguiente. No se trata solo de ganar, sino de cómo ganar, de mejorar siempre”. Ese carácter es lo que convierte a Bonmatí en un símbolo de una generación que ha cambiado la percepción del deporte femenino y ha abierto puertas a las que vienen detrás.
“Ella siente que tiene una responsabilidad, pero no como una carga, sino como un privilegio”, explica Martín. “Le gusta ser referente porque sabe que puede contribuir a cambiar la sociedad. Y lo hace con naturalidad, siendo ella misma”.
Su historia aún en marcha
Quizá lo más impresionante de Bonmatí no sean sus títulos, sino su manera de entender el deporte. Juega con la pasión de quien no olvida sus raíces, con la ambición de quien siempre quiere más y con la autenticidad de quien sabe que la grandeza también se encuentra en lo cotidiano. Nadie se atreve a ponerle techo: su potencial parece ilimitado. Por eso, más allá de los Balones de Oro, ya pertenece al selecto grupo de quienes marcan época.