Cuando el Camp Nou coreó su nombre en aquella noche histórica de Champions, en marzo de 2022, Alexia Putellas apenas se dio cuenta. Mientras más de 91.000 gargantas gritaban al unísono lo que ella había soñado desde niña, su atención estaba centrada en lo que ocurría sobre el césped. En ese instante, no existía nada más que el juego. Lo cuenta en su documental ‘Alexia: Labor Omnia Vinicit’ (Prime Video) como si hablara de un recuerdo prestado.
Ya de madrugada, la mediocampista de Mollet del Vallès -la que marca más de 30 goles por temporada sin ser delantera, el chollo de cualquier entrenador- se percató de que el fútbol femenino acababa de hacer historia. Que su fútbol, el de las chicas, también importaba. Y que ellas, como los chicos, podían llenar estadios.

Ese día no sólo ganó un equipo, ganó un deporte entero. Pero para llegar hasta ahí, Alexia Putellas tuvo que pelearlo mucho antes: en campos de tierra, en vestuarios improvisados, en viajes eternos en autobús que llegaban de madrugada. Su camino no empezó entre focos y cámaras, sino entre barro y barracones.
Cuando en 2015 José Manuel Lázaro llegó al club como responsable de comunicación del fútbol profesional, se encontró con una realidad muy distinta. “El equipo entrenaba por la noche, a las tantas, porque muchas chicas trabajaban durante el día. No tenían fisioterapeuta, ni médico, ni jefe de prensa. Se organizaban ellas mismas las entrevistas, incluso se traían las botellas de agua. Les pagaban las primas con vales de El Corte Inglés”, recuerda. “Mi trabajo consistía en profesionalizar el equipo femenino, y lo primero que hice fue reunirme con las capitanas. Una de ellas era Alexia. Era muy joven, pero ya tenía madera de veterana. Era una líder nata, con un conocimiento brutal de lo que era un vestuario. Fue clave para impulsar el cambio, el motor que hizo posible que la profesionalización del equipo femenino”.
Gracias a ella -y a Torrejón, Guijarro, García- el equipo empezó a cambiar. Pasaron a tener médico, fisioterapeuta, nutricionista, jefe de prensa. A comer -como ellos- en la Ciudad Deportiva. A dejar atrás los entrenamientos a horas intempestivas. A cobrar las primas en euros. Y, por fin, a poder dedicarse de verdad a lo que habían venido a hacer: jugar al fútbol.
La niña que tuvo que madurar de golpe
Alexia nació el 4 de febrero de 1994 en Mollet del Vallès. Allí empezó a golpear el balón en su primer club, el CE Mollet UE, equipo en el que empezó a dibujar el fútbol que después maravillaría al mundo.
Con el tiempo llegaron el Sabadell, el Espanyol y, con apenas 17 años, el Levante. Fue allí, en Valencia, donde la vida le dio la hostia que la hizo madurar de golpe. Su padre, Jaume Putellas, falleció en el Hospital La Fe de Valencia, donde había sido trasladado por una delicada operación de corazón.

“Ese año fue muy agridulce”, recuerda Ruth García, exjugadora y compañera de Alexia en el Levante, el Barça y la selección. “Debutaba en Primera División, tenía minutos, estaba en un gran momento… y de golpe perdió a su padre. Fue durísimo. Las más veteranas nos volcamos con ella: la animábamos a estudiar, a salir, a buscar apoyo. Era tímida, pero ya tenía ese carácter competitivo que hoy la define. Se le veía madera”.
“No le gustaba perder ni a las cartas. Era perfeccionista, constante y muy competitiva”, apunta Sandra Paños, guardameta del Barça y de la selección hasta 2024, que también coincidió con ella en el Levante.
Ruth la recuerda como una adolescente que se quedaba despierta hasta tarde, repasando jugadas, leyendo o escuchando música. “Le gustaba aislarse, ponerse los cascos. Siempre buscando cómo mejorar”, explica.
Quizá fue entonces cuando empezó a tatuar en su piel -y en su cabeza- su lema vital: Ad Maiora (hacia las cosas grandes).
La líder que ordenó el caos
“Alexia transmite serenidad y convicción. Es una jugadora que incide en el juego, pero también en el ánimo del equipo. Es fundamental”, afirma Paños.
Ese equilibrio entre cercanía y carácter lo recuerda también José Manuel Lázaro: “Alexia sabía escuchar, pero no se le podía vender humo. Si algo no tenía sentido, lo rechazaba, aunque siempre con buenas palabras. Nunca levantaba la voz. Era empática y dialogante. Te explicaba el porqué de cada cosa. No exigía por capricho, y eso se entendía rápido”, añade.
Ruth García lo resume con claridad: “Cada paso era un logro. Nosotras siempre decíamos que íbamos como hormiguitas: poco a poco, pero firmes. Y Alexia fue la que tiró del carro”.
De promesa a icono mundial
Su obsesión por mejorar -entrenar más, rendir mejor, llegar más lejos- la llevó a convertirse en la mejor jugadora del mundo. En 2021 levantó su primer Balón de Oro. En 2022 lo revalidó, convirtiéndose en la primera futbolista española en ganarlo dos veces. Su palmarés impresiona: dos Champions League, siete Ligas, seis Copas de la Reina y una Copa del Mundo con España en 2023.

Pero más allá de los títulos, hay un logro que le importa tanto o más: la huella que deja en las niñas que hoy llenan los estadios. “Quiero que sepan que ellas también pueden”, repite Alexia, la misma que cumplió su sueño aquella noche mágica en el Camp Nou, ante 91.553 personas que batieron el récord mundial de asistencia a un partido femenino. Más de 2,3 millones lo vieron en directo desde sus casas.
La selección y otra batalla fuera del césped
Alexia también fue una de las voces más firmes en el conflicto con la Federación Española por las condiciones de la selección. “Ella quería las herramientas necesarias para competir en igualdad”, explica Ruth García. No se trataba sólo de fútbol, sino de dignidad profesional: viajes más dignos, respeto a los tiempos de descanso, mejores instalaciones. “Sabía que el talento estaba, pero faltaba estructura”, resume Ruth.

Ad Maiora, hacia las grandes cosas
De aquellas noches entrenando en campos de tierra a los focos del Balón de Oro, Alexia Putellas ha recorrido el camino entero del fútbol femenino español. Lo ha hecho siendo líder, pero también de hermana, hija y compañera. “Es mega necesaria para el Barça y la selección”, dice Sandra Paños. “Y, además, es una chavala increíble”.
Si algo define a Putellas es la convicción silenciosa de una niña que perdió a su padre cuando no tocaba. La que no sólo ha cambiado partidos, sino que ha cambiado la historia.