Cuando en televisión vemos a un político rodeado de cámaras, es difícil encontrar a una mujer detrás del objetivo. En ese mundo de cables, micrófonos, luces y prisas, donde ellos siguen siendo mayoría, Merche Macías rompe el patrón.
Se mueve con soltura: trípode, mochila y cámara parecen no pesarle. Rápida, precisa, profesional. Técnicos y periodistas la respetan.
Llegó al mundo audiovisual casi por casualidad. “No fue algo vocacional. Terminé bachillerato, hice la selectividad un poco obligada por mis padres porque tenía claro que no quería hacer una carrera universitaria, pero tampoco sabía qué hacer con mi vida. Una amiga de mi hermana empezó a trabajar en Telecinco, en el control central, y me llamó la atención el mundo de la televisión. Tendría unos 20 años cuando decidí estudiar algo relacionado y me decanté por la parte técnica, por ser operadora de cámara. Hice primero un curso del IMEFE y, como me gustó, estudié el grado superior de Imagen. Desde entonces no he dejado de trabajar en este mundo”.

Durante su formación no fue consciente de la escasez de mujeres en su futuro oficio. “No sabía mucho del entorno técnico y no pensé en ello hasta que empecé a trabajar. En mis clases sí había mujeres, más que en el entorno laboral posterior, así que no lo viví hasta empezar en las televisiones y productoras”.
Más exigencia que a los hombres
Aun así, el equilibrio sigue lejos. “Creo que está empezando a igualarse, aunque en general todavía hay más hombres operadores en cualquier cobertura. Es verdad que cada vez se suman más mujeres, pero muy poco a poco”.
Sus primeros años fueron los más exigentes. “No he vivido discriminaciones muy acentuadas. Siempre hay personas que te lo ponen más difícil, pero por desencuentros personales más que por género. Cuando empezaba, al ser más jovencita, tímida e insegura, quizá me dejaba avasallar más y no imponía mi criterio. Pero no ha sido algo habitual a lo largo de mi carrera”.
Sí reconoce que el recorrido le ha exigido más que a muchos hombres. “He sentido en algunos trabajos que tenía que demostrar más que mis compañeros para ganarme el puesto, y que tenía que ser menos femenina y más masculina para encajar: parecer más fuerte físicamente o más resistente. En cuanto a mis compañeros operadores, nunca he sentido discriminación; siempre me he sentido acogida y ayudada”.

Sin embargo, también ha visto cómo otros colegas pasaban por delante, incluso con menos experiencia. “En muchas ocasiones, quienes decidían a quién contratar —mujeres u hombres— no siempre lo ponían fácil. A veces, aunque yo llevara más tiempo y sin ninguna queja sobre mi trabajo, se contaba más con compañeros con menos experiencia. Creo que eso también está cambiando, pero aún queda camino”.
Machismo vertical: las jerarquías mandan
Hoy, con una trayectoria sólida, acompaña a las nuevas generaciones. “Siempre estoy disponible para quien necesite ayuda. Yo me he sentido inspirada por alguna compañera operadora. Ojalá yo también haya aportado algo para facilitar el camino a las que empiezan”.
Aunque ha vivido un entorno profesional mayoritariamente amable, no ignora el machismo estructural. “Es difícil encontrar espacios realmente igualitarios, y más en un sector donde hay más hombres que mujeres. Yo siempre me he sentido muy a gusto con mis compañeros, de quienes he aprendido todo, pero creo que existe un machismo estructural más vertical que horizontal. Todos tenemos inercias machistas que erradicar. Lo importante es que nos demos cuenta para ir cambiándolas. El machismo vertical, el que está en la jerarquía, seguramente cueste más eliminarlo”.

Tiene claro que el talento no depende del género. “Las cualidades están en cada persona. Se dice que las mujeres tenemos más sensibilidad o delicadeza, pero hay hombres con esa misma capacidad. Eso va con el individuo. Y la fuerza física cada vez importa menos, porque los equipos son más ligeros. Por poner una nota de humor, quizá yo me fijo más en si el redactor o la redactora van bien peinados o maquillados antes de salir en pantalla y les aviso de cualquier detalle para que salgan perfectos”.
Conoce las dos caras del oficio: los días bajo la lluvia y el calor, y las gratificaciones únicas de esta profesión. “No sé por qué el mundo técnico es tan masculino. Quizá porque es duro estar en la calle, pasar frío, calor, o cargar peso. Pero también es un trabajo precioso en el que ningún día es igual, en el que conoces a mucha gente y vives experiencias únicas. No sé exactamente qué tendría que cambiar, pero sí sé que cada vez más mujeres se animan. Ojalá pronto seamos muchas más y haya más paridad”. Y Merche es una de las mujeres que ya están abriendo camino.


