No ha hecho nada extraordinario. Ha levantando un brazo en una fotografía y, de pronto, sus axilas se han convertido en el tema de conversación. Lo que antes hubiera pasado desapercibido, hoy se amplifica al ritmo de las redes sociales, donde cada historia se somete a escrutinio colectivo.
Que se hable de “axilas blancas” no es anecdótico. La blancura, asociada históricamente a pureza, perfección y estatus, sigue operando como canon estético en la moda y la belleza. Las axilas, además, cargan con una herencia cultural singular. Durante siglos fueron espacio de pudor, asociadas al sudor, al olor, a lo indecoroso. Así, lo que debía ocultarse ahora se exhibe sin reparo en campañas de moda, en editoriales y en pasarelas que las transforman en signo de seguridad y liberación corporal.
De Julia Roberts a Rosalía: los pelos y la blancura como titulares
Hace más de dos décadas, Julia Roberts apareció en la alfombra roja con vello visible bajo los brazos. Aquella imagen, que rompía con el mandato estético de la depilación femenina, se convirtió en noticia internacional. Su gesto, consciente o no, abrió una conversación sobre la libertad corporal y la presión social que pesa sobre las mujeres para ocultar lo natural.
Hoy, Rosalía escribe otro capítulo en ese mismo relato. No por el pelo, sino por el color…, porque teñir las axilas de blanco genera un eco inmediato. En ambos casos, lo que se discute no es solo la axila, sino la manera en que seguimos observando los cuerpos femeninos con lupa.
El espejo incómodo de la obsesión colectiva
Las axilas de Rosalía no nos hablan solo de ella. Nos devuelven un espejo incómodo: nuestra obsesión por examinar, clasificar y viralizar cada detalle de un cuerpo. Lo que fue tabú hoy es tendencia, y lo que antes se asociaba con lo indecoroso ahora se celebra o se critica como gesto estético.
Al final, lo que une a Julia Roberts, Ashley Graham, Haley Lu Richardson o Rosalía es la capacidad involuntaria de convertir un pliegue de piel en conversación global. La belleza contemporánea ya no se mide en looks completos, sino en fragmentos microscópicos capaces de encender debates virales. Y quizá el verdadero tema no sea el color ni el pelo, sino por qué seguimos necesitando que las axilas femeninas sean noticia.