Garbiñe Muguruza siempre ha sabido ocupar el foco. Primero, cuando irrumpió en la élite del tenis mundial con una potencia y una personalidad que rompían moldes. Después, al conquistar dos títulos de Grand Slam frente a las grandes dominadoras de su época. Y ahora, ya retirada de la competición, en una nueva etapa que la mantiene vinculada al corazón del tenis profesional.
Tras colgar la raqueta en 2024, la extenista española vuelve a situarse en primera línea al asumir la codirección del Mutua Madrid Open, uno de los torneos más relevantes del calendario internacional. Un paso que va mucho más allá de lo simbólico y que refleja una transición natural: la de una campeona que conoce el circuito desde dentro y que traslada ahora su experiencia, criterio y visión estratégica a la gestión de un evento que apuesta por un liderazgo compartido e innovador.
El ascenso imparable de Muguruza
Garbiñe inició su camino en el tenis entre dos mundos. Nacida en Caracas en 1993 y criada en España desde muy joven, se formó como jugadora en Barcelona, donde empezó a moldear un estilo tan reconocible como efectivo. Su llegada al circuito profesional fue fulgurante: potencia, agresividad desde el fondo de la pista y una mentalidad competitiva que la situaron rápidamente entre las aspirantes a todo.
La confirmación definitiva llegó en Roland Garros 2016, cuando derrotó a Serena Williams en la final, y se consolidó un año después en Wimbledon 2017, imponiéndose a Venus Williams. Dos títulos de Grand Slam en superficies distintas que la colocaron en una élite reservada a muy pocas jugadoras.

Ese mismo 2017 alcanzó el número uno del ranking mundial, convirtiéndose en una de las grandes referencias del tenis femenino de su generación. A lo largo de su carrera levantó ocho títulos WTA y cerró su palmarés con la conquista de las WTA Finals en 2021, uno de los trofeos más prestigiosos del circuito y símbolo de una trayectoria marcada por los grandes escenarios.
Triunfos, presión y desgaste
La carrera de Muguruza no estuvo exenta de contrastes. A los grandes triunfos se sumaron etapas de irregularidad, marcadas por la presión mediática, las expectativas constantes y la exigencia física y mental del circuito profesional. Nunca fue una jugadora de recorrido previsible, pero sí una competidora temible en los grandes escenarios, donde su tenis alcanzaba su máxima expresión.
La propia tenista ha subrayado en distintas ocasiones la dureza de una profesión que va mucho más allá de lo que sucede durante un partido: entrenamientos interminables, viajes continuos y una disciplina extrema que acaba pasando factura. Esa realidad pesó en su decisión de dar un paso al lado cuando aún conservaba nivel para competir, priorizando su bienestar tras una carrera tan exigente como brillante.

Reflexiones desde la experiencia
Ya alejada de la competición, Garbiñe ha ganado libertad para expresarse con una franqueza poco habitual en figuras de su dimensión. En una de sus reflexiones más comentadas, abordó sin rodeos la diferencia física entre el tenis masculino y femenino, llegando a afirmar que incluso un jugador júnior podría superarla en su mejor momento competitivo.
Lejos de la polémica fácil, sus palabras aportan una lectura honesta y fundamentada del deporte de élite. Muguruza subraya que la distancia entre ambos circuitos no se explica solo por la potencia, sino también por la resistencia, la velocidad y el ritmo sostenido del juego, una visión avalada por años de convivencia diaria con el máximo nivel profesional.
Su nuevo rol en Madrid
El desembarco de Garbiñe en la codirección del Mutua Madrid Open, junto a Feliciano López, supone un punto de inflexión en la gestión del torneo. La cita madrileña apuesta por un modelo inédito en los circuitos ATP y WTA, con una dirección compartida que busca atender de forma más precisa y equitativa las necesidades de jugadores y jugadoras.

La presencia de Muguruza refuerza la voluntad del torneo de avanzar hacia una estructura más innovadora e inclusiva. Su experiencia directa, desde el vestuario hasta la competición al más alto nivel, aporta una perspectiva poco habitual en los despachos. Para la extenista, además, este nuevo rol representa una forma de reconciliarse con Madrid, un escenario que no le devolvió grandes resultados como jugadora, pero donde ahora asume un papel protagonista desde la gestión.
Un legado que continúa
Lejos del ritmo frenético del circuito, Garbiñe atraviesa una etapa definida por la estabilidad personal y la maternidad, sin romper su vínculo con el tenis. Sigue la actualidad del circuito con atención, analiza partidos y mantiene una mirada clara sobre las nuevas rivalidades, destacando el componente creativo y emocional de figuras como Carlos Alcaraz.
Su perfil ha evolucionado de campeona a referente institucional, confirmando que su influencia en el tenis va más allá de los trofeos conquistados. Muguruza ha cambiado la raqueta por la gestión, pero no ha perdido protagonismo ni autoridad.
Algunas huellas no desaparecen cuando se deja la pista: simplemente encuentran un nuevo escenario desde el que seguir marcando el camino.


