A principios de la década pasada España vio cómo una locomotora económica empezó a calentar motores. Entonces, la Primavera Árabe tenía la ribera sur del Mediterráneo patas arriba y los expertos del sector esperaban un gran momento para el país gracias al turismo prestado. Los augurios se cumplieron. En 2011 el país registró un incremento del 7,6% en visitantes extranjeros, que se contabilizaron en 57 millones, rozando el récord absoluto de 2007 que ostentaba entonces la industria. Quienes viajaban a países como Túnez y Egipto encontraron en España un destino cercano y barato con más estabilidad.
Desde entonces el crecimiento del turismo en España ha sido una constante no exenta de polémica. A medida que el sector rompía techos, nuevos vocablos se asentaban en el imaginario colectivo. Turismofobia o desestacionalizar se convirtieron en términos muy populares entre expertos y curiosos del mercado. En 2016 se contaron 60,6 millones de turistas, en 2019 fueron 83,7 millones y ni la pandemia enfrió estas aguas. Tras el parón provocado por la crisis sanitaria, el turismo se recuperó y el año pasado registró la cifra récord de 93,8 millones de turistas. Solo en 2024 los visitantes dejaron 126.282 millones de euros en el país.
Ahora, suenan las primeras voces de alarma. La industria turística podría estar mostrando síntomas de fatiga. En 2019, el turismo aportó el 12,6% del PIB, según el INE. Para 2022, después de la pandemia, la aportación fue del 11,6%. En 2023, el 12,3%. La patronal Exceltur, sin embargo, avisa. Tras tres años (de 2021 a 2024) en los que el turismo “explicó el 52,6% del aumento del valor añadido real en España”, la industria “ralentiza su dinamismo en España”. “El turismo dejaría de ejercer de contribuidor neto al crecimiento de la economía”. Los datos son llanamente “positivos, tanto en ventas como en resultados”. Pero ya no crecen a la velocidad esperada.

Calor e incertidumbre global
Todos estos datos y vaticinios los aporta la propia Exceltur en su informe del tercer trimestre, publicado a principios de mes. El PIB turístico cerró el verano con un crecimiento del 2,8%, frente al cuarto inmediatamente anterior en el que se vio un aumento del 3,3%. Esto, para la patronal supone la consolidación del “proceso de normalización” del turismo. En otras palabras. La locomotora reduce velocidad.
Las razones son variadas. Exceltur aclara que “a pesar de la normalización”, término con el que se refieren a que el turismo entre en ralentí, el verano fue “positivo”. Pero aunque la demanda extranjera siguió siendo este verano el principal impulsor del crecimiento de los ingresos, esta también se está moderando. Alemania se debilita, como pudo comprobarse este verano en Mallorca: los turistas germanos se redujeron un 4,4% con respecto al verano del año pasado. Lo mismo sucede con turistas italianos, centroeuropeos y franceses. El turista polaco crece un 24,4% mientras que el de EEUU se estanca.
Más allá del turista extranjero, también son factores a tener en cuenta lo que pasa con el turismo nacional. El gasto se contiene porque los españoles ya no encuentran destinos atractivos para el bolsillo precisamente por el auge de los visitantes de fuera. Por otro lado, el turismo urbano se resintió en el estío “en un contexto de altas temperaturas”, según reconoce la propia patronal.
Problemas en el sector exterior
Todos los factores descritos llevan a Exceltur a asumir que el turismo pierda el rol protagonista impulsando la economía nacional. De hecho, a cierre de septiembre la creación de empleo del sector quedó por debajo de la registrada en el resto de sectores económicos. El turismo contabilizó un 2,1% más de nuevos afiliados, mientras que la media del resto de sectores fue del 2,7%.

Este frenazo del turismo también tendrá implicaciones en la demanda externa nacional, según un informe que BBVA Research lanzó hace unos días en el que advertía que el deterioro en el cómputo de las exportaciones restará tres décimas al PIB en 2025 y siete en 2026. Exceltur insistía en su último informe estacional en la “necesidad de seguir trabajando de forma conjunta, sector público y sector privado, en estrategias y acciones que favorezcan la mejora de la contribución del turismo, la experiencia de los turistas y la calidad de vida de la sociedad”.
Sin embargo, el economista jefe de BBVA Research, Miguel Cardoso, tenía una visión un tanto más pesimista en declaraciones recientes a El Independiente. En su caso, el experto hablaba de que el turismo muestra “cierto agotamiento” y lo atribuye a que muchos destinos ya registran un 100% de ocupación en temporada alta y la desestacionalización tiene límites. Además, el cansancio de muchos residentes en muchos de estos destinos también empieza a hacer mella en el sector a medida que los encontronazos con turistas se multiplican tanto en España como en otros países de la ribera norte del Mediterráneo, como Italia.
De hecho, el último Barómetro de la Percepción Turística de LLYC indicaba esta semana que la percepción ciudadana del turismo en España ha vuelto a caer 0,4 puntos en el tercer trimestre del año: ahora el sector recibe un 4,3 sobre 10 como nota. “El impacto del turismo es especialmente visible en regiones urbanizadas con alto flujo de visitantes”, explica el informe, que pone el foco en cómo la gentrificación y la masificación eclipsan los atractivos tradicionales de muchos destinos.
A las puertas del ‘sorpasso’
Esta desaceleración de la locomotora turística deja a España a las puertas de un hito todavía no conseguido: ser el país que más turistas extranjeros recibe de toda la Unión Europea, superando a Francia. 2024 pareció ser el año en el que se conseguiría. España recibió a 93,8 millones de turistas. Sin embargo, las estimaciones finales del pasado ejercicio indicaron que a Francia acudieron unos 100 millones de turistas extranjeros, dejando al país imbatible en este aspecto.

El contexto, de hecho, era propicio. Francia está en declive por sus crisis políticas e institucionales. Ha tenido cuatro primeros ministros en menos de dos años, el expresidente Nicolas Sarkozy acaba de ingresar a prisión acusado de financiar irregularmente su campaña con dinero libio y, por si fuera poco, el robo al Louvre ha dejado atónito al planeta entero. Varios cacos accedieron a la prestigiosa institución por una escalera de obra y se llevaron en siete minutos joyas de la corona francesa.
Buscar nuevas recetas
La situación es tal que España tenía a tiro superar al país vecino con una estrategia muy concreta: potenciarse todavía más como destino cultural. A fin de cuentas, el Louvre es uno de los principales reclamos del turismo en Francia y diversos estudios cifran que el gasto de los turistas culturales es un 38% superior. Atendiendo a ese número, si solo el 10% de los 93,8 millones de turistas que España recibió en 2024 fueran turistas con afán de visitar el Prado o zambullirse en el patrimonio cultural español, se podría estimar que el gasto creciera un 3,8%.
Sin embargo, no solo el frenazo del turismo en España convierte en papel mojado esas ensoñaciones. También la realidad. Aun teniendo en torno a 100 millones de turistas, Francia recibe un gasto turístico sensiblemente inferior (un 39% menos) al que se registra aquí. En otras palabras: España tendrá que encontrar sus propias recetas si quiere que la locomotora siga empujando con fuerza. Algunas ya están sobre la mesa. El Gobierno aprobó hace tan solo unos días la Estrategia España Turismo 2030: más de 50 medidas y 148 acciones concretas que buscan la sostenibilidad del sector con el foco centrado en las personas, incidía el Ejecutivo. Solo el tiempo dirá si surte efecto.




