En un país como España, donde la geografía se derrama en costas variadas y fascinantes, la Costa Brava se ha convertido en sinónimo de belleza salvaje. Pero incluso en sus rincones más conocidos, aún quedan secretos por descubrir. Uno de ellos es la cala Sa Tuna, una pequeña maravilla natural ubicada en el término municipal de Begur, que ha resistido el paso del tiempo y el empuje del turismo masivo para conservar su esencia intacta.
La cala Sa Tuna es mucho más que una playa. Es una cápsula de memoria mediterránea. Un refugio en el que las casas de pescadores todavía se alinean en primera línea de mar, pintadas con tonos suaves y tejados de teja antigua. Allí, las barcas siguen descansando sobre la arena gruesa y los bañistas nadan en un mar tan cristalino que permite ver el fondo sin esfuerzo. Todo está dispuesto para que la experiencia sea, ante todo, auténtica.
La cala Sa Tuna, un lugar fuera del tiempo
Lo que hace especial a la cala Sa Tuna no es solo su estética serena, sino su ubicación privilegiada. Situada al abrigo de la punta d’es Plom, una formación rocosa que protege la bahía del oleaje, esta cala ofrece una tranquilidad poco habitual incluso en los días más calurosos del verano. Sus aguas quietas, de un azul casi caribeño, invitan tanto al baño como a la contemplación, como si el tiempo se hubiese detenido para siempre.
El lugar ha sido reconocido por medios internacionales como National Geographic, que destaca la cala Sa Tuna como uno de los enclaves más hermosos y mejor conservados de la Costa Brava. A diferencia de otras playas urbanizadas o saturadas de visitantes, esta cala ha sabido resistir gracias a su reducido tamaño y a una conciencia local que ha priorizado la preservación del entorno frente a la explotación turística.

Otro de los grandes atractivos de la cala Sa Tuna es su conexión con el Camí de Ronda, el mítico sendero que recorre la Costa Brava serpenteando entre acantilados, pinares y calas escondidas. Desde este pequeño paraíso se puede emprender una caminata hacia otras playas igual de bellas pero incluso menos transitadas, como Aiguafreda, Ses Vaques o s’Eixugador. En todos los casos, el denominador común es el mismo: naturaleza intacta, aguas turquesas y silencio.
El paseo por el Camí de Ronda desde la cala Sa Tuna permite, además, descubrir algunas de las vistas más espectaculares de toda la costa catalana. Es un tramo ideal tanto para los amantes del senderismo como para aquellos que simplemente desean alejarse del bullicio y dejarse llevar por la belleza del paisaje.
A un paso de Barcelona… pero lejos del ruido
Uno de los mayores encantos de la cala Sa Tuna es su cercanía a Barcelona. En apenas hora y media en coche desde la capital catalana, se accede a un universo completamente diferente. Aquí no hay rascacielos ni aglomeraciones. Solo una pequeña bahía abrazada por colinas verdes y casitas blancas que parecen detenidas en otra época.
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El acceso, sin embargo, no es directo. Hay que recorrer una carretera secundaria desde Begur, serpenteante y angosta, que culmina en un pequeño aparcamiento. Desde ahí, se desciende a pie hasta la orilla. Esa pequeña dificultad de acceso es precisamente lo que ha protegido a la cala Sa Tuna de la masificación. Es un lugar que exige intención. Un rincón para quien busca algo más que sol y playa.