En 1989, Meg Ryan fingió un orgasmo en plena hora del almuerzo y el mundo entero nunca volvió a mirar igual a Katz’s Delicatessen. Aquella escena de Cuando Harry encontró a Sally, grabada en una mesa cualquiera del Lower East Side, convirtió a un deli judío fundado en 1888 en uno de los lugares más fotografiados y peregrinados de Nueva York. Lo que antes era un secreto de barrio se transformó en un un santuario donde el deseo se sirve entre dos rebanadas de pan de centeno -se puede pedir también de pan cubano, que es todavía mejor- y pastrami ahumado.
Los sándwiches de Katzs’s cuentan la historia de las olas migratorias judías que poblaron el Lower East Side, de la herencia culinaria que se volvió identidad cultural y de la manera en que la comida puede trascender lo biológico para convertirse en ritual social. Allí, cada mordisco sabe a historia y resistencia, a una ciudad que se construyó a base de supervivencia.
Katz’s es en icono precisamente porque nunca ha cambiado. Manhattan se reinventa a ritmo frenético -para bien y para mal- y la alta cocina juega con el minimalismo; pero este restaurante mantiene sus mesas de siempre, sus tickets numerados y sus muros tapizados de fotografías amarillentas de celebrities (aunque la mayoría no sé quiénes son). Ese desorden es, en sí mismo, el lujo de lo auténtico.
Ayer fue escenario de una comedia romántica que marcó generaciones y hoy es un fenómeno digital donde los influencers transmiten en vivo el espectáculo del cuchillo cortando pastrami y los turistas hacen fila para sentarse en “la mesa de Sally”.
Lo curioso es que, por más viral que sea en Instagram o TikTok, la experiencia escapa a la pantalla: el olor intenso del ahumado, el crujir del pepinillo, el exceso del sándwich que apenas cabe entre las manos… Katz’s resiste a los filtros porque no hay filtro que capture su verdad.
Su estrella indiscutible es el pastrami on rye (pastrami sobre pan de centeno con mostaza), considerado el sándwich más reclamado por locales y turistas.
Los precios reflejan su fama: un pastrami sandwich cuesta alrededor de 28.95 dólares, el corned beef unos 27.95 dólares, y un almuerzo típico con acompañamientos y bebida puede rondar los 47 por persona.
Como maridaje, la bebida más recomendada es la Katz’s Deli Ale, una cerveza de Brooklyn Brewery creada especialmente para el local, aunque también se pueden pedir opciones más comerciales como Miller Lite.
Visitar Katz’s también es participar en una performance social. Allí conviven turistas japoneses con abuelas del barrio, ejecutivos trajeados con estudiantes mochileros. El cutter que prepara cada sándwich oficia de maestro de ceremonias (nos cuenta que no cerraron ni siquiera durante la pandemia), y el ticket que debes conservar hasta pagar se convierte en un pasaporte ritual.
Y entre ese sándwich de pastrami imposible de terminar, el neón rojo y las lonchas ahumadas, Nueva York late con la misma intensidad que aquel orgasmo fingido: eterna, exagerada, inolvidable.