CASA REAL BRITÁNICA

Adiós al tren real: la familia real británica impone recortes a los símbolos de lujo

El rey Carlos III ha decidido retirar el histórico tren real antes de 2027, en un gesto simbólico de austeridad y sostenibilidad que marca una nueva era para la Corona

El Royal Train, testigo de varios de los viajes más importantes de la reina Isabel II. Fotografía: Instagram @RoyalFamily

Carlos III ha tomado una decisión de gran calado: poner fin al servicio del tren real, activo desde la época de la reina Victoria, como parte de una estrategia diseñada para ahorrar costes, reducir emisiones y modernizar la monarquía. La medida se enmarca en un plan más amplio anunciado en el informe anual del Sovereign Grant, en el que el rey muestra un compromiso firme con la “disciplina fiscal” y una gestión más responsable de los fondos públicos.

Este icónico tren, compuesto por nueve vagones con dormitorios, comedor y oficinas, se empleó en apenas dos viajes oficiales durante el último ejercicio fiscal –aunque ya había costado cerca de 80 000–90 000 libras por esos trayectos-, y requiere además cuantiosas inversiones para adaptarse a la normativa ferroviaria moderna.

En lugar del tren, la Corona optará por dos helicópteros modernos impulsados con biocombustible sostenible, más flexibles, rápidos y ecológicos, así como por transportes públicos convencionales cuando sea pertinente. El tren tendrá un último recorrido antes de su baja oficial en 2027 y algunos de sus vagones podrían ser expuestos al público como pieza patrimonial.

Fotografía: EFE

Aunque los fondos del Sovereign Grant aumentarán en los próximos años -de 86,3 millones a 132 millones de libras hasta 2027, gracias a mayores ingresos del Crown Estate-, el monarca ha puesto sobre la mesa que la inflación ha erosionado su poder adquisitivo, y que buena parte de estos recursos están destinados a la renovación del Palacio de Buckingham y mejoras rigurosas en su gestión.

El gesto del rey no es sólo práctico, sino simbólico: muestra una monarquía que adapta su imagen y su comunicación al contexto actual. Se trata de una “autocrítica institucional” manifestada en medidas como electrificar su flota, convertir Bentleys a biocombustible, y reducir el perfil de gastos ostentosos. El tren, tradicionalmente familiar para la realeza, siempre supuso un punto de fricción frente a sectores que cuestionan el acceso a fondos públicos.

La medida ha sido presentada por Buckingham Palace como una apuesta por la “modernidad y sostenibilidad”, mientras que el tesorero James Chalmers enfatizó: “Al avanzar, no debemos quedarnos presos del pasado”.

Mientras el mundo observa el pulso entre tradición y renovación, Carlos III lanza un mensaje claro: la Corona puede abrazar la modernidad sin perder su esencia. El tren real, un símbolo centenario, se despide de una manera discreta y estratégica, dejando paso a una monarquía más ajustada a los tiempos actuales.

Pero no es una despedida sin memoria. Durante décadas, el tren fue mucho más que un medio de transporte para la reina Isabel II: era una extensión de su estilo. En 2018, fue precisamente en ese tren donde protagonizó uno de los gestos más comentados de su reinado reciente: su primer y único acto oficial a solas con Meghan Markle, entonces recién incorporada a la familia real. Aquel trayecto entre Londres y Cheshire fue interpretado como una muestra pública de aceptación y respaldo, una escena cuidadosamente escenificada entre lo institucional y lo íntimo, como solo Isabel II sabía hacer.

Ese tipo de gestos, silenciosos pero cargados de mensaje, definen la diferencia entre forma y fondo. Carlos III, más sobrio y pragmático, ha optado por dejar atrás el tren, pero no su simbolismo. En su decisión hay una modernidad consciente, pero también un eco del legado de su madre: el entendimiento de que el verdadero poder no está en el vehículo, sino en el rumbo. El tren se detiene, pero la monarquía -más ligera, más austera, tal vez más humana- sigue avanzando.

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