Rosalía se recuesta en una bañera blanca, una serpiente recorriéndole el cuerpo como metáfora de un deseo que no necesita traducción. La campaña de Calvin Klein que protagoniza este septiembre es también un acto de poder estético, un manifiesto visual que confirma su lugar en el panteón cultural global.
Lo curioso es que, al otro lado del Atlántico, su ex, el actor Jeremy Allen White -convertido ya en el nuevo rostro del Hollywood indie y próximo protagonista de la biopic de Bruce Springsteen– había vivido un momento similar con la misma firma apenas un año antes.
La coincidencia no es anecdótica. En el universo de la moda, las marcas se convierten en narradoras de historias paralelas. Calvin Klein, con su tradición de iconografía provocadora, encuentra en ambos un espejo perfecto. Rosalía, la artista que traduce la intensidad del flamenco en códigos pop globales; y Jeremy, el actor que encarna al antihéroe contemporáneo, vulnerable y magnético a la vez. Dos lenguajes distintos, dos imágenes que no dialogan en lo personal, pero que terminan cruzándose en el mismo logotipo.
El contraste entre las campañas también llama la atención. White apareció sobre una azotea neoyorquina, torso desnudo y mirada contenida. Rosalía, en cambio, ofrece una iconografía barroca, casi surrealista: la serpiente, la bañera, la teatralidad de una piel que no teme a la exposición.

Él representaba el hombre que se desnuda sin aspavientos; ella, la mujer que se exhibe como espectáculo controlado. Ambos, sin embargo, orbitan alrededor de la misma estética CK: sensualidad reducida a su mínima expresión de blanco, negro y piel.
Que los dos ex compartan esta narrativa añade una capa inevitable de lectura. La cultura pop se alimenta de coincidencias que parecen guiños del destino, aunque en realidad sean simples estrategias de marketing. Pero el público interpreta, conecta, fantasea: la intimidad convertida en rumor estilizado. Que Calvin Klein los “una otra vez” no significa reconciliación, sino el recordatorio de que la moda, a veces, es la cronista más aguda de las relaciones que ya fueron.

Más allá de todo esto, el fenómeno revela cómo la moda se apropia de las figuras culturales del momento. Calvin Klein busca símbolos que resuenen en la conversación pública. Rosalía representa el vértigo de la globalización cultural. Es decir, una artista española que reinventa códigos latinos para las pasarelas internacionales.
White encarna el carisma del actor de culto que, tras años de papeles discretos, se convierte en sex symbol por accidente. Ambos transmiten autenticidad, y en esa autenticidad la marca encuentra su territorio más fértil.

Que hoy compartan espacio en el archivo estético de Calvin Klein subraya cómo los estilos divergentes también construyen un relato común: la sensualidad como lenguaje universal.
Para Rosalía, esta campaña supone un paso más en la consolidación de su figura icónica. No solo como cantante, también como referente cultural que trasciende fronteras. Para White, la de CK fue la confirmación de un giro de carrera. Es decir, de actor de culto televisivo a rostro global del deseo. Juntos -aunque ya separados- dibujan un curioso mural de cómo la moda reescribe historias personales en clave colectiva.