Durante la Paris Fashion Week de 2014, la todopoderosa Chanel sorprendió al público presentando modelos que empujaban carritos de supermercado por la pasarela. La alta costura se mezclaba con algo tan cotidiano como hacer la compra.

A dia de hoy no son precisamente las pasarelas de alta costura las que presentan camisetas, jerseys y bolsos con estampados de cócteles Negroni, latas de sardinas, pizzas o tazas de café. Son las prendas gourmand, están por todas partes y las marcas de fast fashion han sabido sacarles provecho.
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Desde el bolso tomate de Loewe hasta las colecciones veraniegas de ASOS o NAKD, los diseños prêt à porter se han popularizado a través de la marcas masivas de ropa. Quienes no pueden pagar miles de euros por una prenda encuentran por 30 €, la posibilidad de llevar puesto su plato o cocktail favorito.
Sobre la relación entre moda y comida, reflexionó la sonada exposición Food & Fashion del FIT donde se presentaron más de 60 piezas gourmand de Chanel, Moschino o Stella McCartney entre otros. Desde la M de McDonald’s transformada en la inicial de Moschino por Jeremy Scott, faldas con estampados de bodegones, hasta bolsos con forma de bolsa de patatas fritas.
Desde la exposición, las prendas “se utilizan para reflexionar sobre cuestiones como el lujo, el género, el consumismo, la sostenibilidad, el activismo social y la política del cuerpo” y de paso proyectar un estilo de vida.

Si una camiseta lleva el lema “Negroni, please”, no quiere decir que quien la lleva conozca el cóctel o que siquiera lo beba. Así como la comida ha traspasado el mero disfrute para convertirse en un acto aspiracional y exhibicionista (sobre todo en redes sociales) la ropa con estampados culinarios une ambos mundos en una prenda que sugiere una agenda social repleta de planes, un gusto más o menos cultivado por la gastronomía y la capacidad económica de disfrutar del ocio.
Convertirse en abanderado de un plato o de un cóctel concede a quien lo lleva un estatus simbólico, una cierta aura de influencia y superioridad.
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¿Por qué la comida y no otro tema para estampar en una camiseta, un bolso o una gorra? Sencillo: la gastronomía desprende simpatía. Aparenta ser una cuestión ligera e inofensiva aunque sea profundamente política. Una pizza en el pecho o un “more coffee, less drama” despierta una sonrisa y cierta reciprocidad. La comida se percibe como un terreno social y amistoso, un lenguaje universal que une sin levantar demasiadas suspicacias ni desvelar ideologías.
Moda y cocina más allá de las prendas
Los coqueteos entre moda y comida van más allá de los estampados. Zara por ejemplo, abrió Zacaffe, un coffee shop y al igual que otros competidores como H&M, han lanzado colecciones de menaje y decoración para el hogar.
Algunas marcas de lujo se han colado en los beach clubs de hoteles de 5 estrellas diseñando vajillas exclusivas o espacios en los que tomar un coctel con vistas al mar. En la otra cara de la moneda, los restaurantes imitan a las marcas de moda estampando su logo en postres o cubitos de hielo, mientras que cafés y coctelerías venden merchandising con sus propios diseños.
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El matrimonio entre moda y gastronomía no es nuevo y todo apunta a que seguirá repitiéndose. Esta microtendencia de apariencia veraniega, convierte es el reflejo de cómo vestimos nuestras aspiraciones, identidades y contradicciones.